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    La mejor amiga de una artista

    Más de 200 obras –entre ellas, varias instalaciones impactantes- engalanan el hogar de Valeria Napoleone y su familia en el barrio londinense de Kensington. La mecenas italiana se ha hecho célebre como adalid de las mujeres artistas. “Colecciono todo tipo de arte hecho por mujeres, desde fotografía a instalaciones y cine. En los años 90, las mujeres artistas no eran tomadas en serio y quise ayudarlas. Me encanta reunirme con ellas y apoyar sus proyectos –nos cuenta en la entrevista que publicamos en nuestro número de octubre- Celebro seis cenas al año en mi casa a las que invito a un centenar de invitados y en las que reúno artistas, comisarios y coleccionistas. Hace que mi casa esté viva.” La primera pieza que compró era una fotografía en blanco y negro de Carol Shaford en la que aparecían unas mujeres reflejadas sobre pompas de jabón. Le impactó la idea de que las mujeres parecían estar atrapadas dentro de una casa. “A veces me dicen ‘no me gusta el arte que hacen las mujeres’. ¿Pero qué idea tiene la gente? ¿Algo doméstico, tal vez, bordados o feminismo gritón? Las artistas que colecciono pueden ser delicadas y femeninas pero otras pueden ser agresivas y masculinas. Cuando miro un cuadro nunca sé si es de una mujer o un hombre, a veces no lo sé ni siquiera después de conocer su nombre.” Vanessa García-Osuna

    ¿Recuerda su primera experiencia memorable con el arte? Hubo un momento especial en mi vida como coleccionista que siempre evocaré con cariño. Comencé a coleccionar a finales de los años 90, y solía acudir regularmente a Williamsburg [barrio de Nueva York en el distrito de Brooklyn] donde visitaba un espacio para artistas llamado Pierogi 2000. Williamsburg estaba abandonado. Yo saltaba de un estudio a otro. Conocí a un grupo de creadores locales a quienes compré algunas obras en sus estudios. Estos artistas venían a mi casa a cenar y a instalar las obras que les había comprado. Aquel fue el principio de mi periplo por el mundo del arte; aprendí cómo el vínculo personal con los artistas sería clave en mi labor como coleccionista.

    ¿Qué le condujo a coleccionar arte contemporáneo, y por qué decidió centrarse exclusivamente en mujeres artistas? Surgió de forma espontánea. A mediados de los 90 vivía en Nueva York y el arte contemporáneo estaba por doquier, tanto que resultaba difícil sustraerse. Empecé un master en Administración de Galerías de Arte en el Fashion Institute of Technology que me sumergió en el arte contemporáneo. La decisión de centrar mi colección en las mujeres artistas la tomé nada más empezar a coleccionar y no fue una estrategia premeditada. Fue un desarrollo natural surgido de la profunda fascinación y el entusiasmo por el arte de aquel momento. En aquella época Cindy Sherman, Barbara Kruger y Lisa Lou, entre otras, estaban entre las mujeres artistas que más atención suscitaban. Aportaban lenguajes nuevos, innovadores, frescos y cautivadores. Conecté de inmediato con su trabajo. Yo era muy consciente del hecho de que las mujeres artistas estaban insuficientemente representadas en museos y galerías. Era, y todavía soy, increíblemente sensible a esto y no me podía creer que tanto talento fuera ignorado. Existen tantas artistas talentosas que contribuyen a la cultura contemporánea de un modo significativo que mi lista de deseos sería interminable. Muchas de estas artistas están escasamente representadas, son infravaloradas y reciben muy poca ayuda.

    Usted fue invitada de honor de la feria Pinta London. ¿Hay artistas latinoamericanos o españoles en su colección? Hay artistas de todas partes y que cultivan todo tipo de medios. Una de las que más me emociona es la argentina Amalia Pica. Ha sido una de las últimas incorporaciones de mi colección. Rivane Neuenschwander es otra creadora a quien he coleccionado durante años y por la que siento un profundo respeto.

