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    Graffiti. De las calles a las galerías

    ¿Vandalismo callejero o arte urbano? Se debatió en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo el verano pasado en el seminario El arte urbano como vanguardia, que dirigió Suso 33, artista graffitero madrileño que asegura que lo suyo es arte, no vandalismo. Pero esto no solo lo cree él, pues ha recibido encargos del Teatro Real, del Centro Dramático Nacional, de la Pasarela Cibeles 2007, de importantes empresas privadas, está representado en el Centro de Arte Reina Sofía y, curiosamente, ha sido propuesto para ser investido doctor honoris causa.
    Sin embargo, en el código penal español, el deslucimiento de los bienes inmuebles sin autorización está tipificado como falta si es un bien particular y como delito si el bien inmueble es patrimonio histórico, aunque si el costo de reparación es superior a 400 euros puede ser también delito en caso de bienes particulares. La ley parece clara, pero la polémica empieza cuando hay que aplicarla, cuando hay que valorar qué se pinta y dónde se pinta.
    La reciente subasta de Sotheby’s ha reactualizado el fenómeno Banksy, un grafitero inglés que no revela su identidad; todo el mundo le conocía pero nadie le había visto hasta que los fotógrafos le siguieron la pista y pudieron fotografiarle mientras pintaba [la foto se publicó en el Daily Mail el 31 de octubre de 2007 y puede verse en la web del periódico]. Se cree probable que sea Robert Banks, nacido en Bristol en 1975; con varias órdenes de arresto por dañar la propiedad pública con sus pinturas urbanas, mientras, su obra (una piedra pintada, Early man goes to the market), aunque sea de un modo muy curioso -la entró él mismo- está en el Museo Británico de Londres, y Banksy cotiza ya en subastas internacionales desde hace al menos cuatro años. Ahora ha sido en Sotheby’s donde se ha pujado por este “guerrillero del graffiti”, como se le ha llamado.
    Como puede verse, el fenómeno del graffiti abarca dimensiones sociales, políticas, legales, artísticas, económicas… Por definición, el graffiti es espontáneo, sin permiso, muchas veces sin autoría -por eso todos los graffiteros utilizan pseudónimo- tiene la frescura de lo clandestino, pero la sociedad y el mercado lo absorben todo. Podemos preguntarnos si es posible mantenerse al margen del mercado si instituciones como el Reina Sofía organizan concursos, si se organizan festivales, si existen galerías especializadas y revistas, escuelas de graffiti, seminarios universitarios y si las obras de artistas de graffiti han entrado ya en los museos. Lo que se desprende de todo ello, y eso es interesante, es que la sociedad está cambiando su mirada hacia el graffiti, un fenómeno social mucho más profundo de lo que puede parecer a simple vista. Por otra parte, el graffiti, desde sus inicios, ha llevado en sí mismo una actitud de rebeldía, una actitud antisistema, que bien podemos ver en la obra de Banksy, muy crítica y expuesta a los ojos de todo el mundo; la suya -y la de muchos graffiteros- es una forma creativa de hacer crítica social, una forma creativa de mostrar su rebeldía, que contrasta con otras manifestaciones antisistema, que se basan simplemente en ser destructivas y con las que el graffiti no tiene nada que ver.
    Volviendo a Banksy, las autoridades londinenses están obligadas, siguiendo sus ordenanzas, a destruir sus graffiti, porque dicen que “si aprueban su mural -se referían al mural pintado en el edificio de Correos de Westminster en Londres, que de momento lo han cubierto para no destruirlo- deberían aprobar todos los garabatos de la ciudad”. Legalmente no les falta razón.
    Como siempre, nos enfrentamos a un problema entre el derecho a preservar la propiedad privada y el derecho a la expresión, y a un problema de concepto si hay que equiparar un trabajo interesante -como es el de Banksy, con su inteligente crítica social- a la multitud de garabatos y pintadas de ningún valor. Normalmente, para esas pinturas se buscan paredes medianeras, grises y deslucidas y un buen graffiti puede alegrar y embellecer la ciudad, pero legalmente no es un asunto fácil.
    Mientras Kids on guns de Banksy se vendió en Bonhams en 2004 por 600 libras, en 2007, su precio de salida en Sotheby’s ascendió a 60.874 dólares. Compradores como Brad Pitt y Angelina Jolie no tienen ningún problema por acceder a pujas millonarias por las obras de Banksy. Madonna es otra de sus fans, y obras de Banksy pueden ser un buen regalo de cumpleaños.

