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    Eduardo Arroyo: «Mi patria es la pintura»

    Eduardo Arroyo (Madrid, 1937), pintor, escritor, escenógrafo, escultor, ceramista, amante del boxeo y Premio Nacional de Artes Plásticas en 1982, expone en la galería Carles Taché 45 años de trabajo, desde 1962, una selección de trabajos en papel de muchas técnicas diversas, que será el núcleo de un proyecto bibliográfico, el anticipo de un gran libro. Con su vehemencia habitual y el espíritu crítico de siempre, Arroyo empieza a hablar de su exposición defendiendo la iniciativa privada de las galerías y criticando la política de museos, así de rotundo: “Los museos de toda España y de Europa están haciendo una política que no tiene nada que ver con el arte; están como locos con emergencias, instalaciones y vídeos … ¡y la gente está cansada de todo esto!, pero ellos persisten en este sistema, en esta tontería, descuidando lo que es la historia y las colecciones; entonces, exposiciones como ésta, que los museos no quieren hacer, tienen que hacerlas las galerías. Carles Taché también hizo una exposición de Antonio Saura, magnífica y museal, con el libro Saura erótico. Yo creo en lo privado y jamás en lo público, lo único por lo que me interesa lo público es porque se hace con mi dinero”. Marga Perera

    Es usted muy crítico con los museos… Sí, sigo crítico con los museos, creo que es un problema que no tiene solución, se parecen en todo el mundo como una gota de agua, con el mismo tipo de exposiciones, los mismos artistas… y sobre todo defienden artistas que trabajan exclusivamente para los museos, o sea, artistas que la naturaleza de su obra sólo se puede exponer en museos, no pasan por la venta pública ni por una galería, las instalaciones gigantescas, vídeos… no se van a vender en una subasta o en una galería privada, entonces necesitan unos terrenos… y esos artistas, que son cada vez más, tiene como único comanditario el museo y en consecuencia el Estado, y se convierten en eso que hemos detestado tanto: artistas orgánicos al servicio de los Estados, digo esto en sentido general, no en España solamente, éste es el gran problema, es la injusticia del doble mercado. Hay un mercado oficial y otro privado. Con esto no quiero decir que los museos no compren obras que no estaban destinadas a un museo, pero es cada vez más raro y los museos se convierten cada vez más en museos virtuales, don- de hay más ausencia de obras importantes, y creo que, en general, la situación de los museos es dramática y lo que es grave es ¡aburrida! Lo que hacen es ahuyentar a la gente del arte. Esto ha empezado con el fracaso del 68 y con la idolatría a Marcel Duchamp, que se inventó ese tipo de obras, a través de los ready made. Creo que esto es lo que me hace sentir extraño en el mundo del arte, que no tiene nada que ver con el mundo que yo conocí cuando era joven, o pensé que iba a ser.

    ¿Qué fue para usted Marcel Duchamp? Mis amigos Gilles Aillaud, Antonio Recalcati y yo, en 1965, creímos que el gran enemigo, el ideólogo que iba a traer esta naturaleza funesta y perversa era Marcel Duchamp, por la naturaleza de sus discursos y por el tipo de obra que hacía, que consideraba que todo era arte. Cuando metió en el museo un ejemplar de Coca-Cola elegido por él entre millones y millones de botellas para convertirla en obra de arte… comprendimos el desastre, entonces hicimos una operación bastante conceptual, algo escandaloso, que lo asesinamos en vida y aquello produjo un gran ajetreo y convulsiones… y bueno, estas obras están en el Centro de Arte Reina Sofía y se han convertido en unas obras que, sin quererlo nosotros, manifiestan esa idea que nosotros proferimos sobre los museos. El destino de los museos es verdaderamente extraño, siempre he criticado los museos que tienen obras mías y quizás ahora empiezo a criticar los que no las tienen … y eso ya es preocupante [dice entre risas]. Se ha creado un tipo de conservador de museos completamente burocratizado, donde el artista es él y no lo que se expone, con una especie de mesiánico exclusivismo alentado por el Estado, y en nuestro caso, por las autonomías, que creen todas que deben tener un museo moderno e internacional, y un museo moderno es una aberración y un museo internacional, otra aberración…

