Tan lejos, y a la vez tan cerca: África conserva un aura enigmática que seduce al mundo occidental. Históricamente, las grandes exposiciones de arte africano se han celebrado en Europa y Estados Unidos, y como resultado de ello el arte africano “ha sido definido, escrito y determinado por los historiadores y especialistas occidentales” según el galerista Clive Kellner, comisario de la muestra Africa Remix, que está recorriendo las principales pinacotecas internacionales con gran éxito reflejando el renovado interés que suscita el arte procedente de ese continente. El mercado no permanece ajeno a este fenómeno, y este último año la sudafricana Marlene Dumas ha desbancado de la lista de más cotizadas a Louise Bourgeois, Joan Mitchell y Eva Hesse. Su cuadro La profesora (1987), que muestra a un grupo de colegiales posando con su maestra para una foto, fue adquirido por las galerías Acquavella en Christie’s (2005) por 2,5 millones de euros, y ha formado parte de la exposición Marlene Dumas: Midiendo tu propia Tumba en el MOMA.
¿Es África la nueva China?
La primera subasta de arte moderno y contemporáneo africano celebrada el pasado 8 de abril en la sede londinense de Bonhams se saldó con una recaudación de 400.000 euros y cuatro récords para artistas africanos despertando gran interés mediático.
Giles Peppiatt, jefe del departamento de Arte Africano de Bonhams, dijo tras la subasta: ”se trata siempre de un esfuerzo encomiable el hecho de arriesgarse a abrir brecha en el mercado organizando una subasta inédita, en medio de la peor recesión económica de los últimos 80 años. Pero los resultados alientan nuestra esperanza de que existe un futuro brillante para los artistas africanos modernos y contemporáneos.
Mucha gente mira este mercado pensando que tal vez sea la nueva China. Esperamos que en dos o tres años esta categoría pueda generar un volumen de mercado de 12 millones de euros”.
75.000 euros se pagaron por Negritude, de Benedict Enwonwu (una gran revalorización para este artista que hace apenas cinco meses vendía en 21.500 euros su Naturaleza muerta subacuática) mientras que un grabado de William Kentridge, Pareja, alcanzó los 22.500 euros.
El famoso artista ghanés El Anatsui consiguió otro récord con su escultura 2 (Helicóptero) que dobló su estimación previa adjudicándose en 34.000 euros. En una entrevista reciente, el creador reconoció que “efectivamente el arte africano contemporáneo y moderno está recibiendo atención internacional nuevamente, es algo cíclico. Hubo un pico de interés en la década de los 70 pero decayó en los ochenta. Volvió a resurgir nuevamente en los noventa para desinflarse y parece que ahora ha venido para quedarse y no ser una moda pasajera”.
El escultor africano, participante en la Bienal de Venecia, suele vender sus esculturas entre 150.000 y 340.000 euros; el pasado octubre se pagaron 390.000 euros en Sotheby’s por una de sus emblemáticas esculturas con tapones de botella de metal –su récord en subasta hasta la fecha- .
Un mercado en expansión
Aunque los africanos constituyen un porcentaje ínfimo dentro del grupo de los más ricos del mundo, no hay que pasar por alto el dato de que en el 2005 Sudáfrica acreditó el mayor crecimiento de millonarios (15,9%), junto con Corea del Sur (21,3 %), India (19,3 %) y Rusia (17,4%). Uno de los efectos colaterales de este aumento del número de ricos ha sido el auge de la demanda de obras de arte realizadas por artistas nativos, especialmente los maestros modernos de principios del siglo XX. Siguiendo las tendencias no era de extrañar que la casa Bonhams se decidiera a programar en su calendario subastas de arte africano y ser la primera en explorar este nicho. La primera venta tuvo lugar en mayo de 2007 y planeaban celebrar dos subastas semestrales dedicadas al arte de Sudáfrica; siendo la primera venta monográfica que se organizaba fuera del país africano.
A pesar de su reducido segmento y de los presagios funestos, el experto Giles Peppiatt auguró que el interés de la venta sería mundial. “Esencialmente nuestros compradores proceden de tres grandes grupos. Los sudafricanos residentes en el país y expatriados –fundamentalmente residentes en Londres y Nueva York- mientras que el tercer grupo lo compone una categoría heterogénea formada por no sudafricanos, sobre todo ingleses y norteamericanos, así como un pequeño núcleo de compradores rusos que intentan diversificar su cartera de inversiones.
