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    Luis Gordillo, tan lejos, tan cerca

    Su larga trayectoria ha ido acompañada de reconocimientos y distinciones, y su influencia en las jóvenes generaciones de artistas le han hecho merecedor del premio más halagador para Luis Gordillo (Sevilla, 1934): el Premio Velázquez, concedido en 2007 por ser el introductor del lenguaje del pop internacional en la escena artística española. El prestigioso artista sevillano nos concede una extensa entrevista para repasar su dilatada su carrera, y nos descubre su último proyecto, la exposición Tancercatanlejos que presenta la Galería Marlborough de Madrid, argumentada con una veintena de piezas que nos acercan a su particular mundo del pensamiento y de la expresión estética. [Foto: Pilar Linares]. Marga Perera

    ¿Cómo fueron sus inicios como artista? Muy difíciles. Fui un artista muy vanguardista y no creí que con mi pintura llegase a ser conocido, ni me hacía ilusiones. Viví en París bastante tiempo y mi vida transcurría en condiciones elementales. Antes, los artistas no teníamos la obsesión por el reconocimiento y el éxito, como los creadores jóvenes de hoy día, que lo quieren inmediatamente; entonces pensábamos que todo eso era a largo plazo, si llegaba a ocurrir. Hice muchos trabajos para ganarme la vida. En París trabajaba como vigilante de noche en un local y cuando estuve en Londres fregaba platos y además iba a un banco a limpiar por la mañana muy temprano… en aquella época creíamos que la vida de un artista era eso. Yo había estudiado Derecho y venía de familia de clase media acomodada, pero éramos ocho hermanos y pensaba que si quería ser pintor tenía que arreglármelas por mi cuenta. Cuando volví a Madrid, hice mi primera exposición en 1964 y las cosas ya fueron rodando, poco a poco, pero fui tenido en cuenta. Eso sí, vender un cuadro era imposible [dice sonriendo], yo no he vendido hasta ya muy tarde… Tuve la suerte de tener un galerista muy bueno, Fernando Vijande, que me contrató; me pagaba una mensualidad y yo podía seguir trabajando. Viví así durante quince años; él confió mucho en mí porque me pagaba y los cuadros no se vendían… Claro, sus hijos actualmente tienen muchos cuadros míos. Mi vida hubiera sido muy distinta sin su ayuda.

    ¿Cuáles han sido las exposiciones más importantes de su vida? A finales de la década de 1970 hice una pequeña antológica en Sevilla, en el Centro de Arte M11, que fue muy importante para mí, pero después he tenido otras, como la retrospectiva que hice en el MACBA de Barcelona, que luego fue al Museo de Essen. También destacaría la del Reina Sofía. He expuesto en el Museo de Bonn, en Dallas, y en Nueva York he hecho varias exposiciones con la galería Marlborough; en Alemania he expuesto bastante con galerías privadas, y también lo hice en la Galería Maeght, a finales de 1970, en el gran palacio que tenía la galería en Barcelona.

    En 1981 recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas, ¿qué significó para usted? La verdad, no me di mucha cuenta de lo que era. Era la segunda vez que se daba el Premio Nacional en democracia y entonces en vez de entregar uno se daban cinco a la par; yo lo recibí junto con Joan Hernández Pijuan, José Hernández, Andreu Alfaro y Manuel Ángeles Ortiz; fuimos un grupo y la verdad es que no le presté demasiada atención. Ahora es muy prestigioso, pero antes… En cambio, sí que fue muy importante para mí el Premio Velázquez, que lo recibí bastante más tarde y es un premio de mucho más nivel y además ya se estaba otorgando internacionalmente; se había concedido a varios artistas latinoamericanos, algunos de ellos de renombre y muy en la vanguardia internacional, y realmente me consolidó mucho interiormente; ése para mí ha sido el más importante que he recibido porque me los han dado todos [dice sonriendo]… a nivel andaluz, a nivel nacional…

    El Premio Velázquez, que se le concedió en 2007, fue el máximo reconocimiento del Estado Español como figura influyente en los últimos 40 años, por ser “el introductor del lenguaje del pop internacional en la escena artística española”. Pues sí… El informalismo, como la estética de Tàpies y de otros artistas, me gustó mucho pero llegué tarde; en cambio, sí estaba preparado para recibir el pop, y creo que Arroyo y yo fuimos los primeros porque ya en 1963 yo hacía cosas pop. Después, a principios de la década de 1970, mi obra tuvo mucha influencia en artistas jóvenes como Carlos Alcolea, Carlos Franco, Chema Cobo… y en ese grupo que se llamó Nueva Figuración Madrileña, de la que históricamente se me atribuye la paternidad… Es cierto que a los jóvenes siempre les ha interesado mi trabajo y eso me halaga muchísimo; pocas cosas pueden halagarme tanto… porque los jóvenes siempre tienen la razón [asiente sonriendo].

