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    El bosque animado

    El Guggenheim de Bilbao dedica una retrospectiva única al artista brasileño Ernesto Neto, uno de los creadores más influyentes de su generación.

    Si hay un artista brasileño internacional, ése es Ernesto Neto (Rio de Janeiro, 1964). Tras abandonar a mediados de los años 90 la geometría, Neto se volcó en crear obras con formas orgánicas de dimensiones colosales que manifiestan factores antropológicos brasileños e indagan en la relación de opuestos -masculino-femenino o cuerpo-mente- y vital del ser humano con la naturaleza así como la situación socio-económica global.

    La retrospectiva, que ha comisariado Petra Joos en el Museo Guggenheim de Bilbao y que está patrocinada por Iberdrola, ofrece un recorrido multisensorial e interactivo por tres décadas de carrera de este artista a través de más de una cincuentena de obras reunidas bajo el título Ernesto Neto: el cuerpo que me lleva. Desde el mismo cuerpo, el artista nos lleva a su terreno de sensibilidad en el que se debe de dejar de pensar para llenarse de la obra de arte como si fuera el salvoconducto de la propia salvación y del conocimiento conectando, de esta manera, con el mundo orgánico de la naturaleza: invitando al espíritu a su bosque creativo como la instalación El cuerpo que cae [Le corps] femenino (de Leviatán Thot) (2006). Un bosque que inunda nueve espacios del museo diseñado por Frank Gehry.

    El cuerpo que me lleva es el título de esta retrospectiva ¿por qué ha elegido ese título?
    Elegí el título pensando en nosotros [los seres humanos], porque, creo que el cuerpo es el que nos lleva. No creo que mi mente sea la que guíe a mi cuerpo sino que es mi cuerpo el que cuida de sí mismo. Entonces, dejo que mi cuerpo me sostenga.

    Esta premisa es muy diferente de otras creencias que sostienen que la mente es la que guía al cuerpo. En su caso, es el cuerpo el que conduce a la mente
    Sí, exacto, el cuerpo lleva a la mente.

    ¿Es el cuerpo el camino de inspiración de su trabajo?
    Sí, efectivamente, inspira y ocupa el lugar central de mi trabajo.

    ¿Y asocia el cuerpo con la sensualidad y la sociedad?
    Sí, pienso que la sensualidad es parte de la vida, de la propia naturaleza. La sensualidad está presente en la manera en la que te sientas, caminas o corres y, por ello, deberíamos apreciarla con deleite y darnos más sensualidad a nosotros mismos.

    ¿Cómo traduce esta idea de la sensualidad en sus obras?
    La materialidad de la obra es habitualmente bonita. Todo lo que trato de mostrar, la naturaleza ya lo ha revelado. La sensualidad no es algo que ocurra fuera sino dentro. Es una cuestión espiritual. De la misma manera que estoy hablando del cuerpo, hablo de la espiritualidad que vive dentro del cuerpo.

    El cuerpo está más unido al alma que a la mente.
    Sí, la mente es un componente, reside dentro del cuerpo; no creo que esté fuera de él. Nunca he visto una mente caminando pero, sí, un cuerpo. En el momento final del cuerpo y de la mente, el alma va a alguna parte: esto es una cuestión metafísica.

    ¿Esta cuestión metafísica se traduce en las obras en las que predomina el color blanco?
    Se trata de una cuestión de control del espíritu, de la relación de los elementos. Con menos colores, es más fácil controlar el proceso de creación. Cuando tienes más colores es más complejo y te arriesgas más al lanzar el mensaje. Usar, o no, colores con altas o bajas vibraciones depende del espíritu de la obra, o de mi mismo mientras estoy trabajando. El uso del color es como una conversación y depende siempre del espíritu de cada obra.

    Si pienso en la cultura europea o en el inicio de la cultura occidental: en Grecia o en Egipto, su paisaje es muy abierto y está influenciado por el desierto, el mar, las rocas. En los bosques, puedes caminar. En cambio, en Brasil o en México, hay demasiada vida. La espiritualidad allí es diferente porque hay un exceso de vida.

