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    Cuando la escultura desafía la escala

    “¿Por qué la escultura es un arte tan aburrido?”, se cuestionaba Charles Baudelaire en una de sus críticas del Salón de París de 1846. Su pregunta expresaba un extendido sentimiento ante una práctica que parecía sumida en un sopor milenario. Y que, todavía un siglo después, le seguía resultando pasada de moda al pintor norteamericano Barnett Newman: “Una escultura es eso con lo que tropezamos en una galería cuando retrocedemos para ver un cuadro”. “Mientras que, para la modernidad, la pintura goza de una reputación magnética, la escultura se mantiene al margen de la “gran fiesta”. La obra escultórica resulta más política, más oficial, más conservadora, un arte para poderosos; o bien, en el otro extremo, un arte menor para gentes devotas y humildes. En todo caso, menos íntima y espontánea; menos intelectual, y también menos audaz”, afirma María Bolaños, exdirectora del Museo Nacional de Escultura. Afortunadamente, esa visión reductora va perdiendo vigencia y dando paso a una mayor atención al brillante pasado y al presente inspirador de una disciplina que requiere una mirada que tome en consideración su naturaleza compleja. Con ese objetivo se presenta la exposición Escala: Escultura (1945-2000) en la Fundación Juan March de Madrid que ofrece un paseo por medio siglo de escultura contemporánea desde la perspectiva de la escala. [Thomas Schütte,Maquetas de arte occidental 1:20 © Stefan Altenburger, Zúrich© Thomas Schütte, VEGAP, Madrid, 2023]

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