Barcelona ya tiene un museo único en su género, uno dedicado al arte prohibido. Su historia empezó hace seis años, cuando Tatxo Benet (Lleida, 1957), periodista, empresario y coleccionista, compró Presos políticos en la España contemporánea, una serie de 24 fotografías en blanco y negro creadas por Santiago Sierra en 2018. La obra se expuso ese mismo año en ARCO, en el stand de la galería Helga de Alvear, y Benet se hizo con ella antes de que la dirección de Ifema ordenase retirarla. Después de adquirirla (y cederla al Museu de Lleida), el empresario inicio esta colección, que ya cuenta con más de 200 piezas y con una sede, el Museu de l’Art Prohibit, situada en la Casa Garriga Nogués, un precioso edificio de inspiración modernista del arquitecto Enric Sagnier, en el centro de Barcelona. Detrás de cada una de las obras, censuradas, prohibidas o denunciadas por motivos políticos, sociales o religiosos, hay una gran historia; por ejemplo, cuando en 2004 se expuso en Buenos Aires La civilización occidental y cristiana de León Ferrari, el entonces obispo de la capital argentina, Jorge Mario Bergoglio, actual Papa Francisco, la declaró blasfema en una homilía y grupos organizados entraron en la sala destrozando las obras. Las denuncias penales no solamente fueron contra el artista, sino también contra el ministro de Justicia por “poner al país en peligro de guerra”. Por todo ello, el museo de Benet tiene una misión: “devolvernos la posibilidad de ver unas obras que fueron apartadas de la exposición pública, de respirar frente a ellas”. En sus fondos hay pinturas, esculturas, grabados, fotografías, instalaciones y obras audiovisuales creadas, en buena parte, desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días. Están representados artistas internacionales de prestigio, como Ai Weiwei, Robert Mapplethorpe, Tania Bruguera, Zoulikha Bouabdellah, Andrés Serrano, además de Pablo Picasso, Francisco de Goya y Gustav Klimt, que tampoco se libraron de la censura en su tiempo. En el montaje actual, se exponen 42 obras, acompañadas de una breve explicación de la historia de su censura, lo que convierte la visita en una experiencia extraordinaria. Tatxo Benet, socio fundador del grupo audiovisual Mediapro, impulsor de distintos proyectos culturales, como la librería Ona o el grupo editorial Suma Llibres, nos explica la razón de ser de su colección y de su novedoso museo.
¿Cómo fue su primer contacto con el arte? Fue de forma muy natural; primero, en las clases de dibujo de la escuela, actividades extraescolares, visitas a museos… el arte está en la vida cotidiana de un chico joven; también empecé a estudiar Bellas Artes pero lo dejé porque no se me daba nada bien. Después estudié periodismo y una de las cosas que más me interesaba era hacer reportajes y entrevistas. En aquella época, en los años 70, la vida artística de Lleida no era ninguna maravilla, y cuando había una exposición en la ciudad, en la sala del Liceo Francés o en el IEI, iba a hacer entrevistas a los artistas y eso me encantaba. Para mí el arte siempre estuvo en el ambiente.
¿Cuándo empezó a coleccionar? No sabría decirlo pero creo que cuando compré un póster a los 15 años ya estaba coleccionando arte sin darme cuenta. Pero fue cuando vine a vivir a Barcelona, cuando, dentro de mis posibilidades, empecé a comprar obras de pequeño formato de artistas jóvenes y desconocidos en la exposición que se hacía por Navidad en la Sala Vinçon; luego, poco a poco, vas adquiriendo otras cosas de gente más importante y te vas introduciendo en el mundo del coleccionismo. En mi colección privada tengo obras de artistas como Barceló, que fue una de las primeras que compré, hace más de 20 años; también de Jaume Plensa de su primerísima época, de Peter Halley, Hannah Collins, Santi Moix, Lita Cabellut, Yago Hortal, Keith Haring, Joan Fontcuberta, Joan Brossa, Art & Language, Oleg Dou, y también de Tàpies, Miró y Picasso. Tengo obras muy distintas, reunidas a lo largo de unos 25 años.
¿Qué criterios ha seguido? Siempre me he asesorado por buenos profesionales del mundo del arte en los que confío para comprar artistas emergentes con potencial. Actualmente tengo mucha obra de artistas jóvenes, que han ido progresando, pero no soy un especulador, no compro obras de un artista pensando en que suba mucho su cotización para después revenderlas. Nunca he vendido una obra de arte, las conservo todas y por tanto no hay un propósito mercantil en mi actividad como coleccionista; tengo piezas de Adam Pendleton, un artista joven norteamericano, del que he comprado bastantes obras, y tengo un par de Julie Mehretu, y de Tomás Saraceno, por ejemplo.
En el museo hay obras actuales y también del pasado, ¿cómo hace el seguimiento de las obras censuradas y atacadas para acceder a ellas? Compré unas primeras obras, que algunas de ellas habían sido censuradas, pero no lo hice para formar una colección sobre la censura, sino para la mía personal y llegó un momento, cuando ya tenía algunas, que pensé mantener unas cuantas en mi colección privada y continuar una colección de obras censuradas. No sé si existen muchas o pocas colecciones así en el mundo; la primera gestión fue buscar en redes sociales y entrar en Google con «art censored» y a partir de ahí seguir buscando. Cada caso que encontraba lo analizaba para ver qué había pasado y, si me parecía interesante, con ayuda de colaboradores localizábamos la obra para comprarla. Ha sido un trabajo de búsqueda individual, de una en una, a través de las redes sociales y de la información que salía en los periódicos, básicamente en Internet, haciendo indagaciones constantes. Buscando, por ejemplo, «art censored Paris» encontramos una mención a Paul McCarthy y entonces buscaba «McCarthy art censored» y así se encontraba el caso de lo que ocurrió a París. A partir de aquí empezamos a tirar del hilo. Este es un trabajo para el cual cinco años parecen muy pocos, pero es que ahora disponemos de unas herramientas muy eficientes. Yo podía localizar 5 ó 6 obras en un fin de semana de verano en la Costa Brava, tranquilamente trabajando con mi ordenador desde mi casa; encontré algunas que descarté porque no reunían los requisitos que me interesaban para comprarlas, pero 2 ó 3 sí, y entonces le pasaba la información a mi equipo para que averiguaran su paradero y comprarlas… [Tatxo Benet junto a la obra McJesus de Jani Leinonen] [Marga Perera. Foto: Maria Dias]