Cuando acaba de cumplirse medio siglo de la muerte de la novia de América y del aniversario del asesinato del presidente John F. Kennedy, irremediablemente asociado a la actriz, Larry Schiller se sienta en su restaurante favorito en la plaza de Columbus Circle de Manhattan justo frente a Central Park. Durante la conversación con Tendencias del Mercado del Arte nos sumerge en su mundo de leyendas del siglo XX. Habla de Marilyn Monroe, JFK, su hermano Bobby, el fiscal general del Estado, Bette Davis, Paul Newman o Robert Redford. Tiene anécdotas de todos ellos. Schiller tiene la cualidad de convertir todo lo que cuenta en una gran historia. Controla el ritmo de las frases. Encandila a su oyente, al que siempre hace esbozar una sonrisa cuando termina su historia.
El afamado fotógrafo norteamericano visita España por primera vez de la mano de Mondo Galería organizadora de la exposición Marilyn and Me and More: América y los 60, que podrá visitarse en la galería madrileña hasta el próximo 15 de julio. Se exhibirá una selección de sus imágenes más icónicas valoradas entre 1.500 y 12.000 euros.
Schiller comenzó su carrera como fotoperiodista para las revistas Life, Playboy, y Paris Match, en las que publicó instantáneas de los grandes iconos de los años 60 como el asesino de John F. Kennedy, Lee Harvey Oswald, el boxeador Muhammad Ali, los actores Robert Redford y Paul Newman o Bobby Kennedy, el hermano del presidente. Ha dirigido también siete películas y miniseries de televisión aunque se siente particularmente orgulloso de ser el fundador del Norman Mailer Center and Writer´s Colony en Provincetown (Massachusetts).
El primer encuentro de Schiller con Monroe, cuando éste tenía 23 años, fue durante el rodaje de la película Let´s Make Love (titulada en España El multimillonario) dirigida por George Cukor, para un reportaje en la revista Look.
El fotógrafo evoca como si fuera ayer los detalles de la presentación. El publicista del estudio le presentó a Marilyn, que se había materializado como de la nada mientras el fotógrafo esperaba, diciendo: “Este es Larry. De la revista Look”. A lo que la actriz repuso: “Hola, Larry de Look. Soy Marilyn”. Schiller todavía no se explica cómo se le ocurrió contestarle: “Y yo soy el lobo feroz”. A lo que Marilyn replicó con ironía: “Pareces un poco joven para ser tan feroz”. Después, la estrella le dijo con la misma voz dulce que ponía en las películas: “Venga conmigo señor Lobo”. El fotógrafo pensaba que la ambición rubia empleaba ese tono sólo en el cine, pero ahí descubrió que era su voz auténtica.
De aquel momento, Schiller recuerda sobre todo que Marilyn conocía perfectamente cuál era el mejor de sus ángulos. Había un fotógrafo dentro del personaje fotografiado. Sabía quién era, qué tenía que hacer y cómo debía posar, facilitando así la labor de los profesionales detrás de la cámara.
Desde los primeros días, Schiller reconoce que la diva se mostró muy cercana y amable. Casi dos años después volvieron a verse en la casa de la playa de Malibú del actor Peter Lawford. Schiller había recibido el encargo de Paris Match de realizar las fotos de una fiesta privada a condición de que no molestase a los invitados del entonces cuñado del presidente John F. Kennedy.
Más tarde, en mayo de 1962, la misma cabecera le pidió que retratase a Marilyn en el rodaje de Something´s Got to Give, con Dean Martin y Wally Cox, película que nunca llegó a terminarse. Durante los días que estuvo con la estrella tomó unos desnudos de la actriz en la piscina que catapultaron su carrera a la fama. La decisión de retratarse desnuda había sido una estrategia publicitaria de Monroe celosa de que los estudios se desvivieran por promocionar a Elizabeth Taylor en la película Cleopatra (1963).
¿Cómo nació su interés por la fotografía?
Me crié en el condado de San Diego en el que por entonces había muchos atletas famosos. Mi hermano además era un gran tenista, aunque yo no era deportista. Empecé a aprender fotografía para poder hacer fotos de los atletas. Lo que más me gustaba fotografiar eran acontecimientos deportivos y chicas guapas. Y al vivir en el sur de California, tenía playas, montañas, y desierto. Cuando crecí la revista que todo el mundo leía era Playboy. Así que hacía fotografías de atletas y de chicas guapas.
¿De qué proyecto se siente más orgulloso?
Bueno, tengo cinco hijos y no podría decirle de cuál me siento más orgulloso. Estoy orgulloso de todas las revistas para las que he trabajado. Creo que la más apasionante era la francesa Paris Match. Tenía un gran editor, Roger Thérond. Nunca estaba satisfecho, siempre quería algo mejor. Fue como mi entrenador. Yo era el boxeador, y él el hombre en la esquina del cuadrilátero. Me miraba desde la distancia diciéndome: “lo puedes hacer mejor, lo puedes hacer mejor”. Roger Thérond fue la persona que me motivó para hacer las cosas siempre mejor.