Las mejores previsiones se cumplieron con creces. El lote estelar fue un autorretrato del pintor modernista Gerard Sekoto –muerto en el exilio en Francia en 1993- que multiplicó por diez su estimación inicial hasta alcanzar los 140.000 euros. Pero si hubo un cuadro que eclipsara a todos los demás fue Baobab, de J.H. Pierneef que se vendió por 930.000 euros a un comprador anónimo.
Aunque igualmente acuciado por la crisis económica mundial, el mercado sudafricano para pintores contemporáneos locales, no obstante, permanece relativamente boyante ajeno a la tormenta. Esto quedó demostrado en una subasta celebrada en Johannesburgo por la sala Stephan Welz & Co que recaudó más de 350.000 euros, el segundo precio más alto en una venta local; la estrella de la sesión fue un óleo de Pierneef (Tormenta acechando en la sabana) rematado en 250.000 euros.
Los pioneros
El arte contemporáneo africano cobró mayor protagonismo internacional en las décadas de 1950 y 1960 teniendo su epicentro en Sudáfrica con artistas como Irma Stern, Cyril Fradan, Walter Battiss y la galería Goodman de Johannesburgo. Recientemente otras galerías europeas se han sumado a la corriente, destacando significativamente el papel que juega la galería October de Londres, y coleccionistas como los italianos Jean Pigozzi y Gianni Baiocchi. La galería barcelonesa que dirige Tasneem Salam es la sala de referencia para los coleccionistas que buscan en artistas africanos contemporáneos. En sus últimas muestras han ofrecido trabajos de los ghaneses Ablade Glover y Wiz Kudowor.
Hasta ahora las exposiciones sobre arte africano han estado a cargo de comisarios que viven y trabajan fuera del continente, aunque existe una nueva generación liderada por los nigerianos Okwui Enwezor –que fue director artístico de la Documenta 11- y Olu Oguila, el sudanés Sallah Hassan, o los sudafricanos David Koloane y Colin Richards. En 1994 se levantó el boicot cultural a Sudáfrica y en 1997 Okwui Enwezor fue elegido comisario de la II Bienal de Johannesburgo. Pero sin duda, hay dos puntos de inflexión: la exposición Africa Explora organizada en 1991 por el MOMA que fue la primera en abrir un debate del arte africano en Occidente, y el Pabellón de África en la Bienal de Venecia de 2007 que mostró la Colección Sindika Dokolo de Arte Contemporáneo Africano, sirvieron para desterrar muchos mitos y prejuicios.
Un continente, mil caras
Marlene Dumas,William Kentridge, Kendell Geers, Yinka Shonibare, Zerihun Yetmgeta, Odhiambo Siangla, Olu Oguibe, Lubaina Himid y Bill Bidjocka integran la nómina de personalidades más respetadas, mientras que las bienales de Dakar, Senegal y Johannesburgo, conforman los nodos más importantes del circuito africano contemporáneo. A pesar de que muchos artistas contemporáneos suelen tener dificultades para posicionarse en el mercado internacional, irónicamente su énfasis por el arte abstracto ha sido percibido por los occidentales como una simple imitación de los cubistas y vanguardistas del siglo XX como Picasso, Modigliani y Matisse, originariamente muy influidos por el arte tribal africano.
El arte: ‘un arma cargada de futuro’
El presidente de la Fundación Sindica Dokolo, es un joven empresario nacido en 1972 en Kinshasa, promotor de una de las iniciativas más estimulantes del continente.
El propio mecenas apunta que “Es un dato poco conocido que los presupuestos culturales de muchos países africanos son relativamente grandes en proporción a sus recursos disponibles. Paradójicamente, en África, el arte es una actividad donde el grado de dependencia alcanza sus máximas cotas. Al margen de las consabidas excepciones, el mundo del arte contemporáneo no es africano: no lo son sus coleccionistas, ni su planteamiento sociológico ni filosófico. No controlamos nuestro ámbito cultural y eso tiene un claro impacto en el contenido de nuestra producción artística. El artista produce lo que el público espera. Artistas como Kendell Geers, Ghada Amer, Yinka Shonibare, Billi Bidjocka, Marlène Dumas, William Kentridge, Olu Oguibe, Chris Ofili y Pascale Marthine Tayou se buscan la vida en Londres y Nueva York y se han consagrado haciendo de su africanidad su seña de identidad. La calidad de su trabajo les ha abierto las puertas de la Documenta de Kassel, la Bienal de Venecia, el Museo Mori de Tokio, el Pompidou o el MOMA de Nueva York …todos al frente de la vanguardia artística. Promocionando la cultura de la belleza y la inteligencia en nuestro continente contribuimos a dignificar al pueblo africano”.
Vanessa García-Osuna