Un orangután a bordo de un zepelín, un león africano devorando al pintor romántico Eugène Delacroix o un mandril fumando pensativamente una pipa, son algunos de los personajes que aparecen en el extravagante bestiario salido de la imaginación de Walton Ford (Larchmont, Nueva York, 1960) a quien han descrito como una mezcla entre El Bosco y el naturalista John James Audubon. “Es uno de los pintores modernos menos modernos que existen, un premodernista que intenta volver a vincularnos con una tierra rústica y agreste en la que habitaban muchos más animales, criaturas que tenían un contacto más directo con los pueblos que vivían cerca de ellos, mucho más que el que tenemos en las tediosas ciudades y zonas residenciales en las que hoy vivimos la mayoría de nosotros”, señala Bill Buford en el libro Pancha Tantra del que Taschen acaba de publicar una quinta edición actualizada. Combinando formatos monumentales (algunas de sus pinturas miden más de tres metros) con la precisión de un miniaturista, sus hiperrealistas acuarelas conectan con las mejores ilustraciones zoológicas del siglo XIX.
En ellas da vida a una fauna exótica en escenas subversivas salpicadas de un toque de humor. Ford reinterpreta y transforma historias e imágenes sacadas de la literatura, los cómics, los mitos y leyendas, las películas y también de sus visitas a museos de historia natural. Su propósito es plasmar “todas las maneras diferentes en que las personas entran en contacto con animales salvajes a los que no acaban de entender”.
¿Recuerda su primera experiencia con el arte? Mi padre trabajaba en la revista Time Life, que publicaba una serie de libros llamada LIFE Nature Library. También tenían una colección de monografías de artistas populares, como Goya, Winslow Homer y Rembrandt, que yo solía hojear de niño. Y recuerdo que de muy pequeño mi madre me llevó al museo Metropolitan y me llamaron la atención dos cuadros: La corriente del Golfo, de Winslow Homer, y Dos tahitianas, de Gauguin.
¿Qué le atrajo de estas obras? De La corriente del Golfo me cautivó su poderosa narrativa y su asombrosa falta de clichés. Nunca había visto un tema así en un cuadro; superaba la escena de género común. Lo mismo me ocurrió con las mujeres que aparecen en el lienzo de Gauguin. Parecían tener una compleja vida interior, además de una belleza increíble.
A la hora de escoger el tema de la obra, ¿qué va primero la historia o la imagen? Suele ser la historia. Las imágenes me vienen más en forma de sueños, no son necesariamente fruto de un proceso intelectual.
En sus pinturas recrea animales, vivos y extinguidos, a menudo en combinaciones y escenarios surrealistas. Al margen de la historia natural, ¿cuáles han sido sus principales influencias? Como la mayoría de los artistas, tengo innumerables, pero desde un punto de vista pictórico diría que los dioramas del Museo Americano de Historia Natural han sido muy importantes para mí. Me encantan los artistas del Trecento, como Giotto, también los hermanos Lorenzetti y Simone Martini. La serie de cuadros que Giotto pintó en Asís sobre San Francisco me enseñó mucho sobre cómo componer un cuadro narrativo que pudiera seguir estando lleno de intriga y misterio…. [Vanessa García-Osuna. Foto: Charlie Rubin]