    Hagamos un poco de historia: usted fue periodista y en 1958 marchó a París, ¿qué descubrió en París que le movió a ser artista? Yo hice los cursos de periodismo en Madrid, pero lo que yo quería era escribir. Entonces, a mi grupo de amigos nos interesaba la escritura y pensamos que la mejor manera de escribir era empezar en el periodismo como Hemingway y compañía, que también era periodistas. Pero yo tenía algo particular es que yo había dibujado mucho desde mi infancia, mucho retrato, caricatura, comic, viñeta, ilustración…. Cuando fui a París, quería escribir, pero me encontré con el mundo del arte en Montparnasse y a partir de este momento empecé a pintar, soy autodidacta y, como no he pasado nunca por una escuela de bellas artes, fui muy precoz, hice una exposición personal en París y desde los 22 años hasta ahora no he parado, luego he recuperado un poco la escritura porque he perdido la lengua y además, con ocho años en Italia… ahora mi escritura es bilingüe, escribo igual de mal en francés que en castellano, menos en italiano, que lo hablo y lo escribo, pero no me atrevería a escribir literariamente en italiano.

    ¿Cómo vio España cuando volvió? Como un gran fracaso, cuando me dieron el pasaporte hice una exposición en Barcelona, que no fue mal, pero luego en Madrid fue una hecatombe, con resultados nefastos, y la crítica fue inexistente, no hablaron absolutamente nada. La idea de España que yo tuve es la de alguien que se ha perdido la mitad de la película, he vivido la España de fuera y no la de dentro. Cuando volví, en el 77, vi que tenía que irme otra vez y me perdí la transición, que fue lo más interesante. En realidad, España la he descubierto más tarde, a partir del 83, cuando dije que mi integración en España sería cuando yo pintara mi primer cuadro en España. La única exposición que me atreví a hacer en España mientras yo estaba en Francia, fue en el 63, en la galería Biosca, y la cerró la policía. Fue una situación muy complicada para mí y me tuve que volver a ir. Volví a partir del 84, cuando ya había democracia y yo tenía grandes deseos de participar en lo que había y luego pensaba.

    En 1973 fue expulsado de España por antifranquista; en las dictaduras, el objetivo crítico es muy claro. Hoy, cuando el riesgo de criticar es inexistente, ¿sigue siendo tan interesante criticar? Creo que mi función no ha cambiado mucho, me he convertido en un artista clásico, tengo 70 años, y siempre me manifiesto muy claramente. Antes los cuadros trasudaban la obsesión de España, hoy esta obsesión no aparece claramente en mis obras, hago un arte más introspectivo, íntimo y críptico. Los enemigos hoy no son lo que eran, hoy son la autocensura, la exclusión, la falta de memoria, el silencio, la cobardía, la corrupción… antes era más fácil, sólo había uno, era la situación política.

    ¿Qué es lo que puede resultar más provocativo hoy? Me han tachado de ser provocador y panfletario, pero esto no se puede hacer por encargo… Que salga un hombre desnudo en el Nou Camp, para mi no es provocación. Creo que la gente cree todavía hoy en la provocación, y hay un arte emergente que quiere provocar pero, a mi modo de ver, no lo consigue, va cada vez más lejos, a ver qué hacen, cosa que me parece una puerilidad y que tiene una gran relación con lo anterior; todos venimos de algo, pero si no venimos de nada, como estos artistas emergentes… pues es un gran problema.

    ¿Qué relación cree que tiene usted con el pop? No me considero un artista pop, el movimiento al que creo pertenecer es bastante abierto, es el retorno a la figuración que luchaba contra la abstracción reinante en la época, con connotaciones literarias y políticas al mismo tiempo, se llamó “figuración narrativa” o “nueva figuración”. Siempre se nos ha asociado con el pop americano, ¡como si tuviéramos alguna relación con el pop americano o con el inglés!… el inglés es muy festivo, muy relacionado con la música… nosotros estábamos muy politizados, llenos de literatura, pensábamos cambiar la situación… El pop art americano pintaba paisaje americano -de mucho interés- pero estos tres movimientos nacen simultánea- mente, sin que exista ninguna relación entre ellos. Lo que pasa es que la potencia del pop art americano es tal, no olvidemos que estuvo financiado por el Estado americano, que ha sido un éxito mundial, y en nuestra vieja Europa no hemos tenido estas posibilidades. Para mí, el pop español no existe, no tengo nada que ver con esto, una de las cosas que no me han interesado nunca es ese concepto “yo lo hice primero”, nadie inventa nada, todos venimos de todo, las fechas no me interesan, lo que me interesa es un cuadro en sí, si soy capaz de hacerlo o no.

