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    Stella Kesaeva: Por amor a Rusia

    La renombrada coleccionista Stella Kesaeva, responsable del Pabellón de Rusia en la 55ª Bienal de Venecia, es la gran embajadora del arte contemporáneo ruso en el mundo. Desde la creación de la Stella Art Foundation en 2003, su presidenta, Stella Kesaeva ha organizado más de un centenar de exposiciones en prestigiosos museos y fundaciones de Moscú, Europa, Asia y América. La coleccionista entiende su labor de promoción del arte contemporáneo de su país como una misión que da sentido a su vida. «Nuestro principal objetivo –asegura Kesaeva– es sacar al arte ruso de su aislamiento y garantizarle la atención que se merece al más alto nivel internacional.» Tendencias del Mercado del Arte ha conversado con la prestigiosa mecenas rusa sobre su proyecto más deseado: la apertura de un gran museo de arte contemporáneo en su país natal. Vanessa García-Osuna

    ¿Cuál es su primer recuerdo relacionado con el arte? Cuando tenía diez años mis padres me llevaron al Museo Pushkin de Bellas Artes de Moscú y la simple visión de las antiguas estatuas me impactó. El museo posee copias de esculturas griegas y romanas. La estatua del David era especialmente memorable. Me causó una impresión ambigua. Por un lado, estaba desnudo, lo que encontré divertido. Por otro, tuve la sensación de que esta gigantesca escultura podía cobrar vida de un momento a otro y empezar a perseguirnos. Eso fue aterrador.

    ¿Cómo fue su infancia? Transcurrió en la Unión Soviética, una sociedad cerrada, que limitaba cualquier clase de libertad artística. Como todos los niños de la era soviética, los primeros cuadros y obras de arte que vi estaban en mis libros de texto. En las últimas páginas del libro solían reproducirse obras de artistas rusos y soviéticos: paisajes rusos, bodegones, descripciones de la vida soviética. Los alumnos escribíamos ensayos basados en estas imágenes, principalmente sobre la vida soviética y el amor a la madre patria. Los manuales escolares reproducían obras de Isaac Levitan, Laktionov, Konchalovsky, Repin –todos seguidores del realismo académico. La mayoría de ellos son pintores poco conocidos fuera de Rusia. Me fascinaba el cuadro de Alexei Savrasov, Los cuervos han llegado. Plasmaba un sombrío paisaje ruso con una iglesia y un abedul sobre el que reposaban una bandada de grajos en su viaje de regreso tras el invierno. Me gustaba la alegría que destilaba esta pintura, porque hablaba de la llegada de la primavera. ¡Y a mi me encanta la primavera!. En los años 90 viví mucho tiempo en Ginebra. No es el mejor lugar para estudiar arte –no tiene museos de talla internacional- pero goza de una excelente ubicación geográfica pues está en una encrucijada. Viajé intensamente con mi familia y visité los principales museos y galerías de Europa. Estos viajes me dejaron una huella muy honda. Me sorprendió el arte contemporáneo, porque en la Unión Soviética la gente no sabía que existía.

    ¿Recuerda su primera gran adquisición? Sí, fue The Cat, de Andy Warhol. La compré en 2011.

    ¿Cómo surge la idea de crear la Stella Art Foundation? En 2003 abrí mi galería de arte, Stella Art Gallery. Pero cuando estábamos preparando la exposición de Kabakov en el Museo Estatal del Hermitage en 2004 me di cuenta de que necesitaba una institución sin ánimo de lucro. No es apropiado que una galería comercial trabaje con un museo estatal. Aunque, en verdad, todas mis exposiciones en la galería fueron sin ánimo de lucro, porque nadie compró las obras. En aquellos momentos en Rusia apenas había mercado para el arte contemporáneo. La Fundación se estableció legalmente en 2006 y su núcleo lo formaba mi colección personal. En la actualidad organiza seis exposiciones anuales. A veces mostramos las nuevas incorporaciones, pero no tenemos una exposición permanente. Daremos un solo uso al espacio cuando completemos un nuevo edificio.

    ¿Qué tipo de arte le seduce más? ¿Cuáles son sus medios favoritos? La idea básica de la colección es mostrar el arte ruso realizado desde los años 70 hasta nuestros días. Queremos poner nuestro arte dentro del contexto mundial, por eso incluimos trabajos de artistas occidentales; es una cuestión de principios. El meollo de la colección serán obras de artistas rusos conceptuales, así como la nueva generación de artistas contemporáneos. Habrá un comisario trabajando en la colección, o tal vez más de uno. Actualmente estoy haciendo nuevas adquisiciones, asesorada por expertos de la Fundación y consultores externos. No veo la colección de la Fundación como mi colección personal, sino como una colección que en el futuro será un museo público propiedad de la sociedad rusa. Me veo como gerente de este museo.