    Un poco de historia…
    Los inicios del graffiti fueron a finales de los años 60 en Nueva York con influencia de la música hip-hop y el breakdance; al principio eran sobre todo firmas, como marcando un territorio.
    El primer graffitero de Nueva York firmaba Taki 183, diminutivo tradicional griego de Demetrius, su nombre real; sólo firmaba, era mensajero y pintaba su firma en todas las paredes donde hacía las entregas. El 21 de julio de 1971, The New York Times publicó una entrevista [puede verse en la web del periódico] y el graffiti proliferó hasta convertirse en un grave problema para la ciudad de Nueva York, que gastó verdaderas fortunas limpiando paredes. Se convirtió en una moda y se pintaban las firmas por el metro y por todas partes. Era un reto, cuantas más firmas y más peligroso el lugar de la firma, más prestigio entre ellos. Las firmas se llamaban tags, firmar era como decir “estoy aquí y este es mi sitio”, luego empezaron los bombs o piezas, pinturas más elaboradas, que a menudo se pintaban en equipo, los crews, que tenían sus propias normas, como respetar las firmas y piezas de los demás. Entre las firmas del metro empezaron a aparecer unos graciosos y radiantes personajes, eran de Keith Haring (1958-1990), que siempre dibujaba alrededor de las firmas y entre ellas. “Nunca dibujaría encima de las firmas de otros”, decía, que afirmaba que era una práctica muy habitual. Haring, uno de los jóvenes pintores del círculo de Andy Warhol en los 80, estuvo pintando tres años en el metro de Nueva York, y fue su lugar preferido hasta que llegó a la Documenta 7 de Kassel y a las mejores galerías neoyorquinas. En “Art in transit” escribió: “En el metro, uno puede captar el sentido de la opresión y la lucha en la gran diversidad de rostros (…). Hay algo muy ‘real’ en el sistema del metro y en la gente que viaja en él”. Para Haring, “los dibujos debían ser por necesidad simples y rápidos, no solo por la realización sino para no ser arrestados”. Entonces era muy claro que era vandalismo y Haring fue multado y arrestado en varias ocasiones. La historia del graffiti es breve, y lo que empezó considerándose un vandalismo es hoy un fenómeno sociocultural que se está integrando de manera natural en los circuitos artísticos y en el mercado del arte.

    Récords de Banksy
    Autorretrato (225.000 euros Bonhams)
    Tesco Value Tomato (190.000 dólares. Bonhams)
    Space girl and Bird (325.000 euros. Bonhams)
    Bombing Middle England (115.000 euros. Sotheby’s)

    Los otros Banksy…
    Aunque Banksy es el más célebre, le sigue de cerca los pasos Anthony Micallef cuyas obras se venden por más de 395.000 euros, y como Banksy está representado por la galería Lazarides (wwwlazinc.com) de Londres. Otros graffiteros cuyas obra salen con regularidad a pujas son Space Invader, Swoon, D*face, Adam Neate y Paul Insect, pseudónimo del diseñador gráfico de 36 años Paul Humphrey. Su primera exposición, Bullion, tuvo que ser cancelada el pasado verano antes de inaugurarse después de que Damien Hirst comprara entera su colección.

    SIXEART, de la calle a la Tate Modern
    Otro graffitero, éste de Barcelona, Sixeart (Sergio Hidalgo, 1975), fue uno de los seis elegidos por la Tate Modern de Londres para pintar la fachada del museo para la muestra Street Art en el pasado agosto; según la Tate, Sixeart fue elegido por ser uno de los artistas que habiendo empezado a pintar en las calles hoy expone en galerías y está en importantes colecciones.

    Sixe, ¿cómo empezaste a pintar en las calles? ¿Eres autodidacta?
    Sí. Cuando empecé a pintar en la calle al principio lo único que pensaba era poner mi nombre en todas partes y en cuantas más mejor. Empecé a hacer graffiti, bombardeando en todas las paredes que pudiera, porque necesitaba expresarme y la calle era el lugar que me daba esta posibilidad…Después de unos doce años pintando en la calle decidí empezar a trabajar con nuevos materiales y soportes entrando en otra dimensión creativa diferente al graffiti tradicional que había estado haciendo hasta el momento.

