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    Manuel Moleiro: replicar la perfección

    En la Edad Media y el Renacimiento, los códices iluminados, para los que se reclutaba a los mejores pintores y artesanos, estaban casi exclusivamente al alcance de los patronos más poderosos y acaudalados. Manuel Moleiro, fundador de la editorial M. Moleiro, lleva treinta años clonando estas joyas de la bibliofilia creadas originalmente en pergamino, vitela, papel o papiro y en su mayoría embellecidas con miniaturas y elaborados diseños. Las colecciones del Metropolitan de Nueva York, la British Library de Londres, la Biblioteca Nacional de Rusia o el Museo Arqueológico de Madrid, entre una larga lista de instituciones, cuentan con algunas de sus selectas reproducciones. Con una encuadernación en piel curtida con los métodos antiguos y editados sobre un papel especial fabricado a mano, sus réplicas captan todos los matices de las pinturas, del pergamino, del oro y la plata, y por tanto se consideran un “casi original”. Con sede en Barcelona, acaba de abrir también una tienda en el centro de Madrid con su lema “El arte de la perfección”.

    Usted trabajó con Franco Maria Ricci. Él fue el editor de los libros de arte más fascinantes que se hicieron en la década de los 80.  Destacaban por todo: papel de Fabriano, encuadernación elegantísima, exquisito diseño, las ilustraciones se imprimían en papel arte y se pegaban a mano, con sumo cuidado, por un ejército de jubilados en Milán. El tratamiento de la cromía de las ilustraciones era único. Los autores de los textos eran escritores e intelectuales de primer orden: Jorge Luis Borges, Umberto Eco, Julio Cortázar, Roland Barthes, por citar algunos. Yo le conocí en la Feria de Frankfurt en 1980 y me cautivó su colección Los Signos del Hombre, que editaba en italiano y estaba a punto de naufragar. Le convencí para hacerlos en español y me costó mucho esfuerzo, pero conseguí que la colección fuera un gran éxito comercial y siga siendo un ejemplo de lo bello en el mundo de la edición de alta calidad. Fui también el editor y director de FMR, considerada entonces la revista más bella del mundo. A finales de los ochenta me desligué del tema para dar un salto con mi propia marca. Franco Maria Ricci, el genial editor que siempre llevaba en la solapa de su chaqueta negra una rosa de plástico roja que le había regalado Missoni, falleció en 2020 y hasta su muerte fuimos buenos amigos.

    ¿Cómo empezó con los códices? En 1991 quise crear mi propia marca, M. Moleiro Editor, clonar y estudiar los manuscritos iluminados más hermosos que se hicieron en la Edad Media y en el Renacimiento y que han sobrevivido al paso y peso de la historia precisamente por ser tesoros lo que los hace inaccesibles. Actualmente se conservan en las bibliotecas nacionales y grandes museos de media docena de países muy ricos y poderosos que se han ido haciendo con ellos en momentos convulsos: guerras, revoluciones…  Como me dijo Vladímir Nikoláyevich Záitsev: “en las guerras y en las revoluciones todo se compra y todo se vende”. Así contestó a mi pregunta el director general de la Biblioteca Nacional de Rusia, en 1998, cuando estaba clonando en San Petersburgo el Libro de horas de Luis de Orleans, iluminado por Jean Colombe, quien realizó también, junto a los hermanos Limbourg, la mayoría de miniaturas de Las muy ricas horas del duque de Berry. Estas joyas bibliográficas se crearon para emperadores como Fernando I, monarcas como Isabel la Católica, Ana de Bretaña, San Luis y sultanes como Murad III. Su realización estaba a cargo de los mejores pintores del momento, habilísimos calígrafos, encuadernadores, joyeros. Todo en ellos es excepcional y esa es la razón de que hayan llegado hasta nosotros porque en las grandes catástrofes lo primero que uno salva es lo que más quiere y después lo que más vale.

    ¿Cómo fueron los inicios? Lo primero que hice fue en 1992 para la celebración del Descubrimiento de América. Con motivo de la Expo de Sevilla, la Biblioteca Nacional de España y el Gobierno querían hacer algo muy bien hecho para obsequiar a los jefes de Estado invitados. Pensé en replicar el Beato de Fernando I y Doña Sancha, que está en la Biblioteca Nacional y es un símbolo del país. Lo hice con la intención de clonarlo; no iba a hacer un facsímil, porque a todo se le llamaba facsímil, e hice el códice con todas las características del original. Eso sí, usamos un pergamino vegetal, con la misma densidad, grosor y textura que el auténtico, porque sería inaceptable sacrificar centenares o miles de animales para hacer estos códices. La edición se agotó inmediatamente y hoy, cada ejemplar está revalorizado en 15.000 euros.

    ¿Qué es la clonación exactamente? Es replicar un códice fielmente en todos sus aspectos, de modo que sea indistinguible del original. Para ello se requiere la tecnología más avanzada combinada con un trabajo artesanal minucioso. Todos los detalles son importantes. Este códice, por ejemplo, es el Breviario de Isabel la Católica, la piel de la encuadernación es de plena flor, la parte exterior de la piel, la de mayor calidad que existe; está curtida de modo natural porque así se conserva el grabado en oro. Cuando se utiliza piel curtida en fábricas, de Europa o de cualquier país avanzado, el procedimiento es demasiado rápido y los químicos que se emplean, como el cromo y el cloro, eliminan el poro, de modo que con el tiempo el grabado va desapareciendo porque es piel demasiado endurecida. El curtido natural de la piel puede tardar de nueve a dieciocho meses, según la que se elija; este tipo de piel la compramos en algunos países de Asia o de África, donde todavía se utiliza el método natural. Es un breviario dominico y está completo y la verdad es que no quería comprometerme con él en aquel momento porque había pedido autorización para hacer el Splendor Solis, un tratado de alquimia del siglo XVI, pero la British Library me insistió tanto, que acabé haciendo ambos simultáneamente… [Marga Perera. Foto: Alfredo Arias]

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