    ¿Qué recuerda usted de su libro Sardinas en aceiteEs importante porque marca un avanzado interés literario, el deseo de continuar escribiendo, y la disciplina de la escritura sigue, y sigo publicando cada vez más. Antes ya me atreví a contar historias, mis cuadros están también llenos de historias, aunque irritan a los estudiosos porque creen que la pintura debe ser pintura y no tener relaciones literarias.

    En Sardinas en aceite dijo: “Pinto mi insatisfacción y mi derrota…” Creo que sí, en un cierto sentido, la insatisfacción es porque siempre estoy dubitativo e insatisfecho con lo que hago. Soy un pintor que escribo, hago teatro… pero soy pintor. Uno se da cuenta, cuando se mira el cuadro, que lleva todas las de perder y que el fracaso está a la vuelta de la esquina, el cuadro va a ganar la batalla, el cuadro gana y me derrota.

    Habrá hecho algo que le haya satisfecho… … Bueno… de vez en cuando digo ¡bueno! esto parece que no está mal… además, yo no vivo con los cuadros, en mi casa no hay cuadros, y en el taller los tengo de cara a la pared o empaquetados, cuando vuelven de las exposiciones no los abro. Yo los veo en las exposiciones. Por eso las antológicas son necrológicas, aunque hay que vivir de ellas porque dan el espejo de uno mismo… cuando se ve un cuadro de hace 25 años uno se da cuenta de que hay errores que no debían haberse hecho, pero no retoco nunca los cuadros.

    ¿Qué es Goya para usted? He escrito mucho sobre Goya, menos que de Velázquez, que para mí es la referencia total. Cuando uno pinta, es bueno pensar que son dos artistas que están en el Prado, son la pintura por excelencia. He escrito más sobre Goya porque da más posibilidades en sentido literario, esta España que supo pintar, que todavía está vigente en algunos casos. Para no quedarme en eso, diría que hay cuatro pintores fundamentales en el siglo XX: Picabia, Derain, Max Ernst y De Chirico -a estos dos últimos les conocí- son artistas que me han puesto en órbita por su actitud, su ética, son campeones de los cuadros no resueltos, que yo llamaría el “cuadro feo”, artistas que no producen en general capolavori.

    ¿Cómo ve el arte actual español? Francamente mal; cuando veo que un artista que me interesa mucho, como Campano, ya tiene 60 años y Barceló, que también me interesa, va yendo… detrás de ellos no veo nada; es un mundo anti-artístico. Vivir y moverme en un mundo sin arte no me interesa. Cuando me topo con algún periódico sobre algún joven que me parece interesante, lo recorto y se lo doy a mi marchante para que vaya a verlo, es la única relación que tengo con el arte de hoy.

    ¿Qué le atrae del boxeo? Tengo una biblioteca de literatura pugilística; creo que el boxeo ha producido buena literatura, incluso buen cine y en algunos casos alguna obra de arte… Bueno, el boxeo me interesa pero está desapareciendo del país, se lo han cargado completamente, igual que pasará con el arte, si seguimos así. Me interesa pero no veo combates, tengo algún amigo extranjero que boxea a gran nivel, pero es un mundo terminado, no hay noticias en el periódico, y la falsa progresía se lo ha cargado.

