• tendencias del arte

    Cildo Meireles: «Creo en todos los dioses pero en ninguna religión»

    Cildo Meireles (Río de Janeiro, 1948), uno de los artistas más importantes de la vanguardia brasileña, y ganador del Premio Velázquez de las Artes Plásticas 2008, expone su obra en el MACBA: sus Cantos, de finales de los 60, dibujos geométricos que dieron lugar a una lectura política durante la dictadura; su Arte físico, obras inspiradas en la geografía y el paisaje de la tierra brasileña, también de los 60; su obra más polémica, de los 70: Inserciones en circuitos ideológicos, como el Proyecto Coca-Cola y Proyecto Billete de Banco, botellas retornables y billetes con mensajes políticos estampados y puestos nuevamente en circulación. Asimismo, Meireles presenta sus grandes instalaciones, en la mayoría de las cuales puede participar el espectador poniendo en marcha los procesos de percepción y sus falacias. Otra de sus obras críticas es Misión/Misiones (Cómo construir catedrales), de 1987, un recuerdo histórico de los asentamientos de los jesuitas en Brasil desde 1610 a 1767 para catequizar a los indios, la obra es una crítica del poder político y económico de la iglesia. Interesante también es Babel, de 2001, una torre construida con aparatos de radio, todas ellas emitiendo a diferentes frecuencias: la torre de la incomprensión.

    Para usted han sido muy importantes los viajes por Brasil, ¿cómo ha condicionado esto su obra?
    Seguramente el viaje me ha condicionado porque desde niño, por el trabajo de mi padre, viajábamos mucho, y esto ha condicionado toda mi obra por varias razones, entre ellas, las sentimentales. Fui a Brasilia, por ejemplo, cuando tenía 9 ó 10 años, antes de que la ciudad se inaugurara, se trabajaba con una actividad a un ritmo febril, se trabajaban tres turnos de ocho horas, de noche y día; por la noche, uno se acostaba cuando todo era tierra y cuando se levantaba estaban pavimentadas las autopistas, había iluminación… era una cosa como mágica. Los edificios crecían… Entonces no había ministerios ni palacios ni nada, yo iba a jugar con los niños, todo era increíble, íbamos por túneles, había un lago artificial… fue un momento muy especial. Como lo fue antes Belém, que también me marcó mucho porque Belém es una ciudad muy caribeña, donde hay otra alimentación, otra cocina, la música es diferente y la gente también, cada sitio me abría un poco los ojos, era algo inesperado para mí.

    ¿Usted no se considera un artista conceptual?
    Bueno, creo que en mi producción hay piezas que son realmente conceptuales, pero no en el sentido riguroso. La cuestión es que a principios de los años 70 participé en las grandes exposiciones con los primeros conceptuales; el curador del MoMA fue a Brasil y le gustaron mis trabajos, algunos de los cuales están aquí, como Cajas de Brasilia, Coca-Cola y los billetes. Lo que pasó es que después el arte conceptual se volvió muy discursivo, muy teórico, y creo que en el arte conceptual hay cosas muy aburridas, cierto que hay obras magistrales, pero en muchas exposiciones hay que pasar horas leyendo cosas. Creo que algo fundamental es respetar el tiempo del visitante de la obra. En la música, en la literatura… por ejemplo, un libro, hay que leerlo hasta el final para decir si gusta o no gusta, en cambio, en una exposición, si no hay empatía con la obra se pasa de largo… Pero por otro lado, había una cosa que me interesaba mucho del arte conceptual, como lo intelectual, la limpieza… Hay una historia que me gusta contar de un amigo que murió el año pasado; me dijo que hace unos años cuando estaba encerrado en la cárcel, en Brasil, durante la dictadura, si entraba un trocito de caja de tabaco o cerilla en la celda lo cogía y empezaba a imaginar qué haría un artista como yo con aquello, y cuando me contó eso fue para mí como una reconciliación con lo conceptual, y creo que es el movimiento que más ha democratizado la producción y la percepción de una obra de arte… desde entonces ha habido mucho más público, con lo mínimo se puede hacer todo… es una característica muy generosa, porque para pintar hay que tener pinceles, telas, lo mismo que en la escultura, pero en arte conceptual, no, porque en cierta manera negó toda esa estructura del arte, y detrás del arte conceptual hay lo mínimo. Hay artistas que trabajan casi con basura y esto es muy interesante, muy democrático.