    ¿Cómo describiría sus intereses como coleccionista? Para mi, coleccionar es como una misión, da sentido a mi vida. Intento acercarme al coleccionismo sin fanatismos, con la cabeza serena.

    ¿Hay alguna obra que tenga un significado personal especial para usted? Le tengo mucho cariño a un Alex Katz –no porque sea un retrato mío de hace diez años, sino porque está asociado a la experiencia inolvidable de colaborar con este artista maravilloso, que también es una gran persona.

    ¿Cuál ha sido la evolución del mercado ruso? En Rusia han florecido reputadas colecciones particulares en el corto espacio de tiempo desde que el mercado libre entró en vigor. Los ejemplos más notables están en el campo del arte clásico, pero el mercado contemporáneo también se está desarrollando rápido – a la gente le interesa el arte actual-. Pero esto sólo ocurre en las grandes ciudades, principalmente en Moscú y San Petersburgo.

    ¿Cuáles han sido los descubrimientos más emocionantes, de artistas o de obras? Una de las impresiones más fuertes la recibí en la exposición Palacio de proyectos. A comienzos de la pasada década. Allí vi por primera vez una obra de Ilya Kabakov perteneciente al proyecto Nuevo Angelarium. Era un assemblage compuesto de alas de un angel, blancas como la nieve, unidas por tiras de cuero. Un hombre con alas está sentado en una mesa frente a una ventana, escribiendo algo. La obra expresa la relación de Kabakov con la miserable realidad soviética. El artista reflexiona sobre el paradero del cuerpo y el alma de la persona. El tema me emocionó porque de niña pasé mucho tiempo en una mesa haciendo mis deberes escolares. Siempre miraba por la ventana. A veces fantaseaba con convertirme en pájaro para salir volando de la habitación y viajar a países lejanos. Al igual que los personajes de la obra de Kabakov yo quería escapar, irme a otro lugar. Esta pieza me conmueve de manera especial. Casi podría decirse que después de ella el arte empezó a hablarme en un idioma que al fin podía entender.

    De todos los artistas que ha conocido ¿quiénes le han impresionado más? No soy amiga de los artistas, aunque me gusta conversar y reunirme con ellos. Me interesa cuando hablan de sus obras, sus pensamientos e ideas. También me gusta visitar sus estudios cuando tengo ocasión. El año pasado visité los de Anish Kapoor y Bill Viola, y después fui a los talleres de Alex Katz y David Salle, por no hablar de los de artistas rusos. Me reúno con ellos a menudo, pero no forjamos una amistad. Describiría nuestra relación como algo formal. Hay personas con las que conecto fácilmente, como Elena Elagina e Igor Makarevich. Hace unos años, mi Fundación junto con el Museo Kunsthistorisches de Viena organizó una exposición de estos artistas y luego apoyó su participación en la Bienal de Venecia. Lena e Igor son amables, sensibles e inteligentes. Disfruto hablando con ellos. Pero pertenecemos a distintas generaciones, vivimos vidas diferentes, aunque estamos a sólo unas calles de distancia (su apartamento está sólo a cinco minutos de la Fundación), yo describiría nuestra relación más en terminos de “colaboración” que de amistad. También resulta fácil entenderse con Anatoly Osmolovsky, un artista de mi generación. Anatoly siempre está lleno de energía, ideas y entusiasmo. Charlar con él es sumergirse en un mundo completamente diferente –el de la imaginación del artista. Pero, tampoco le llamaría mi amigo. Aspiro a organizar una retrospectiva de su obra en la Galería Tretiakov. Osmolovsky ha sido una figura capital en la comunidad artística rusa desde la década de 1990. Pero cuando me puse a preparar la exposición resultó que muchos de sus primeros trabajos habían desaparecido. Su estudio se incendió en el 2000, y una parte de sus obras fueron destruidas, mientras que otras están desperdigadas por el mundo. Anatoly no sabe qué ha pasado con muchas de ellas. Pero aún espero que podamos organizar la exposición, pese a todas las dificultades, porque es un artista que lo merece.

    Por ultimo, ¿le interesa el arte español? He estado varias veces en España, y me encantaría colaborar con algún museo o fundación privada española. Conozco bien la obra de los maestros antiguos –Velázquez, El Greco, Goya. Y me encantan Antoni Tàpies y Eduardo Chillida, que son grandes figuras del arte del siglo XX. Entre los contemporáneos, me interesan Fernando Sánchez Castillo y José Manuel Ballester. Los descubrí en Moscú, en una exposición sobre artistas españoles contemporáneos organizada por la magnífica comisaria María de Corral.

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