Hortense Fiquet Cézanne posó para su marido Paul Cézanne (1839-1906) en 29 retratos con un rictus inescrutable. Fue calificada de gorda, superficial y poco femenina, los amigos del pintor la apodaron La Boule (“la bola”) y los críticos de la época mencionaban que el propio Cézanne bromeaba diciendo que a su esposa no le gustaba nada excepto «Suiza y la limonada». Pero es indiscutible el peso que tuvo en la obra de su esposo. Creados a lo largo de dos décadas, los retratos que hizo de su compañera (19 de los cuales se encuentran en grandes museos como el Metropolitan, la Fundación Barnes, y el Musée d’Orsay), evidencian las radicales innovaciones por las que Cézanne es una de las figuras esenciales de la historia del arte. En el lienzo que Sotheby’s subasta en Nueva York el 13 de mayo, tasado entre 4,5 y 6,5 millones de euros y procedente de la colección de Rolf y Margit Weinberg, capta a su amada cabizbaja, pero al mismo tiempo nos permite atisbar un reducto íntimo de la familia Cézanne, su pequeño apartamento en el cuarto piso del 67 rue de l’Ouest en Montparnasse. Ejecutado en un momento decisivo en la carrera de Cézanne, en torno a 1877, este óleo revela una novedosa interacción de color y volumen que no solo dota a Fiquet de una presencia digna y solemne, sino que también inaugura un tipo de retrato rabiosamente moderno que influiría en las generaciones posteriores de artistas. Hortense conoció a Cézanne en París en 1869 mientras trabajaba como encuadernadora. Aunque las circunstancias de su primer encuentro se desconocen, un retrato de 1872 sugiere que con 22 años ya posaba para él. El artista se esforzó por ocultar a su familia a su amante y a su único vástago, Paul, temiendo la desaprobación de su autoritario padre, quien esperaba que su hijo se hiciera abogado. Este subterfugio obligó a la pareja a vivir separada durante largos periodos, incluso después de contraer matrimonio en 1886, al cabo de 17 años de relación sentimental. [Sotheby’s, Nueva York. Subasta: 13 de mayo]