    ¿Hasta qué punto se siente usted comprometido con la situación política?
    No se puede huir de la política porque somos seres políticos. Recuerdo una frase del crítico de arte Mario Pedrosa, que “el arte debería ser la práctica experimental de la libertad”, y por tanto cada artista debería luchar y ejercitar el derecho a la libertad, en el sentido que si quiere hacer arte político, lo haga, y si quiere hacer otra cosa, también. Yo empecé como dibujante y con ellos expresaba la situación histórica y política del Brasil. Yo, como individuo, quería limpiar mi mente, y sin conocer a Pedrosa, quería ejercer mi derecho a libertad. En esos años, durante la segunda mitad del 67 y 68, Brasil estaba muy cargado políticamente; el mayo del 68 en Brasil empezó en marzo, cuando el régimen mató a un estudiante y había confrontaciones diarias, en aquel momento yo participaba siempre que podía en manifestaciones. Mi escuela -la Escuela Nacional de Bellas Artes- estaba en el centro de las manifestaciones y hasta el 69 seguí haciendo lo que creía y seguía participando en manifestaciones de estudiantes. En el 69 estuve invitado a una exposición para presentar Brasil en la Bienal des Jeunes de París y tres horas antes de la exposición la policía cerró el museo y le dio tres horas al director para desmontar la exposición, algunos artistas pasaron por un proceso político-militar… en esta exposición yo tenía los Cantos, que no era político, pero fue en ese momento cuando me sentí impelido a hacer trabajos políticos, pero no quería arte panfletario porque creo que el arte puede hablar de cuestiones políticas pero no puede quedarse en la cosa inmediata, superficial y panfletaria, porque sería muy pobre. Entonces, en todos los trabajos políticos que he hecho lo que me interesaba es que tuvieran lenguaje, diálogo y una tentativa de expansión.

    ¿Qué repercusión tuvo el proyecto Coca-Cola?
    Creo que en Brasil, casi nada en aquel momento, sí tuvo repercusión entre los amigos, los más próximos… era un círculo pequeño… después, una amiga historiadora supo que la policía buscaba los billetes, porque los billetes circulaban más.

    Usted trabaja con la percepción humana, ¿qué es lo que más le interesa de ella?
    Es difícil decirlo… no sé, creo que la idea de fraternidad, he hecho cosas pensando, en el fondo, en la posibilidad de que la especie humana pueda alcanzar verdaderamente un estado de fraternidad, que es lo que vivíamos antes de nacer, porque nacemos iguales…

    Y los sentidos, el tacto, la vista…
    Ah, sí, hay una pieza, Eureka/Blindhotland, que es el balance entre lo que ves y lo que haces y queda muy claro cuando hablamos de densidad, que es masa dividida por lo que ves, que es el volumen, el trabajo juega mucho con eso, intentar burlar la percepción, el principio de Arquímedes…

    En su obra también hace referencia al poder religioso y capitalista…
    Pienso que creo en todos los dioses, pero no en ninguna religión; creo que en realidad la religión es una forma de utilización capitalista de la fe. La religión es sistemáticamente una manipulación de la buena fe de las personas. En ese sentido, para mí, son todas iguales. Uno no se da cuenta de que es una dictadura, como en este momento actual, el caso de Berlusconi, que pasa por encima del poder del Congreso e impone una decisión y la única institución que lo apoya es el Vaticano; la iglesia católica romana siempre ha acumulado riqueza con un discurso falso, y se aprovecha de la fe de las personas y esa utilización es lamentable. Y luego la globalización, que es una tentativa desesperada del capitalismo de salir bien, porque vivimos en una situación capitalista que se funde en el concepto de infinidad; se fabrican coches y objetos… se fabrica lo mismo que se fabricaba hace cinco años… entonces el capitalismo industrial presume de no parar pero el terreno es finito, eso lleva a una colisión. Creo que la globalización es una especie de forma de sobrevivir del capitalismo. Pero por otro lado, la idea de nación tampoco me gusta.

    M. Perera

    Meireles

  • Portada

     

  • Caixaforum

  • Barcelo La Pedrera

  • Museo Picasso Malaga

  • Chillida Leku

  • Museo Mares

  • Lanzarote

  • Museo Goya