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    El día que reconozcamos el mecenazgo

    Una de las prioridades de la Fundació Catalunya Cultura desde sus inicios ha sido conseguir una reforma de la Ley 49/2002, conocida popularmente como Ley de Mecenazgo española y cuyo articulado se está discutiendo actualmente en el Congreso de los Diputados después de dos décadas y decenas de peticiones de modificación. Llegar a este punto no ha sido nada fácil, pero a pesar de muchas dificultades, esperemos que por fin los partidos políticos permitan que la reforma sea una realidad lo antes posible.

    A raíz del debate sobre la modificación legislativa, diversos medios de comunicación escritos han difundido informaciones que se han centrado principalmente en explicar las mejoras que supondrá para la sociedad la nueva normativa, qué significa el mecenazgo y cuál es la legislación que lo regula en otros países europeos. Estos medios nos han ayudado a visibilizar una demanda histórica que reivindica una ley actualizada, transversal, abierta y que intensifica el reconocimiento a los mecenas, pero la realidad es que no servirá de nada si como sociedad no cambiamos la percepción que tenemos respecto a las acciones filantrópicas. De esto estamos totalmente convencidos.

    Y es que no nos engañemos, parte de la ciudadanía tiene un sentimiento de desconfianza y recelo hacia los mecenas, entendiendo el mecenazgo como un instrumento para mejorar la reputación de una élite adinerada y privilegiada y viendo en la reforma una renovada vía de evasión fiscal para un sector social acomodado. Lo he podido comprobar tristemente al leer muchos de los comentarios de los artículos que los lectores han publicado en los diarios digitales.

    Potenciar la filantropía y el mecenazgo supone impulsar actuaciones de interés general que van en beneficio de la calidad de vida de las personas y, en consecuencia, del progreso y del bienestar general. Sin muchas de las donaciones actuales, centenares de miles de beneficiarios quedarían desatendidos y fracasarían proyectos culturales, educativos, de investigación o ayudas a colectivos vulnerables, por citar solo algunos ejemplos. A los escépticos también les explicaría que las motivaciones de los mecenas van actualmente mucho más allá, ya que responden a un alto grado de conocimiento de la causa por la que apuestan con una voluntad expresa de compromiso e implicación. Es necesaria aún mucha pedagogía para llegar a asemejarnos a países del entorno anglosajón, donde los ciudadanos tienen un fuerte sentimiento de corresponsabilidad, de pertenencia y orgullo por participar en la mejora de su comunidad. La reforma de la Ley de Mecenazgo es necesaria y urgente por diversos motivos, pero sin duda, uno de los principales es la creación de políticas públicas de concienciación social sobre qué es el mecenazgo, cómo se puede llevar a cabo, cuáles son sus valores y beneficios o cómo repercute positivamente a nivel individual y colectivo. Ojalá llegue pronto el día en que reconozcamos el mecenazgo y la labor de las personas y entidades que lo ejercen. Es un objetivo que solo depende de todos nosotros.  Maite Esteve es directora de la Fundació Catalunya Cultura

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