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    Una nueva Movida madrileña

    Resulta un tanto increíble para los europeos que la vida artística y la oferta cultural en Madrid en estos momentos sea tan prolífica a pesar de las continuas amenazas del COVID-19. Una parte significativa del empuje que se necesita para lograrlo viene de manos de galeristas y comisarios. A la unión de estos profesionales, junto a artistas e instituciones culturales, debemos el éxito de iniciativas como Arco Gallery Walks 2021, la edición XXVIII de la feria de arte contemporáneo ESTAMPA y el Festival MadBlue ¿Qué papel han tenido en esta “movida” las galerías extranjeras que tienen espacio en la capital?.
    La galería La Cometa, fundada hace más de treinta años en Bogotá, abrió una sede en Madrid en 2019 con la intención de promover de manera exclusiva el arte latinoamericano en España. Con la crisis sanitaria su estrategia inicial ha cambiado de rumbo y su equipo se ha enfocado hacia la promoción de artistas españoles emergentes. Un cambio de planes tan sensato como este, además de procurar su propia salvaguarda empresarial, supone un apoyo notable al sector artístico local. Paloma Jaramillo, su directora, nos explica que todo empezó con la presentación en noviembre de 2020 de la exposición Perfil de escalera del artista Juan Baraja (Toledo, 1984) y la inclusión de este en la nómina de la galería. Ahora, con la apertura de la exposición Amarillomagentanaranja, de Paloma Gámez (Bailén, 1964), todo indica que su meta es profundizar en las dinámicas artísticas españolas y convertir su espacio en una plataforma de intercambio con creadores locales.

    Esta muestra, curada por Luisa Fraile, ha sido muy interesante. Nos ha permitido admirar su obra reciente y adentrarnos en las complejidades de su proceso de trabajo. La artista, que además es profesora asociada del Departamento de Pintura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid, centra su imaginario en el estudio del color, motivo que manipula con frescura, cinismo y cierto grado de cientificidad. Es pulcra y rigurosa en sus observaciones. Y desborda la identidad de lo pictórico en sus continuas exploraciones (inter)medias, gracias al empleo del video, la impresión digital, el dibujo y la instalación. Pero lo más significativo de esta muestra es que la galería La Cometa nos ha deja entrever cuál pudiera ser la táctica a seguir en los próximos años: validar con mayor fuerza el trabajo de los artistas nacionales, anidar en sus estudios, representar sus hábitos creativos y fomentar aún más la colaboración con curadores locales.
    Según un estudio realizado en 2018 por Gustavo Pérez Diez, el número de artistas españoles representados por las galerías madrileñas suponía poco más del 35% de sus nóminas. Déficit promocional que amenazaba con provocar una paulatina devaluación del arte contemporáneo español. Afortunadamente en el último año estamos ante un cambio positivo de la tendencia, especialmente en el mundo comercial. Un claro ejemplo de ello podemos hallarlo en Carabanchel, barrio madrileño donde cada día aumenta el número y la calidad de los estudios de arte. Incluso, ya se especula con la ilusión de que la ciudad pueda ostentar en un futuro no muy lejano su propio “Wynwood Arts District”.
    Téngase claro que fijar la atención en los artistas nacionales en estos momentos no es solo una práctica sostenible, es también una forma de proteger el mercado nacional ante el duro golpe de la crisis. Y que las pocas galerías extranjeras radicadas en Madrid se sumen con tanto entusiasmo y favorezcan sustanciosamente la competencia, es una señal saludable y esperanzadora. [Luis Sicre. Imágenes cortesía Galería La Cometa, Madrid]
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