¿Tiene una filosofía?
Nunca pensé en la fotografía como un arte. Pensaba que era como una esponja. Mi cámara servía para conservar la historia. Para absorber la historia como si fuese una esponja. Lo más valioso de la fotografía es que nos ofrece una imagen de la historia (que retratamos) lo más clara posible. Ahora la fotografía incluye imágenes en movimiento, vídeo. Es la imagen que uno capta. Los grandes escritores lo capturan en su mente. Los grandes reporteros utilizan las palabras. Los fotógrafos tienen el privilegio de atrapar las cosas de una manera que todos podemos disfrutar.
Usted retrató a grandes iconos de los años 60, ¿quiénes le sorprendieron más?
He retratado a algunos, no a todos. La que más me sorprendió fue Bette Davis: lista, franca, directa al grano. Las arrugas de su cara contaban la historia de su vida, y la compartió conmigo de una forma abierta y sincera. Disfruté mucho al fotografiarla. Me enseñó que: “no entiendes nada de la vida hasta que no te has divorciado varias veces”. De Marilyn Monroe, recuerdo que fue una mujer que luchó para mantenerse viva y que no tenía confianza en sí misma para triunfar. De Bob Kennedy, que si no le gustabas, haría todo lo posible para apartarte. Paul Newman era un bromista. Quería divertirse. Para él, la vida era fácil. Con él, las cosas más difíciles eran fáciles. Robert Redford, por ejemplo, era un hombre de negocios inteligente, familiar, leal, un auténtico ecologista. De Robert Mitchum, recuerdo que le encantaba perseguir a las mujeres y era un gran actor.
¿Se considera un testigo privilegiado?
Nunca me sentí de esa manera cuando estaba con un famoso. No importa lo íntimas que fuesen las fotografías. Te daban ese privilegio (de acercarte a ellos) porque tenían un propósito. La verdad es que es una gran pregunta, y no es fácil de contestar. ¿Cuándo mi cámara y yo hemos visto algo que no ha sido visto por nadie más? [Se queda pensativo]. He tomado fotografías de mis hijos alrededor de una piscina y mi primera mujer. Son fotografías reales sin ningún tipo de intención.
¿Qué recuerda de Marilyn Monroe?
Yo tenía 23 años cuando la fotografié por primera vez. Volvimos a encontramos dos años después. Recuerdo que yo estaba muerto de miedo, pero aguanté el tirón. No sabía muy bien qué hacer. Decidí tapar mis inseguridades poniéndome a hablar de mí mismo. Y creo que a ella le gusté. Había también otro fotógrafo por ahí, algo mayor que yo, que tenía 27 años. Ninguno de los dos pasamos una sola noche con ella. Estábamos demasiado asustados. Además, no hay que echar a perder las cosas buenas. Hay una regla en fotografía: “no te acuestes con la mujer a la que retratas porque puede que no le gustes en la cama y, al día siguiente, todo se acabe”. Y es cierto.
¿Cómo era fotografiarla?
Ella sabía algo más que yo de fotografía. La habían retratado ya todos los grandes fotógrafos. Y allí estaba yo, el chico nuevo. Creo que Marilyn se encontraba en un momento de su vida en el que le apetecía trabajar con fotógrafos jóvenes. Quizá lo veía como una vía de escape. Quizá, lo sentía como una manera de volver a los inicios de su carrera. En 1973 publiqué un libro [Marilyn por Norman Mailer, reeditado por la editorial Taschen) con los retratos que le hicieron todos los fotógrafos. Y ahí se puede apreciar la gran variedad de rostros que tenía. Con Audrey Hepburn, en cambio, siempre obtenías la misma foto. Incluso, con Marlene Dietrich. Son siempre la misma imagen. Pero con Marilyn Monroe cada foto era diferente. ¡Todo era distinto siempre!. Marilyn tenía un gran talento, y pienso que estaba logrando su deseo de convertirse en una excelente actriz. Tristemente seguían viéndola como una rubia tonta. Luchó con todas sus fuerzas por distanciarse de ese cliché, pero nunca lo consiguió. Cada noche, escapaba de esta realidad y se sumía en la oscuridad y los sueños como hacen muchos actores y famosos, como por ejemplo Michael Jackson. Y eso acarrea cierta seguridad. En esos instantes sientes que los tormentos de la vida no te golpean tan fuerte. Pero, por desgracia, en una de esas ocasiones no pudo regresar.
¿Y cómo era en persona?