    El espíritu, en ambos casos, es universal e inspira mi obra. Esta es la confrontación constante de mi trabajo. La historia se basa más en los espacios vacíos y en una filosofía de las circunstancias para comprender el espíritu de los seres humanos. Pienso en el momento que estamos viviendo que nos encontramos bombardeados por un exceso de información y de llamadas de teléfono. La idea del bosque está más relacionada con la actualidad. El espacio vacío y neutral de las salas (del museo) es un ámbito donde crear experiencias como si se tratara de un lugar científico.

    Con respecto a su idea del bosque, ¿su obra siempre se inspira en la naturaleza?
    Sí, me inspiro en la naturaleza. Nuestras mentes y nuestros pensamientos, todo lo que inventamos y construimos, proviene del mundo natural. Dentro y fuera de nosotros se encuentra la naturaleza. Dentro de nosotros, hay una jungla, un gran bosque: tenemos billones de células. Técnicamente, estamos hechos más por ellas que por nosotros mismos. Vivimos una relación compleja con todo el mundo; hasta esta conversación está relacionada con el contexto de la jungla del que le hablo.

    ¿La exposición del Guggenheim es una retrospectiva desde mediados de los años 90 hasta la actualidad?
    Mis primeros trabajos son de 1989. Creo que no es una antológica con una evolución lineal que va de un trabajo a otro. En la exposición se ha planteado una conversación entre las obras de arte que he realizado en los últimos 25 años. La retrospectiva, quizás, es también una obra.

    ¿Hay un hilo conductor en esta retrospectiva?
    La retrospectiva tiene un nexo de unión conceptual. El cuerpo que me lleva es más sobre lo que continua; la muestra trata de conceptualizar experiencias que están más allá del cuerpo en el tiempo y en el espacio. Mi cuerpo es la pintura y el lienzo es el museo.

    ¿La muestra reúne más de cincuenta obras repartidas por el museo?
    En nueve salas, incluido el Atrio, se ha montado la retrospectiva que puede ser recorrida y vista de dos maneras: una, a nivel conceptual, en la que los conflictos temáticos están representados en algunos trabajos como si fueran una danza. Y, en paralelo, hay una lectura que se podría decir que es una mezcla del colibrí con la abeja porque la obra del segundo piso –El cuerpo que cae [Le corps] femenino (de Leviatán Thot)– parece como un colibrí y una abeja.

    ¿Cómo ha resultado el montaje de la exposición?
    Para mi tipo de trabajo, el espacio es muy generoso porque me permite explorar diversos caminos. Mi obra lidia con las contradicciones espaciales: arriba y abajo, el blanco y el negro, lo fuerte y lo débil. Mi trabajo es básicamente sobre relaciones. La muestra es siempre un espacio de relaciones con el resto de la obra.

    El espacio se relaciona también, muy bien, con la obra del mito de Leviatán
    El mito del Leviatán es interesante porque engloba muchos mitos bíblicos. Cuando me refiero al Leviatán no pensaba en la Biblia sino en el Leviatán del Golem. Un monstruo que plasma la situación que vivimos actualmente: la desesperación del ser humano, la brutalidad de la sociedad extremadamente habitada.

    Esta pieza refleja la transición de la modernidad a la contemporaneidad. El panteón de París, por ejemplo, fue construido para simbolizar la monarquía pero acabó siendo un símbolo de la república. El péndulo de Focault sería como una experiencia científica. Yo quería una obra que hablara de la modernidad política y de la arquitectura pero también, de la ciencia. Creo que es interesante que esta obra histórica se muestre en este espacio histórico-contemporáneo porque el Guggenheim es lo más representativo de la arquitectura monumental y espectacular que vemos hoy en todos los rincones del mundo.

    Sus esculturas están creadas para ser sentidas, olidas e incluso para introducirse en ellas. Se aprecia una evolución porque tienen una carga que va más allá de lo corpóreo hacia lo espiritual.
    Hay una evolución en la manera de aproximarse a la sociedad. Las personas visitan la exposición para no pensar. Una gran parte de mi trabajo consiste en crear espacios donde la gente se pueda encontrar a sí misma. Lo primero es encontrarse a uno mismo para poder encontrarse luego con los demás.

    Belén Palanco

    Hasta el 18 de mayo
    Museo Guggenheim-Bilbao
    Avda Abandoibarra 2
    48009 Bilbao
    www.guggenheim-bilbao.es

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