Sociólogo, empresario y académico, Aníbal Jozami posee una de las colecciones particulares más afamadas de América Latina.
Aníbal Jozami, respetado experto en teoría política y relaciones internacionales, inició su colección hace 35 años. En su distinguida residencia bonaerense Jozami atesora cerca de mil obras de arte, en su mayoría con un fuerte contenido político, representativas del arte argentino del siglo XX, y posee además, una cosmopolita colección de fotografía y videoarte. El coleccionista argentino y su esposa, Marlise Ilhesca, son patronos de la Fundación Museo Reina Sofía. Una selección de los fondos de la Colección Jozami argumentan la muestra Entre tiempos… Presencias de la Colección Jozami en la madrileña Fundación Lázaro Galdiano.
¿Recuerda su primera experiencia memorable con el arte?
Son diversas las formas en que cada uno se acerca al mundo del arte y la cultura. Para mí, la relación estuvo dada tempranamente por el interés por explorar otros mundos y realidades. Mi primera experiencia data de la primera vez que entré en el Museo Nacional de Bellas Artes y me enfrenté a una de las piezas claves de la historia del arte argentino Sin pan y sin trabajo, de Ernesto de la Cárcova, una obra de finales del siglo XIX que refleja la impotencia del trabajador ante el sistema. Muchos años después compré la obra de Tomás Espina quien, en 2001, retomó esta iconografía emblemática para actualizarla resituándola en la coyuntura de la crisis económica de esos años en nuestro país.
¿Cómo y por qué empezó a coleccionar?
Empecé a comprar en 1974. En aquel momento no tenía trabajo porque, por cuestiones políticas, tuve que renunciar a la empresa donde trabajaba. Eran épocas complicadas en Argentina y yo era un activo militante político. Por las mañanas, cuando solía estar más desocupado, salía a pasear haciendo el mismo trayecto a modo de ejercicio y, en el camino había una galería que se llamaba L’Atelier de Raquel Silberman, donde siempre me detenía a mirar. Un día me invitó a entrar y después de un tiempo y varias visitas, me preguntó por qué no compraba. Le expliqué que estaba en paro a lo que ella respondió que me llevara el cuadro que quisiera y que se lo pagara cuando pudiera. Ante esta gentil propuesta, en vez de un cuadro me llevé dos.
¿Cuál fue su primera ‘gran’ adquisición?
Creo que las primeras grandes adquisiciones las hice en los 80 cuando comencé a comprar obras de Antonio Berni (los óleos El poncho rojo y La niña del cántaro) y posteriormente cuando compré Juanito Laguna going to the factory, una pieza fundamental de este artista clave del siglo XX al que hace un par de años hicimos con el Muntref, (el museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero de Buenos Aires, de la que soy Rector) sendas exposiciones en la Fundación Picasso de Málaga y en la Real Academia de San Fernando. Hoy el Juanito going to the factory integra la extensa exposición sobre las series de Juanito Laguna y Ramona Montiel de Berni, en el Museum of Fine Arts de Houston, Texas, que afortunadamente cierra justo a tiempo para poder tenerla en Madrid en la Lázaro Galdiano.
Paralelamente, entre finales de los 70 y comienzos de los 80, empecé a adquirir figuración regionalista, con obras de paisajistas como Malharro, Malanca y Malinverno, hasta una pieza esencial de la iconografía urbana de Buenos Aires, Momento rosa –Día de trabajo de Benito Quinquela Martín,un gran óleo de 1935, el mejor año de este artista.
Las obras de su colección poseen un contenido social y político. ¿Qué le llevó a optar por el arte comprometido?
Siempre me interesó, y a mi esposa Marlise también, el trabajo de artistas cuyo proceso creativo se basa en un compromiso social. Aquel cuyo pincel (o cámara, o modelado; lo que sea, según el caso) es un vehículo para expresar lo que por otros medios sería muy difícil hacer en un determinado momento de la historia.