    ¿Cuál es para ti la filosofía del arte urbano?
    Pintar y ser feliz.

    ¿Cómo ves el paso del graffiti desde la calle a las galerías, museos y salas de subastas?
    Como movimiento artístico que es puede entrar en un taller, una galería, un museo o una casa de subastas. El graffiti sólo se puede hacer en una pared, pero lo más importante es la cultura del ‘movimiento’ la forma de expresión no estilizada e ingenua.

    ¿Qué ha cambiado desde la época de Keith Haring?
    La evolución del graffiti desde sus orígenes en Nueva York hasta el momento ha sido muy interesante. Esta etapa actual es importante porque el mundo del arte está abriendo sus puertas a muchos artistas que llevan tiempo pintando en la calle, al igual que ocurrió en su momento con Jean Michel Basquiat y Keith Haring.

    ¿El arte urbano puede ser una forma más rápida de darse a conocer para entrar en los circuitos artísticos?
    Creo que tampoco es un puente para entrar en el circuito artístico. Lo que realmente te puede abrir puertas al circuito artístico es la calidad de tu trabajo.

    ¿Qué significó para ti pintar el muro de la Tate Modern Gallery?
    El reconocimiento a mi trabajo. Ha sido una experiencia interesante en varios sentidos. Técnicamente hablando, ha sido uno de los mayores murales que he pintado y eso pese a la dificultad ha sido una satisfacción enorme.

    ¿Qué es lo que más valoras de una pieza de Street Art?
    La originalidad de la pieza y su ubicación.

    ¿Cómo es que los graffiteros utilizáis pseudónimo, hasta el punto de evitar mostrar la identidad como Banksy?
    Esto es algo normal pero no todo el mundo oculta su identidad.

    ¿Es cierto que uno de los graffiteros más admirados es Fasim?
    Sí. Fasim siempre ha sido un artista avanzado a su tiempo. Le considero el padre del graffiti en Barcelona.

    Antònia María Perelló. Conservadora jefe del Área de Colección MACBA

    ¿Cómo ve el fenómeno del graffiti cuando llega a los museos?
    El graffiti puede ser interpretado como un modo de expresión artística y, como se ha demostrado en casos como el de Haring, puede encontrar su lugar en museos y centros artísticos.

    ¿Cómo integró el MACBA el graffiti que Keith Haring pintó en Barcelona?
    Haring pintó el graffiti Todos juntos podemos parar el sida en la plaza de Salvador Seguí, junto a la calle de Robador, en el Raval, en febrero de 1989. Dado su gran deterioro y el hecho de que la plaza debía ser remodelada, el Ayuntamiento de Barcelona pidió consejo al MACBA sobre cómo proceder. Dado que las losas de piedra sobre las que estaba pintado estaban completamente deterioradas y no tenía sentido su recuperación, se consideró que la mejor opción era efectuar la calca del graffiti a tamaño natural y conservar muestras del color original. Un equipo de restauradores profesionales procedió a realizar la mencionada calca, que pasó a formar parte de los fondos artísticos del Ayuntamiento de Barcelona en 1992, quien, a su vez, la depositó en el MACBA. Desde entonces, el MACBA la ha instalado en dos ocasiones (1996 y 1998) en el muro situado frente a la fachada lateral izquierda del Museo.

    Se ha dicho que el Ayuntamiento de Barcelona quiere ubicar en un lugar público esta obra
    No tenemos noticias al respecto. Hoy por hoy, la calca de la obra está depositada en el Museo. Para su instalación, temporal o definitiva, debe contarse con el acuerdo del Estate Haring.

    Mario Pasqualotto (Barcelona, 1958).
    Artista plástico y comisario de J.C.E Jeune Création Européenne (Bienal itinerante europea) New talents in the European art scene

    ¿Qué piensas de la polémica sobre el graffiti, ¿daño a la propiedad privada o arte?
    Una respuesta clara y precisa se hace difícil. Por un lado, está la identidad de la cultura urbana, que se caracteriza por una rebeldía y la necesidad de marcar fronteras y enviar un mensaje a la sociedad: ¿protesta?, ¿esperanza?, ¿denuncia?, ¿Slang urbano cultural? En cuanto a daños, podría entenderse como ataque a la propiedad privada. Como arte, es la expresión plástica y creación de un lenguaje de identidad de una generación que se mueve entre el ‘no future’ y la necesidad de encontrar su propio espacio de expresión artística.