Era muy profesional. Sabía lo que quería y cómo aparecer en las fotografías. Sabía cómo deberían ser sus expresiones. Y en las fotografías de la piscina en las que se desnudó, hechas dos años después de que le tomase las primeras imágenes, aparece completamente diferente. Parece incluso más joven que en las anteriores. Sabía cómo ser juguetona, cómo guiñar el ojo, cómo hacer todas esas cosas. Para ser… bueno, como suelo decir siempre, para ser adorable, abrazable y follable. Así, quería salir en las fotografías.
Aquellas fotos le hicieron famoso…
La verdad es que aquella noche no pensé en el dinero que podía ganar con ese material. Estaba concentrado en asegurarme que las imágenes fuesen buenas. El agua se había calentado a 32,2 grados centígrados para que fuese como tomar un baño caliente. Al principio, Marilyn era como una niña nadando de espaldas. No hubo diálogo. De repente, volvió a nadar acercándose al borde de la piscina, y entonces vi que ya no tenía sujetador. Sólo conservaba su braguita enrollada como un tanga. Se sentó en el borde de la piscina posando para nuestras cámaras. Me pregunté cuando lo íbamos a ver todo. (…). A continuación se dejó caer el albornoz escondiendo su cuerpo mientras volvía al agua. Momentos después, cuando se levantó en el agua pude ver que sus braguitas… ya no estaban. ¡Se las había quitado!. ¡Y se lo estaba pasando bien!. ¡Estaba disfrutando! Si con ropa Marilyn era el sueño de cualquier fotógrafo, desnuda lo era aún más. Su piel húmeda resplandecía. Sus ojos chispeaban. Su sonrisa era provocativa.
¿Qué diferencia el star system de entonces del Hollywood actual?
El star system en Hollywood lo cambió todo. Antes de que yo llegase el sistema estaba controlado por los estudios. Daban a las estrellas sus contratos y decidían mucho. Pero, cuando yo llegué, un nuevo sistema había empezado. Eran producciones independientes con estrellas en las películas. Y estas estrellas tenían más control de las películas que hacían. Marilyn era lo que quedaba del viejo sistema. En cambio, (Robert) Redford, (Paul) Newman eran parte del nuevo sistema. Ahora las estrellas determinan lo que quieren hacer. Negocian los mejores contratos y trabajan para cualquiera.
¿Por qué dejó de fotografiar?
Porque me quería convertir en director de cine. ¿Por qué? Porque el mundo de las revistas se estaba yendo a la quiebra. Dejé de hacer fotografías para convertirme en cineasta y eso fue un gran desafío para mí. Tuve que cambiar de profesión. Si vas en bicicleta toda tu vida, no significa que sepas cómo conducir un coche. Si has conducido un coche toda tu vida, eso no significa que sepas cómo manejar un avión. Pero, si sabes llevar un avión no significa que sepas llevar un helicóptero. El primer documental que dirigí ganó un Oscar. Mi película ganó 7 (premios) Emmy. ¡Y no tenía ninguna formación!. Mi primer libro serio se convirtió en un best seller de la lista del New York Times.
¿Qué prefiere hacer fotografías, películas, libros?
Lo que más satisfacción me ha reportado han sido las películas porque en ellas se reflejan muchos aspectos de tu propio talento. Las películas tienen la capacidad de abarcar todas las formas de comunicación: sonido, música, actuación, luz. Considero que es la forma de comunicación que plantea un mayor reto.
¿Qué fotografía no pudo hacer que le hubiese gustado?
La de Lee Harvey Oswald [el asesino de John F. Kennedy] en el sótano. Robert (Bob Hill W.) Jackson la tomó y ganó el Premio Pulitzer [por haber hecho la instantánea del asesinato de Oswald por Jack Ruby].
¿Qué más murió aquel día con Kennedy para que los estadounidenses sigan teniéndolo tan presente?
Oh, bueno, lo que se mató aquel día fue un nuevo principio. Estados Unidos había empezado a superar el bache. Un joven presidente atleta que era adorable como Marilyn [sonríe].
¿Cree que Estados Unidos ha conseguido sobreponerse?
No del todo. Se superó durante un tiempo con (el presidente) Barack Obama. Pero no ha sido lo suficientemente fuerte como para hacerse a sí mismo accesible de la misma manera que hizo Kennedy. No ha tenido los suficientes “affaires” en la Casa Blanca durante los primeros cuatro años. Pero, también es cierto que si Kennedy hubiese vivido, quizá podría haber sido el peor presidente del mundo. Cuando murió no había conseguido nada. Fracasó en el asunto de Bahía de Cochinos. Así que ¿quién sabe?. Lo que sí sabemos es que fue el presidente del pueblo. Fue lo suficientemente listo como para tener a Lyndon Johnson como vicepresidente, que controlaba el Congreso. Tenía al hombre correcto para hacer el trabajo sucio.
Marta Torres Ruiz
Todas las imágenes ©Lawrence Schiller
Cortesía Mondo Galería
Hasta el 15 de julio
Mondo Galería
San Lucas 9. 28004 Madrid
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