Walter Benjamin afirma que el coleccionista es, de alguna manera, un artista que pinta su propia colección. ¿En qué medida su colección refleja lo que ha sido su vida?
Si no hubieran formulado esta pregunta, yo hubiera usado esta frase pues la considero totalmente acertada y suelo citarla. Nuestra colección refleja aspectos de nuestras vidas. Cuando busco una obra, la elijo porque me ofrece la proximidad con algo que me atrae, que me gusta, que me trae recuerdos de un inconsciente de antaño, vivido o no, pero sí imaginado. Porque me siento pasajero de varios tiempos, porque soy portador de la memoria de mis mayores, aunque con ella, más la que fui construyendo, me paso la vida ‘inventando cosas’ para el presente y pensando en el futuro, procurando responder a mi necesidad de encontrar un sentido de trascendencia en cada acción que actúe sobre una realidad más amplia que la mía, claro, que ofrezca alguna modificación que contribuya a recuperar cierta dimensión de lo humano que nos reencuentre en la diversidad. Mi esposa Marlise, se suma a esta perspectiva -desde su cálida mirada brasileña y a la vez global- ya que lo que nos unió desde el inicio fueron nuestras inquietudes como individuos, como ciudadanos, como agentes –o meros espectadores a veces– de un mundo en constante mutación.
¿Tiene que ver esta visión con su profesión de sociólogo?
Sí, creo que tiene que ver con nuestra formación y nuestra posición profesional. Yo soy sociólogo, ella periodista, ambos tenemos gran experiencia en el análisis de hechos sociopolíticos. Nos interesa observar los procesos y modos de inserción del hombre en la sociedad; los afanes de cada individuo por comprender la vida, la muerte y su trascendencia en el tiempo. Así, al compartir esas indagaciones, descubrimos que intuitivamente nuestra mirada sobre las obras que nos interesaban convergía en el mismo punto: eran piezas impregnadas de relatos asociados a las inquietudes más profundas del hombre.
Su colección refleja los rumbos del arte argentino del siglo XX. ¿Quiénes son sus artistas predilectos y por qué?
Nuestra colección tiene como singularidad el que recorre de manera extensa los procesos figurativos y no figurativos del arte rioplatense desde el siglo XX hasta nuestros días. No sólo elegimos aquellos nombres canónicos señalados por la crítica sino que nos gusta acercarnos a aquellos creadores que desarrollaron su trabajo en el interior a partir de la observación de las costumbres populares como, por ejemplo, Alfredo Gramajo Gutiérrez, Juan Grela o Gambartes, también descubrir jóvenes artistas como Marcelo Saraceno, o profundizar en la iconografía evocadora de los procesos del peronismo desarrollada por Daniel Santoro. Entre mis artistas preferidos están Antonio Berni, Pablo Suárez, Marcia Schwarz, Graciela Sacco, todos ellos dueños de una poderosa figuración expresiva y social.
¿Hay algún español entre sus favoritos? ¿Cuál es su relación con España y el arte español?
El arte español moderno y contemporáneo ha tenido intensas conexiones con el arte argentino y me interesan artistas como Saura, Tàpies y Millares, de quienes aún no tenemos obra en la colección, pero que, podrían establecer un rico diálogo con los trabajos que poseemos de Alberto Greco, Mario Pucciarelli y Kenneth Kemble. Sí tenemos obra de los españoles Luis Seoane y Sobrino que se integraron a la trama del arte argentino en su tiempo. En nuestra colección de fotografía sí hay nombres españoles como Begoña Montalbán, Vicenta Casañ, Pilar Albarracín y Ángel Marcos, entre otros.
¿Qué artistas, u obras, tienen un significado especial para usted?
Depende del momento. La importancia que un artista pueda tener para mi no tiene por qué estar relacionada con su relevancia en la historia del arte sino que está en función de lo que una obra pueda inspirarme o el significado personal que pueda tener para mi. Se pueden encontrar obras valiosísimas desde el punto de vista del mercado pero que, sin embargo, no dejan la menor impronta emotiva en el espectador.