    Mientras por las pinturas de Banksy se pagan millones de dólares, los afectados por sus paredes tienen que discutir y votar para acatar la ley municipal de protección privada…
    El ojo se educa observando; al final, se llega a saber lo que es atractivo, energético y vibrante, y puede distinguirse de lo que no es más que un garabato sin sensibilidad y capacidad de expresar una idea. No me parece justo que si la expresión nace en la calle se pretenda canonizar / culturalizar en los cenáculos y espacios de culto…cuando han nacido de la libertad de expresión y de comunicación, enviando mensajes a la sociedad, a los ciudadanos y a la Administración…

    ¿Crees que el graffiti implica una actitud antisistema?
    Lo antisistema en la actualidad se ha desdibujado y fagocitado por la necesidad de subsistir de los propios “creadores de muros plásticos”… Las modas y las tendencias se crean en la calle con total ingenuidad y pureza sin intereses… luego el mercado que busca lo nuevo y lo transforma en producto consumible.

    Amanda Cuesta (Barcelona, 1974)
    Crítica de arte y comisaria vinculada a convocatorias de arte joven

    Pintar en las calles: ¿daño a la propiedad privada o arte?
    El arte del graffiti ha de suponer un cierto punto de gamberrada. Su potencia depende de pasarse las normativas por el forro y ocupar el espacio público connotando lugares especialmente anodinos. Sin ese ejercicio de transgresión se desactiva, se convierte en decoración, pintura mural al uso. Detrás de un graffiti hay una pulsión: la necesidad primaria de expresarse; algunos de los chicos que pintan sus tags madurarán y dejarán de hacerlo y otros evolucionarán y llegarán a encontrar su estilo. En el graffiti hay algo de reivindicación de las libertades personales, sobre todo en un espacio urbano tan normativizado como el actual.

    ¿Se podría seguir algún criterio para decidir qué pintadas deberían conservarse?
    Lo bello o bonito es sin duda un valor estético, pero no puede ser el único criterio para considerar qué es una buena pintada. Sobre la consideración de que algunas pintadas degradan el paisaje urbano, diría que es una cuestión de gustos. Los tags, por ejemplo, son formas de marcar el territorio. En el espacio público hay un lugar para las marcas comerciales, para las institucionales… todos marcan su territorio, así que entiendo perfectamente el gesto de un chaval que deja su huella en la calle. Es una forma de expresión algo primaria, de acuerdo, pero una forma de auto-representación muy humana a fin de cuentas.

    Ya hay galerías especializadas en graffiti ¿crees que si el graffiti entra en galerías, museos, subastas… y los graffiteros trabajan con encargos, se acaba con la filosofía del graffiti?
    Lógicamente es una perversión de la naturaleza transgresora del graffiti. Es un arte que nació en el espacio público a partir de la urgencia de los artistas de barrio que no tenían lugar donde expresarse, o acceso a un circuito artístico. Como no tenían un lugar se lo tomaron. Lo que pasa es que el mercado acaba engulléndolo todo.

    ¿Crees que los grafiteros al tener su trabajo en la calle y a la vista juegan con ventaja respecto a los otros artistas que siguen los circuitos convencionales para dar a conocer su trabajo?
    En el momento que un graffitero entra el circuito artístico y asume sus reglas tiene las mismas oportunidades que otro artista. Cuando Keith Haring pintaba en el metro se la estaba jugando, su actitud era antisistema. Fue arrestado en varias ocasiones por dañar la propiedad pública. Ese es un riesgo que no corre el artista en su taller. Algunos graffiteros sólo hacen tags, pero otros han tejido todo un estilo de vida entorno al graffiti, yendo de ciudad en ciudad, buscando espacios para pintar.

    MUSA, en la calle y en Montana
    Musa (Barcelona, 1971) es una artista que comparte su pasión por el graffiti con la actividad de galerista en Montana Shop & Gallery de Barcelona, galería vinculada a Montana Colors, que el mes de julio presentará la exposición Iam (Ink and Movement), que se está celebrando ahora en Nueva York, con los españoles Sixeart, Nano 4814, Okuda y San, exposición que después pasará por Madrid y París.

