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    Luisa Roldán: una epopeya barroca

    “Su modestia era grande; su pericia, superior, y su virtud, extraordinaria”, dijo de ella el tratadista Antonio Palomino. Luisa Roldán (Sevilla, 1652-Madrid, 1706), conocida como La Roldana, llegó a la cima como artista: fue nombrada escultora del rey por Carlos II, cargo que mantuvo con Felipe V y fue la primera artista española en ingresar en la Academia de San Lucas en Roma, un privilegio nunca antes alcanzado por ningún otro escultor hispano. El Museo Nacional de Escultura ensalza su legado en la exposición Luisa Roldán. Escultora real, primera monográfica que el museo vallisoletano dedica a una mujer artista. Uno de sus comisarios, Miguel Ángel Marcos, asegura que esta presentación “supone la culminación de una vieja aspiración de este museo: contar en sus colecciones con una representación adecuada de sus obras que permita al público comprender el enorme interés de sus creaciones y la trayectoria vital de la única artista que alcanzó el honor de ser escultora real. Aunque ya desde su fundación en 1933 fue uno de sus objetivos, es a partir de 2017 cuando se han ido adquiriendo diversas obras de diferentes formatos, materiales y técnicas (Cabalgata de los Reyes Magos, 2017; Relieve de la Virgen de Atocha, 2017; Virgen con el Niño y san Juan Bautista, 2019; Virgen con el Niño o de la Leche, 2022; Tránsito de la Magdalena, 2024). Su legado es, sin duda, la demostración práctica de que el arte no sabe de géneros, que únicamente atiende a la creatividad y técnica de los artistas, incluso en una época tan poco proclive a reconocer estas cualidades en las mujeres”, apunta el conservador.

    Aprendió el oficio junto a su padre, Pedro Roldán, cuyo obrador fue el más destacado de Sevilla en la segunda mitad del siglo XVII. “Al igual que tantos otros, la estructura familiar de los talleres artísticos posibilitó su formación como escultora y como es lógico, su estilo se basó estrechamente en el de su progenitor, uno de los mejores escultores del Barroco español”, afirma el comisario. Pese a que muchas de sus obras fueron atribuidas a su padre y a otros artistas, sus creaciones tienen un sello personal y destacan por su sutileza, gracia y originalidad.

    Para Miguel Ángel Marcos su singularidad radica “en esa capacidad propia de los artistas más inquietos de evolucionar en su estilo e incorporar elementos que obedecen a su propia elección, y uno de ellos, es su atrevimiento a la hora de representar personajes sagrados risueños, o incluso, riendo abiertamente, una actitud transgresora en una época que consideraba la risa como una expresión cargada de peligro y negatividad, y por tanto, poco adecuada para representar en imágenes sagradas. Estos gestos aparecen en muchas de sus obras a lo largo de toda su carrera, tanto en las realizadas en madera policromada, como en los grupos de barro cocido y policromado más característicos de su etapa final en la corte madrileña, pensados con una finalidad más decorativa –las “alhajas de escultura”, como ella misma las define- que devocional.”

    Madrid, sede de la Corte, era la tierra de oportunidades para los artistas hispanos y foráneos. Allí aspiraban a conseguir honores y prestigio, además de hacerse con una clientela. Era también el lugar donde podían conocer las últimas novedades artísticas. El cargo más codiciado era el de artista real; mientras que el de pintor siempre tuvo titular, el de escultor era habitual que estuviera vacante, dado el menor interés por la escultura de los monarcas. Antes de que Luisa Roldán consiguiera dicho nombramiento, hubo otros que lo intentaron sin éxito, como el gran Pedro de Mena.

    Aunque trabajó para diferentes reyes, La Roldana tuvo un desdichado final pues murió pobre y sin dinero. En una carta dirigida a Felipe V recién coronado, además de presentarle un Entierro de Cristo y un Nacimiento, como prueba de sus dotes, solicita: “casa para vivir y ración para mantenerse ella y sus hijos… pongo en consideración de Vuestra Majestad, que lo que sabe lo ejecuta en piedra, en madera, en barro, en bronce, en plata, y en otra cualquier materia”.

    “El tiempo en el que vivió en la corte, sobre todo a finales del reinado de Carlos II y ascenso al trono de Felipe V, fue especialmente complejo, con hambrunas, declive económico, revueltas, y como colofón, la Guerra de Sucesión española, en la que Madrid cambió de manos en un par de ocasiones; lógicamente tal panorama explica las dificultades para cobrar sus honorarios de una administración en crisis”, justifica el comisario, quien, no obstante, sostiene que “teniendo en cuenta las actividades y el testamento de su marido cinco años más tarde, es muy posible que esa declaración de pobreza tuviera más un componente de maniobra financiera en vez de responder a una situación real de extrema necesidad.” En la muestra pueden admirarse 32 originales de La Roldana, obras emblemáticas, recientes adquisiciones y también piezas que han sido restauradas. “De su etapa andaluza destacaría la Cabalgata de los Reyes Magos, un excepcional testimonio de los grandes belenes monumentales hispánicos del siglo XVII de los que apenas se conservan algunas piezas sueltas”, comenta Miguel Ángel Marcos, que también hace hincapié en “las esculturas del paso sevillano de la Exaltación o de los santos patronos de Cádiz, fundamentales en su producción”. De su etapa madrileña, al servicio de los reyes, el comisario se queda con “los dos Niños Nazarenos, obras exquisitas que nunca antes se han podido contemplar conjuntamente y con una policromía excepcional de Tomás de los Arcos; pero también los diversos grupos en terracota que dejan fascinados al espectador por su modelado minucioso y sus policromías, aunque quizás, como primicia, habría que destacar el grupo del Tránsito de la Magdalena, incorporado a las colecciones del museo pocos meses antes que se inaugurara la muestra y pone el broche a la exposición.”  [Foto: Luisa Roldán, La educación de la Virgen]. Hasta el 9 de marzo. Museo Nacional de Escultura. Valladolid. Cultura.gob.es/mnescultura

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