En cierta ocasión en que el pintor Arnold Böcklin (1827-1901) estaba trabajando en su cuadro El silencio del bosque, un visitante a su estudio criticó la manera en que había representado a un unicornio desdeñándola por «imposible y falsa”. ‘El unicornio no tiene ese aspecto. Es un caballo con un cuerno en la cabeza. ‘¿Es que tú has visto alguna vez uno?’, le cuestionó Böcklin riendo. Esta anécdota demuestra que es posible tener una idea concreta de la apariencia del unicornio sin haber visto jamás uno. Y es que es una criatura única, incluso entre las bestias míticas. El leviatán, el basilisco y el behemoth, también se mencionan en la Biblia pero hoy son apenas conocidos, un destino que comparten también con el gryphon y el harp, protagonistas de la antigua mitología cuya existencia a comienzos de la edad moderna ya fue desacreditada, pues no podía ser confirmada de primera mano ni tampoco por informes ni excavaciones arqueológicas. El unicornio, en cambio, contaba con (supuestos) testigos como Marco Polo, y su cuerno adornó gabinetes de maravillas principescos.
Ctesias de Cnidus, médico en la corte del rey persa Artajerjes II Mnemón, afirmaba que en la India hay «asnos salvajes con un único cuerno, tan grandes como caballos o incluso mayores. Su cuerpo es blanco, su cabeza rojo oscuro, y sus ojos azulados.» Cuatrocientos años más tarde, el erudito romano Plinio el Viejo ofrecería otra descripción más precisa en su extensa Historia naturalis. Él también lo situaba en la India y lo describió como un animal que «en el cuerpo se asemeja a un caballo, pero en la cabeza es un ciervo, en los pies un elefante, y en la cola un jabalí». No mucho después de Plinio, en el bestiario el Physiologus redactado en Alejandría en el siglo III, fue retratado como un «tan animal pequeño como un niño.”
Entre 1550 y 1650 las incipientes ciencias naturales empezaron a cuestionar la credibilidad de supuestos testigos presenciales e identificaron los cuernos hallados como colmillos de narval, una especie de cetáceo, tirando así por tierra la existencia del unicornio como especie.

La exposición Unicornio: la bestia mítica en el arte que se presenta en el Museo Barberini de Potsdam está dedicada no sólo a un animal, sino a un tema en la historia del arte. Por primera vez se ofrece una panorámica que nos lleva desde la antigüedad hasta el arte contemporáneo. Y es que con su salida del reino animal, el unicornio entró en el de la fantasía. La muestra se apoya en un centenar de piezas, entre pinturas, dibujos, grabados, manuscritos iluminados, esculturas y tapices, que abarcan 4.000 años. Las obras han sido seleccionadas por Michael Philipp, conservador-jefe de esta pinacoteca alemana, autor de un erudito ensayo sobre el unicornio, junto con Béatrice de Chancel-Bardelot, conservadora del Musée de Cluny en París.
A lo largo de la historia el unicornio fue la encarnación de lo inefable, y por lo tanto también de lo inalcanzable. Hay un poema de Rilke de sus Sonetos a Orfeo, en el que se refiere a él como «el animal que nunca fue.» En una carta fechada en junio de 1923, el poeta asegura que en el unicornio se concentra «todo el amor de lo no probado, lo intangible, toda la fe en el valor y la realidad de lo que nuestra alma ha creado y elevado a lo largo de los siglos.» [Hasta el 1 de febrero. Museo Barberini. Potsdam. Museum-barberini.de]