    ¿No es muy violento? Sí, se pegan, pero el hospital de Toledo está lleno de jóvenes de 16, 17 y 18 años con la médula espinal rota por deportes de alta velocidad, las motos, los coches, el esquí, el montañismo… en boxeo puede haber accidentes, pero lo que estamos viviendo hoy es el gran triunfo de la velocidad, no hablo de la carretera, sino de deportes tremendamente peligrosos, con los que muchos jóvenes mueren… En boxeo, algunos acaban sonados, pero en el ranking de deportes peligrosos el boxeo está en el número 12, son estadísticas oficiales. En España no se puede boxear porque no se habla en los periódicos, no se publicita… pero la gente boxea en los gimnasios. Hay que decir que para el boxeo y la esgrima se necesita una enorme disciplina, con una mentalidad de alumno y de respeto hacia el profesor, se aplica una relación tajante entre maestro y alumno.

    ¿Cómo van los 100 hijos de Joe Louis? Se ha terminado, fue un sueño, porque vimos que no podíamos hacer renacer el boxeo, como deporte, es un fracaso más a las muchas empresas en las que he participado.

    ¿Qué piensa de la polémica de los toros? Es una polémica estúpida e insoportable, son ataques lamentables de franjas de gente que les molesta. Forma parte de la tradición y España ha tenido que hacer frente al toro ibérico porque ha existido desde tiempos inmemoriales, y lo tienen difícil los antitaurinos. Detesto las prohibiciones y si seguimos así acabaremos sin poder salir de casa.

    Usted se reúne en León, en verano, con sus amigos ¿De dónde viene su vínculo con León? Es la casa de mi bisabuela, la casa de mi abuela, de mi madre, de mi infancia… La habíamos perdido y tuve la suerte de comprarla. Me siento muy ligado a estas montañas porque no tengo raíces, porque haber nacido en Madrid no se puede reivindicar. Es de Madrid el último que ha llegado. La casa de León es un sitio muy poético, donde trabajo y vivo bastante tiempo.

    ¿Cómo son los encuentros de verano en León? Son encuentros de música clásica, estamos muy contentos, este año es el décimo, hacemos cosas para llenar el pueblo de música, una vez al año, el fin de semana que va de julio a agosto, es todo muy modesto, pero se hace un concierto de música clásica de gran calidad… es en Robles de Laciana.

    ¿Ha instalado ya su escultura Eolo en León? Esta escultura pública en León es un problema por una intervención de Ecologistas en Acción porque está cerca de la muralla; es un conjunto de esculturas muy ambicioso, no sé si lo van a poner o no, yo he hecho mi trabajo, pero no lo voy a convertir en el problema que llevó a la tumba a Chillida con Tindaya. Para mí el trabajo ya está hecho y esto es lo importante, y me preocupa muy poco si quieren ponerla o no.

    ¿Qué le preocupa a usted? Me preocupa la cultura y el entorno, me preocupa, en realidad, todo, las cosas y la vida, y me preocupa mucho el arte y la pintura, y me parece importante porque mi patria es la pintura.

    ¿Va a volver a hacer cerámica? Desgraciadamente, esa es la asignatura pendiente porque hace unos 25 años que no hago cerámica, lo que pasa es que para hacer cerámica tendría que cambiar mi vida y mis costumbres, ir a vivir a sitios donde hubiera fábricas, tendría que replantearme muchas cosas y no sé cómo voy a hacerlo, incluso he pensado en mi casa de León… pero un taller de cerámica es un lío, y luego hay algo que para mi también es complicado, no soy muy paciente y la cerámica requiere mucha paciencia. No quisiera apartarme de la cerámica, me interesa muchísimo, hice mucha cuando vivía en Italia, en los años iba a Isola d’Asti, cerca de Génova, donde pasaba largas temporadas…

    ¿Qué proyectos tiene? Decorados de Bruno Bruni en la Ópera de Zurich, una exposición de esculturas y lienzos recientes en el IVAM en enero del año próximo, el libro que he escrito para el Museo de Bilbao sobre La Gioconda, una exposición en mi galería de París y una exposición de reconocimiento a mi generación, en el Grand Palais de París, de la generación que se formó en Francia desde los años 60 que somos una docena; ha habido muchísimos españoles en París en esa época, pero yo era el único figurativo español en el París de entonces, desde los años 59 hasta los 70.
    Eduardo Arroyo

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