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    Chillida en ‘Chez Maeght’

    Las troneras están revestidas de alabastro en el Caserío Zabalaga, edificio central del museo Chillida Leku —leku es «lugar» en euskera—, en las afueras de San Sebastián (Gipuzkoa), muy cerca del mar Cantábrico. Este detalle es un guiño a ciertos materiales esenciales en la obra de Eduardo Chillida (1924-2002), artista que este 10 de enero pasado habría cumplido cien años de vida y al que ahora se rinde homenaje con una exposición que reúne diecisiete piezas emblemáticas suyas y de otros diez grandes artistas que, además, fueron amigos: Jean Arp, Alexander Calder, George Braque, Marc Chagall, Alberto Giacometti, Julio González, Barbara Hepworth, Joan Miró, Pablo Palazuelo y Antoni Tàpies. 

    A Chillida siempre le incomodó la arcilla, hasta que descubrió la llamada tierra chamota —material granular obtenido de la pulverización de ladrillos, piedras refractarias u otros productos cerámicos— en la Fundación Marguerite et Aimé Maeght, en los alrededores de Saint-Paul de Vence (Francia). Este enclave privilegiado situado frente a otro mar —el Mediterráneo— fue crucial en la vida de Chillida. Invitado por la célebre pareja de marchantes franceses, allí solía instalarse junto a su mujer, Pilar, y sus hijos durante los largos veranos de los años sesenta y setenta del siglo pasado. En el día a día, pudo trabar amistad con los artistas de Universo Maeght, exposición que conmemora el nacimiento del gran escultor español y a la que seguirán otros homenajes a lo largo del año. 

    Vista de la exposición. Foto: Telmo Sánchez Ugalde

    “Contamos una historia para celebrar unas vivencias muy especiales”, reconoce Mireia Massagué, directora de este bellísimo museo único —el Chillida Leku— que se ha transformado para la ocasión en la ‘Casa Maeght’. La historia se remonta a 1953, cuando Marguerite y Aimé Maeght vivieron una tragedia que les sumió en la tristeza —su segundo hijo, Bernard, murió de leucemia con solo once años— y Georges Braque, Joan Miró y Fernand Léger les animaron a que abrieran un espacio de luz, esperanza y creación. Así nació, en 1964, la Fundación Maeght, donde se reunían artistas, poetas, escritores y filósofos bajo la protección de la famosa pareja de galeristas que dio un impulso destacado al arte contemporáneo.

    «Mon petit»: así llamaba Aimé Maeght a Eduardo Chillida, ya que era una generación menor que el resto de los artistas de la fundación. «Para Pili [en alusión a la mujer del escultor español] y Eduardo», se puede leer en las dedicatorias de algunas de las obras de la exposición, que reúne tres conjuntos artísticos: grandes piezas, obras-objeto y fotografías. 

    Vista de la exposición. Foto: Telmo Sánchez Ugalde

    Así, el gran Homme qui marche II —«hombre que camina»—, escultura realizada a tamaño natural en bronce por Giacometti en 1960, sale por primera vez de la Fundación Marguerite et Aimé Maeght para arropar a los visitantes de esta gran exposición internacional. Entre las piezas destaca en el exterior del museo la majestuosa Morning cobweb —«telaraña de la mañana»—, de Alexander Calder, artista del que también se muestra un gran móvil colgado del lucero interior del Caserío Zabalaga. Asimismo, afuera se exhibe Le pépin géant —«la pepita gigante»—, de Jean Arp, mientras que dentro se pueden admirar otras obras principales de Braque, Hepworth y Palazuelo, entre otros. La exposición Universo Maeght, que puede visitarse hasta el próximo mes de abril —salvo la gigantesca Morning Cobweb, de Calder, que permanecerá in situ todo el año—, ha sido organizada por el Chillida Leku y la Fundación Maeght, y cuenta con la colaboración del Departamento de Cultura de la Diputación Foral de Gipuzkoa. Para la ocasión, se ha editado con La Fábrica el libro Eduardo Chillida. Escritos, una edición especial con motivo del centenario.  [Inés Martínez Ribas. Chillida Leku, Hernani. Hasta el 14 de abril. www.museochillidaleku.com]

    Aimée Maeght y Eduardo Chillida en Saint-Paul-de-Vence, 1976
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