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    Soledad Sevilla y sus geometrías de luz

    Soledad Sevilla (Valencia, 1944) acaba de recibir el Premio Velázquez de las Artes Plásticas, el galardón más prestigioso que se concede en España, «por ser pionera en la experimentación en los lenguajes en el Centro de Cálculo y por su innovadora forma de entender la luz, los materiales y la geometría». Es una de las artistas más premiadas: en 1993 ganó el Premio Nacional de Artes Plásticas, y más tarde, en 2014, el Premio Arte y Mecenazgo en la categoría de mejor artista. En su larga trayectoria como artista ha tenido dos grandes faros que la han iluminado: Velázquez y Rothko; su obra es luminosa y geométrica y a partir de la pintura fue llegando a la instalación para crear sensaciones espaciales envolventes de grandes dimensiones que invitan a la contemplación. En esta entrevista nos habla de otro de los faros que la han acompañado: el escritor portugués Fernando Pessoa. [Marga Perera. Foto: Erea Azurmendi]

    ¿Qué ha significado ganar el Premio Velázquez? Casi todavía no me he despertado del sueño; es el máximo galardón, el premio más importante en reconocimiento a toda una trayectoria, toda una vida y toda una obra. Está muy bien dotado [100.000 euros] o sea que estoy emocionada, agradecida y sorprendida también porque sabes que esas cosas están ahí y pasan, pero nunca piensas que te vayan a suceder a ti. Además, pertenezco a una generación en que las mujeres nunca teníamos derecho a nada… y con el premio tengo la sensación de que las cosas están cambiando.

    Además, al ser un Premio compartido con artistas iberoamericanos es todavía más complicado que recaiga en uno personalmente Sí, es muy difícil; yo no estoy muy de acuerdo en que se comparta con Iberoamérica; es cierto que allí hay artistas que se lo merecen, pero es que en España los artistas estamos no bajo mínimos, no, ¡estamos bajo nada!; las galerías han cerrado, no se vende nada, las instituciones no tienen dinero…

    Totalmente de acuerdo… Es que aquí no hay oportunidades para nadie. Para los iberomericanos probablemente menos, o las mismas, no lo sé… pero es que aquí tampoco andamos sobrados. Por otra parte, reconozco que esto crea internacionalidad, que también es interesante, tal vez debería haber dos premios.

    Uno de los motivos de la concesión del Premio ha sido «por ser pionera en la experimentación en los lenguajes en el Centro de Cálculo». Eso fue 1970, ¿hasta qué punto ha influido en su obra? Ha llovido mucho desde entonces… A principios de los 70 un grupo de artistas, entre los que estábamos Yturralde, Sempere, Barbadillo, Luis de Pablo, Alexanco y algunos arquitectos, nos reuníamos en la Universidad Complutense de Madrid, en el Centro de Cálculo; teníamos una reunión a la semana y planteábamos nuestros trabajos para que los reprodujese el ordenador, que en aquel momento solamente había uno en la universidad y era enorme, ocupaba toda la habitación en la que estaba instalado. Debía tener unas condiciones de luminosidad, humedad y temperatura permanentes: ése era el ordenador y esas eran las primeras experiencias que empezamos a hacer. Todo esto apadrinado por Florentino Briones, que era el director en ese momento del Centro, y por Ernesto Camarero, que también estaba allí, y la empresa IBM, marca del ordenador, también tenía interés en que se desarrollaran estas experiencias artísticas. Pues así, nos reuníamos una vez a la semana y planteábamos nuestro trabajo. Era lento porque no sabíamos programar y necesitábamos programadores, que estaban para trabajar en el Centro de Cálculo, pero en sus ratos libres nos hacían los programas para nosotros, así lográbamos nuestros objetivos; luego hicimos un par de exposiciones con lo que habíamos planteado y después ya se diluyó la experiencia, que fue realmente muy bonita.

    ¿Cómo ha condicionado su obra esta experiencia? Condicionarla de manera definitiva, no, creo que ha sido, como todo en mi trabajo, un tramo más. Una idea que tienes y pones en práctica. En ese caso, había dos aspectos, uno gráfico, que era el que salía del ordenador, y otro, que ya era mi obra, montando esas imágenes sobre un módulo de metacrilato transparente con una serie de combinaciones. Pero tampoco es que eso me condicionara porque ya hacía obra geométrica.

    El Velázquez además de la dotación económica incluye una exposición en el Reina Sofía, ¿tiene fecha y proyecto ya? Pues me lo estáis diciendo vosotros, yo no lo sabía ni nadie se ha puesto en contacto conmigo desde el museo, aunque tengo noticias de que el director no tiene demasiado interés…

    Entonces no hay proyecto ni fecha, claro… Proyecto sí tengo, uno en el que llevo trabajando dos o tres años, que voy a exponer en el Patio Herreriano en Valladolid y en junio se presentará en la galería Marlborough de Madrid donde sí cabe la obra completa porque en realidad la creé para ese espacio. Lo que ocurre es que en la galería estará poco más de un mes y me parece poco tiempo para un proyecto tan largo, y creo que requiere más tiempo para que se pueda ver, sobre todo ahora, que con las restricciones de la pandemia, hacen que todo sea más lento y difuso.

    ¿Se trata del proyecto en el que estaba trabajando sobre Fernando Pessoa? Sí, es el final de un trabajo sobre Pessoa. Empecé haciendo una instalación y siempre pensé que faltaba la pintura, hago instalaciones, pero para mí la pintura es esencial. Lo primero que surgió cuando me propuse al empezar el proyecto fue la instalación, pero cuando estuvo terminada me planteé la pintura; la obra completa se llama Los días con Pessoa. Es un desarrollo geométrico de azulejos y elementos geométricos cerámicos, que caracteriza las fachadas de los edificios de Lisboa y que es muy representativo de la ciudad. Decidí que esa podía ser una manera adecuada para hacer una pintura como final de este trabajo, siempre bajo el binomio Lisboa / Pessoa.