Adquirir obras de arte proporciona un sentimiento único de estar vivo. ¿Qué piezas le hacen sentir así?
Todas las obras que uno adquiere son fruto de un proceso de enamoramiento. Surge así ese sentimiento único de estar vivo y con capacidad de maravillarse.
Los coleccionistas dicen que no hay nada comparable a la emoción de descubrir y conseguir una pieza. ¿Cuáles han sido sus descubrimientos más estimulantes?
Es cierto, el verdadero coleccionista es aquel que busca y descubre obras. En muchos casos el rol social del coleccionista es justamente ser aquel que señala con su compra, y conserva en su casa o bodega, obras que en su momento no fueron valoradas por el público y la crítica y que, sin embargo, cuando años más tarde adquieren reconocimiento están allí, justamente, por acción del coleccionista.
En cuanto a los «descubrimientos» han sido muchos. En China descubrí a Yang Yi, que hizo un registro poético expresivo de un pueblo que estaba a punto de desaparecer bajo las aguas y después supe que un joven fotógrafo brasileño, Castillo, estaba trabajando en la misma temática. Ambos pertenecían a pequeños pueblos que iban a ser anegados por la construcción de una presa. Fue interesante descubrirles y apreciar sus convergencias, a pesar de habitar en mundos aparentemente tan lejanos.
Otros descubrimientos están ligados a jóvenes artistas como Estanislao Florido, Leila Tschopp, Tomás Espina, Adrián Villar Rojas, a quienes compré obra en sus comienzos y son hoy parte vigorosa de la escena artística contemporánea.
¿Cómo definiría el mercado del arte argentino?
Es un mercado que estuvo sujeto siempre a las crisis periódicas de nuestro país. Pero tiene un gran potencial. Pienso que el arte argentino deberá alcanzar una proyección de reconocimiento y precios internacionales a la altura de su calidad.
¿Qué relevancia tiene Arco para el coleccionismo latinoamericano?
Creo que las dos ferias europeas que van adquirir más relevancia son Arco y la Fiac. Además de Art Basel, claro. Arco y la Fiac son muy influyentes por la presencia de galerías de Latinoamérica y porque ambas mantienen criterios de selección intelectualmente adecuados.
Arco debería priorizar lo latinoamericano ya que para nosotros, España es la puerta de entrada a Europa. El crecimiento de esta feria es también auspicioso teniendo en cuenta el giro del mundo del arte que ha hecho que Europa recupere su peso lo que permite que se multipliquen los polos de atracción y se diversifique el sistema de las artes.
¿Cuál es su ritmo de adquisiciones? (¿cuelga todas las obras que posee?)
Me guío por el deseo, la oportunidad y por los resultados de las búsquedas. ¡También por los hallazgos sorpresivos!. No cuelgo todo lo que poseo, que es mucho, pero cambio la colección, con la que convivimos, al menos una vez al año. Es coleccionista aquel que sigue comprando, aun cuando no tiene ya espacio para las obras que compra.
¿Cuál es su relación con las galerías?
Suelo comprar en galerías o subastas porque prefiero no discutir de temas comerciales con los artistas. Las galerías que mantienen una política de selección y promoción de artistas son un elemento fundamental no solo del mercado sino del sistema de las artes.
¿Qué supone para usted mostrar parte de su colección en la Fundación Lázaro Galdiano de Madrid?
Es un gran placer, un honor, haber sido invitado por la Fundación Lázaro Galdiano para exponer en este museo tan bello consagrado al coleccionismo. Lázaro Galdiano fue un gran coleccionista con quien me identifico mucho y creo que la muestra Entre tiempos… va a ser un hito en la difusión del arte argentino y latinoamericano en Europa, así como para descubrir una selección de arte internacional hecha desde la perspectiva de un coleccionista latinoamericano, en concreto, argentino.
Carlos García-Osuna
Fundación Lázaro Galdiano, Madrid
Del 7 de febrero al 12 de mayo
www.flg.com