Tener como mentores a Kati Horna, la legendaria fotógrafa surrealista, colega y amor imposible de Robert Capa, o a Manuel Álvarez Bravo, a quien el MoMA reconoció como “uno de los inventores del vocabulario moderno de la fotografía”, imprime carácter. A eso hay que sumar una infancia solitaria en comunión con la naturaleza, en particular con los caballos salvajes que montaba desde niña como experta amazona. Estas fueron algunas de las experiencias que modelaron la sensibilidad de Flor Garduño (Ciudad de México, 1957), una figura señera de la fotografía mexicana contemporánea. La artista visita Madrid por un doble motivo: una exposición en la galería Blanca Berlín y otra en la Fundación Casa de México. A través del desnudo femenino, las naturalezas muertas, y la representación de animales cargados de simbología Garduño se muestra en permanente búsqueda de los límites sutiles de la imaginación. [Vanessa García-Osuna]