    Una lectura importante para usted ha sido el Libro del desasosiego En efecto, ha sido y sigue siéndolo. Durante años lo leí a diario, porque se puede leer por páginas o capítulos porque son pensamientos independientes. Después de mucho tiempo de leerlo, pensé irme a Lisboa para recorrer todos los territorios que salen en sus páginas y que transita Bernardo Soares, el alter ego de Pessoa, que habla de sus vivencias por las calles de La Baixa. Estuve paseando por esas calles esperando que surgiera la idea y después de 15 días de vagar y mirar, pensé hacer los mapas de los lugares por los que había estado deambulando, impregnándome del ambiente y la atmósfera de Pessoa que, en aquel momento, todavía se conservaba. Desde 2017 ha cambiado bastante para acoger al turismo de masas… Por eso hice esa instalación basada en unos mapas y unas cajas, donde encierro los mapas, porque me pareció fascinante saber que Pessoa no había publicado nada en vida, solamente alguna cosa en un periódico o revista, nada más, y todo lo que escribía lo iba guardando en un baúl, en su dormitorio, y cuando falleció apareció ese arcón con miles de documentos y escritos…¡un tesoro!. Aquello me dio la idea para esas cajas-tesoro, que son 5, una para cada día, con 15 mapas.

    El Premio ha destacado «su innovadora forma de entender la luz, los materiales y la geometría». ¿Qué es para usted la luz? Se dice que trabajo con la luz pero creo que la luz es más para dejar ver que para ser vista. A principios de 1980 hice instalaciones con hilos de algodón tensados que arrancan desde la ventana y atraviesan el espacio hasta el lado opuesto y es una representación de la luz que entra por esa ventana de donde parten. En una instalación que voy a presentar en Valladolid vuelven a aparecer los hilos en una representación de la luz del día y también de la noche. Pero no sé si me interesa esto más o menos que otras cosas; es que esas obras vuelven a estar de actualidad.

    ¿Cuáles son esas otras cosas que despiertan su interés? Muchas porque después de tantos años trabajando he pasado por diferentes fases. He hecho instalaciones basándome en lo orgánico, las flores, el olor, el agua, también la luz… he realizado más de 70 instalaciones con muchos elementos. Y la pintura, siempre. La geometría que estoy haciendo ahora enlaza, precisamente, con lo que hacía en los años 70, cuando trabajaba con una línea fina que, por acumulación, rellenaba el espacio de modo que desaparece la unidad y da paso a otro relato. Ahora, sin que obedezca a una decisión intelectual ni mental, porque no me lo he planteado como algo a retomar, ha aparecido otra vez la geometría. Ha sido como cerrar un círculo porque ha fluido a partir de la geometría de las fachadas de Lisboa.

    ¿Qué le aporta el trabajo por series? Las ideas se desarrollan por etapas, bueno, salvo en el caso de las instalaciones, que tienes una idea y la realizas sin aproximaciones previas. En el caso del trabajo en el estudio, que quieres poner la idea sobre la superficie, se desarrolla en etapas… es como una novela, que empiezas pero que no agotas con un elemento o un solo cuadro ni en un solo espacio, hay que seguir hasta que llega el momento en que lo das por finalizado, pero necesitas tiempos extensos y espacios amplios para alcanzar ese final. Cuando la obra ya no te crea tensión deja de interesarte; sientes que se ha agotado y debes pasar a otra cosa.

    Una de sus series importantes es sobre Las Meninas. Como artista, ¿dónde diría que están el misterio y la fascinación de Las Meninas de Velázquez? ¡Es el cuadro de los cuadros!. Lo que me cautivó fue el espacio que Velázquez concibió cuando la perspectiva no estaba tan desarrollada. Se sabe, por su inventario, que él tenía los libros de perspectiva que se conocían en su momento, pero que no era algo tan habitual ni tan importante como es ahora. Él tuvo una manera intuitiva y genial de plantear el espacio y fue eso lo que me interesó y desarrollé en mis cuadros. El espacio es algo permanente pero, la escena que se representa es temporal, desaparece.

    Me dijo hace tiempo que tiene una actitud con respecto al arte más bien contemplativa… El trabajo de los artistas que pasamos tanto tiempo en el estudio desarrollando una idea es muy místico, como la poesía, que no deja de tener ese misticismo aunque sea alegre.

    ¿Cuáles son sus referentes en pintura? De los clásicos ya hemos hablado, Las Meninas de Velázquez; también estuve muy influida por Rothko, y creo que lo estuvo toda mi generación porque fue esa gran abstracción, vacía, también mística, porque si lo comparamos con De Kooning, que también es abstracto, no lo veo místico sino mucho más visceral. Y luego, más adelante, estuve y sigo estando muy fascinada por Richter al que considero uno de los grandes pintores actuales; y me encanta cuando hace esa figuración fotográfica y a la vez tiene ese poderío para desarrollar la abstracción. Pero creo que la pintura ahora mismo no es apreciada; los jóvenes están buscando su terreno, que es más epidérmico que el de mi generación.

    ¿Cómo ha vivido este confinamiento? Mal, como todo el mundo; aunque yo estoy entrenada para pasar muchas horas en el estudio, esa obligación de tener que estar encerrada fue complicada, y sigo estando muy preocupada a pesar de que he tenido la gran suerte de trabajar en mi proyecto y tener muchas horas ocupadas, pero esa falta de libertad es dura.

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