    ¿Recuerda la emoción que sintió al ver por primera vez algunas obras? ¡Claro que sí!. Cada obra que he comprado me ha provocado emoción y palpitaciones. Conozco muy bien este sentimiento. Después de años coleccionando sé qué reacción quiero sentir frente a una obra. Oír esa voz que te dice ‘¡es justo esto!’. También, cuando me quedo un ratito cerca de una obra y sigo pensando en ella incluso meses después de haberla visto… ese es el tipo de señal que busco. Si tengo que racionalizar demasiado sobre un trabajo o un artista, o encontrar motivos de convencerme, malo…

    ¿Infravalora el mercado a las mujeres artistas? Absolutamente. No es como en los años 90, pero todavía sigue siendo así y no es justo.

    ¿Hay alguna artista que haya sido particularmente inspiradora para usted? Sí, Ghada Amer ha sido una gran inspiración para mí como ser humano, mujer, artista y amiga. Ghada fue una de las primeras artistas de mi colección y nos hicimos amigas, hemos ido creciendo juntas y viviendo experiencias similares. Me enseñó cuánto podía disfrutar de mi relación con los artistas, algo que es muy importante para mi. Aprendí mucho de su espíritu, de su lealtad, de su compromiso y sobre todo, de su integridad.

    ¿Cuáles son las obras más emblemáticas de su colección? Las primeras que adquirí ocupan un lugar especial en mi corazón pues me retrotraen a mis inicios como coleccionista. Además reflejan mis ideas, mi enfoque y mi gusto. Son obras de Ghada Amer, Margherita Manzelli, Shirin Neshat, Andrea Zittel y Lisa Yuskavage. Suelo tenerlas casi siempre muy cerca y rara vez las tengo en el almacén. Como si fueran retratos de familia me recuerdan de donde vengo y quién soy como coleccionista.

    ¿Ha hecho encargos? Sí, pero no me gusta hacerlo a menudo porque pienso que pedir a los artistas es un asunto delicado. Los encargos privados para colecciones particulares, pueden abordarse fácilmente de manera equivocada, por ejemplo, dándole al artista demasiadas pautas. Con frecuencia el encargo es solo una duplicación de una obra que el artista ya ha hecho, y que sólo ha sido adaptada. Pueden salir mal y a menudo carecen de contexto, algo esencial en una obra. Pero dicho esto, he hecho algunos pero siempre sugiriendo al artista que se lo tomara como una oportunidad para desarrollar una idea que siempre hubiera querido explorar, con total libertad. La única condición era que la obra tenía que caber en mi casa.

    ¿Cuáles han sido sus ‘descubrimientos’ más excitantes? Todos han sido apasionantes. Por eso me siento tan increíblemente privilegiada y agradecida a los artistas. Y el entusiasmo no sólo viene de los nuevos hallazgos. ¡Seguir la carrera de una artista y ver cómo afronta nuevos desafíos es igual de estimulante!

    ¿Qué artistas le han dejado más huella? Carolee Shneeman y Phyllida Barlow. Son la prueba viviente de cuánta fuerza y determinación se necesita para ser artista. No basta con el talento. Las dos son supervivientes. Carolee Shneeman acaba de tener su primera individual en Londres. Su energía es sobrecogedora especialmente teniendo en cuenta la extrema fragilidad que impregnan sus obras. La alegría y generosidad de Phyllida Barlow hacen que bajes la guardia. La energía explosiva de su trabajo la retrata perfectamente. Tengo muchos recuerdos increíbles. El más valioso me retrotrae al principio de mi viaje como coleccionista, y es el fuerte sentido de comunidad que hay en el mundo de arte. Lo experimenté por primera vez en Brooklyn, a finales de los años 90, con los artistas que frecuenté en Williamsburg. Comprendí que el mundo del arte funciona como una comunidad, cuyo núcleo son los artistas, y qué importante es para mi sentirme parte de ella.

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