    ¿Ha cambiado mucho la vida de las artes plásticas desde que llegó a Madrid hasta el momento actual? Es como si fuera otro planeta y otros personajes. A pesar del pesimismo que a veces sentimos ahora, las condiciones yo creo que se han normalizado, que ya es mucho. Hay una infraestructura en torno al artista que era inexistente entonces. En Madrid, por ejemplo, la aparición del Museo Reina Sofía supuso una estructura de credibilidad y apoyo a las artes plásticas contemporáneas importante. Actualmente su director, Manolo Borja, además ha conseguido situar al museo como un referente de proyección internacional.

    Usted, en los años 1970, hacía obra experimental con fotografía… Siempre ha ido fotografiando el desarrollo de su obra; las piezas que expone ahora en Marlborough ¿tienen relación con este proceso fotográfico? Es curioso porque yo he utilizado todos los medios técnicos que existían entonces para ampliar el ámbito de la pintura –estoy hablando de antes del ordenador– y empleaba el offset, la serigrafía, la fotocopia, la fotografía… todo lo que había entonces para transformar la pintura directa en algo más controlado, más experimental, abriendo un campo más amplio donde yo pudiera controlar el proceso y ampliarlo también; así podía, por ejemplo, transformar el color, que me interesaba mucho. Recuerdo que en PhotoEspaña se hizo una exposición, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, de toda mi fotografía de los años 1970, que normalmente era en blanco y negro, e hice series grandes de las que me siento muy orgulloso, que luego he seguido exponiendo en las antológicas. Y después de los 70 continuado haciendo mucha fotografía. Yo fotografío constantemente lo que ocurre en el estudio, cuando estoy pintando voy fotografiando, y no sólo el proceso del cuadro sino también trozos del cuadro que me interesan y después con ese material elaboro nuevos cuadros… Y también hago fotos de cosas de la realidad, sobre todo cuando voy de viaje… me interesa mucho pero siempre me da miedo sentir que yo no soy fotógrafo frente a los fotógrafos profesionales. ¡Tengo ese complejo y no sé cuándo me lo voy a quitar!

    Ahora, en la exposición en Marlborough presenta obras que incluyen fotografía, ¿son fotografías recientes o de tiempo atrás? La concreción de la obra es reciente. Por ejemplo, en A corazón abierto, una obra de cuatro metros de ancha, las fotos vienen de antiguo, Capitalismo ovárico, de la que tomé muchas fotografías, sobre todo parciales porque era un cuadro muy grande, y sobre estas fotos he hecho esta serie, transformando mucho el proceso y concretándolo todo.

    ¿Qué ha cambiado en su obra actual respecto a lo que hacía en los años 70 cuando utilizaba fotografía y técnicas de reproducción mecánica? Mi obra ha cambiado muchísimo… [afirma sonriendo]. Hay artistas que llegan a un estilo o a un sistema, lo aprenden y ya se embalan y les va bien y venden… en mi caso es lo contrario porque no me gusta insistir en lo mismo; para mí, lo gracioso es divertirse con la pintura, y sobre todo investigar y encontrar cosas nuevas, y por eso en mi obra siempre hay novedades. Recuerdo que una vez vino un señor al estudio porque quería comprar alguna cosa mía. Cuando le enseñé lo que tenía me dijo: “bueno, bueno, ¡pero esto no son ‘gordillos’!”. Él quería algo de lo que había visto antes… y claro, mi obra va cambiando, pero no tiro por la borda lo que he aprendido; mi obra consigue ser muy ecléctica en el sentido en que están presentes todos los hallazgos que he aprendido en mi vida: hay elementos pop, sigue habiendo elementos informalistas, y por otro lado es muy geométrica, aunque parezca mentira, porque está muy controlada, muy medida y muy estudiada… hay cuadros que cuando los empiezo ya tengo un estudio muy detallado de lo que van a ser; en cambio, otros son muy espontáneos; me gusta alternar las dos situaciones y además me gusta que sea así porque son dos necesidades mías. En algún momento pensé que eso era un defecto, que era como tener dos almas distintas: una muy expresiva, espontánea, y otra medida, muy controlada, y llegó un momento en que pensé que por qué tenía que renunciar a una, si era normal en mí… bueno, creo que así es más rico, más entretenido.

    A menudo usted engancha en la tela papeles sobre los que va pintando para explorar distintas opciones en el cuadro, ¿qué hace luego con estos papeles? Llega un momento en que los cuadros se van haciendo y es muy difícil echar más pintura encima; hay artistas que lo hacen pero para mí llega un momento en que tengo que respetar lo que hay en el cuadro y para ir transformando algunas partes o corregir algo, en vez de pintar directamente lo que hago es poner un papel y pintar encima hasta que doy con la solución, que puede ser un solo papel o muchos, y cuando lo resuelvo y estoy tranquilo, entonces lo pinto en la tela. Luego, estos papeles son como un tesoro porque puedo trabajar con ellos. Últimamente he hecho un cuadro, que está en la exposición, Travelling de bañistas, que es de los lienzos a los que he dedicado más tiempo en mi vida… lo trabajaba, lo dejaba, lo cogía otra vez, lo volvía a dejar, a los meses lo volvía a coger… cuando un cuadro se resiste y no sale, vale más tranquilizarse; pero lo cogía muchas veces porque me interesaba y finalmente lo he solucionado y lo he expuesto. Para ese cuadro hice muchas pinturas en papeles y empecé a ponerlos en la pared con chinchetas al lado del lienzo y me di cuenta de que estaba empezando a hacer otro cuadro, y me pareció muy interesante.

    Estos papeles, ¿los utiliza a modo de bocetos para pintar nuevos cuadros o también como obras por sí mismos? Normalmente los utilizo para hacer collage, a veces incluso están tirados por el suelo y cae otro encima y veo que funcionan. No los guardo todos, sólo los que más me interesan, y en algún momento pueden servir para apoyarme para un nuevo cuadro…

    Pinta cuadros de formato vertical para luego ensamblarlos para formar un cuadro más grande, ¿es el caso del políptico Aclimatación de plantas nocivas?, ¿podría hablar del proceso de cómo se va formando el cuadro? Sí, precisamente, Aclimatación de plantas nocivas es el cuadro del que le hablaba y está formado con elementos verticales, altos y muy delgados, de 36 cm. Los pinto uno a uno por su cuenta, es un trabajo muy libre, muy de descanso, que lo voy haciendo poco a poco, sin obsesionarme demasiado y luego los voy juntando, voy viendo cómo funcionan entre sí, los puedo cambiar de sitio, puedo darles la vuelta y ponerlos de arriba abajo… este cuadro tiene 12 elementos y hasta el final pueden estar funcionando libremente porque al poner cada elemento, uno al lado de otro, se produce como un chispazo y mientras tengo abierta la serie parece como si hubiera una especie de fluido; en esta ocasión había pensado en un cuadro de 7 metros, que es lo que mide la pared más grande de la galería, pero me pareció ostentoso y lo limité a unos 4 metros, pero es una manera muy curiosa de trabajar, yo diría que generosa, abierta y libre. Esto me descansa, los otros cuadros son tan controlados…

    Y a propósito, ¿qué son estas plantas nocivas? ¡Dios mío! Cuando le dije el título a mi mujer, Pilar, que me ayuda mucho, puso una cara… [sonríe] y me dijo ‘¿por qué no pones un título un poco más amable?’ Pero a mí me gustan estos títulos que están entre lo dramático, la ciencia ficción y algo agrio. Plantas nocivas… pues no sabría decir… bueno, podría haber dicho “aclimatación de plantas maravillosas”, pero yo prefiero nocivas, porque crea una especie de historia de miedo, de misterio…

    ¿Qué importancia tienen para usted las series? Para mí la serie es importante porque es el desarrollo de una idea y si tiene suficiente fuerza me interesa desarrollarla y esto inevitablemente da lugar a una serie; últimamente he hecho alguna, como los Contraespejos, que la presenté completa hace poco en la galería Joan Prats de Barcelona; recientemente he desarrollado otra, que se llama Lágrima, que he expuesto en México. Son trabajos en los que interviene mucho el ordenador, el photoshop, el collage y problematizo mucho el elemento previo; es decir, que llego a estudios muy terminados y de mucha investigación sobre la imagen. Ahora he hecho una pequeña serie, Cabezas; yo ya hice cabezas en los años 60, mi etapa pop, que fueron importantes en mi obra en aquel momento, pero siempre ha habido cabezas en mi obra. No hace mucho hice una exposición en el Alcázar de Sevilla con cabezas de diferentes épocas y quedó muy bien.

    También hizo usted una cabeza enfrentada a una sombra, como una máscara, Asustado por su sombra. ¿A qué sombra se refiere? Pues será que me asusto de mi propia sombra… es que los artistas somos muy asustadizos [bromea sonriendo]; en mi caso, la seguridad la he ido adquiriendo con el tiempo; cuando la obra gusta y la compran uno se siente más tranquilo, pero esa tranquilidad me ha llegado muy tarde. Tengo que reconocer que, especialmente en España, me tratan muy bien, y no tendría derecho a dudar tanto, pero también creo que sentir duda e intranquilidad frente a la obra es algo más bien positivo porque es un acicate, una energía, que ayuda a seguir trabajando como si fueras joven o si estuvieras empezando.

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