    ¿Cuántos años llevas pintando graffiti? ¿Cuál ha sido tu trayectoria?
    Empecé a finales de 1989, aquí en Barcelona. Primero, como casi todo el mundo, probé con cosas pequeñas, firmas [tags], piezas a plástica [el relleno de las letras con pintura plástica y el trazo con spray] y cuando había más dinero o suerte algo con más color y más sprays. Hago wildstyle, que consiste en la (re)forma de las letras desde una tipografía más sencilla a una más compleja. De lo que se trata es de crear tipografías propias, complejas y dinámicas; estudio las características de las letras y los recursos básicos del graffiti en Nueva York, la meca del graffiti.

    ¿Cómo elegís los lugares donde pintar? ¿Buscáis el riesgo?
    No necesariamente, pero suele coincidir que los lugares más vistosos donde las piezas van a resaltar más son más arriesgados. Nos gusta interactuar con la ciudad, y no nos gustan los espacios grises.

    ¿Cuál es el impulso inicial que os lleva a pintar en las paredes?, ¿es un acto de rebeldía?
    Cualquier acto de reivindicación personal es, en sí mismo, un acto de rebeldía.

    Normalmente, el graffiti es un mundo de hombres
    El graffiti es un mundo de hombres tanto como el resto de aspectos laborales y de ocio en la vida. Me gusta pensar que el graffiti es un mundo de personas que tienen algo que decir.

    ¿Cómo has llegado a la galería?
    Desde que pinto he estado ligada a la marca Montana Colors, la pintura especializada para graffiti creada aquí. Me unen a ella amistad, lealtad e interés por preservar y desarrollar el graffiti hasta donde se pueda, así que era un paso bastante lógico que al crearse la primera tienda-galería estuviese a su lado.

    Como galerista, ¿cómo veis el fenómeno del graffiti en el momento actual?
    Hay muchísima hipocresía. Por un lado, se criminaliza cualquier tipo de actividad que se escape del formato o los cauces establecidos y por otro lado, se ensalza cualquier cosa que huela a graffiti en galerías. El graffiti, como cualquier forma de expresión viva fluctúa, dependiendo del entorno dónde se desarrolle, así por ejemplo en Barcelona ha decrecido gracias a la política del ayuntamiento, y se mantiene un poco a la sombra, y en otros lugares crece como las setas con las primeras lluvias. Es un proceso que no se para nunca.

    Los artistas que trabajan con vuestra galería, ¿vienen todos del mundo del graffiti?
    La gran mayoría sí. Algunos provienen del street art, que entendemos como un brazo paralelo al graffiti; otros lo hacen desde el diseño, pero todos comparten unas raíces en común que les hacen un hueco por derecho propio entre nuestras paredes.

    ¿Cómo hace curriculum un graffitero para llegar a una galería?
    En el mundo del graffiti quien más o quién menos ha oído, visto o conoce el trabajo del artista o al artista en persona. Internet facilita mucho las cosas. En cuanto a otros espacios, sinceramente no sé cómo lo hacen los escritores de graffiti para conseguir exponer en ellos, ni sé cómo hacen las galerías para acogerlos. Nuestra vocación como galería nació de la necesidad de hacernos un hueco desde el cual mostrar que el graffiti que odias puede ser el mismo que amas.

    ¿A partir de qué precio se puede comprar una obra en vuestra galería?
    Los precios los marcan los propios artistas. A veces, ellos valoran más el hecho de poder llegar a gente sin recursos que necesita un poco de arte en sus vidas. Otras, deciden que el esfuerzo que han invertido necesita ser recompensado con un ingreso más elevado. También depende de sus propias trayectorias dentro del mundo de arte y de a quién va dirigida la exposición. Hay artistas que simplemente muestran lo que hacen como un tributo al mundo del graffiti y son exposiciones más familiares, muy auténticas y prácticamente undergrounds, en las que el precio es más bien simbólico. En la galería se pueden encontrar piezas a partir de 60 euros, y hasta 3.500 euros, dependiendo del artista.

    ¿Puedes explicar la diferencia entre graffiti y street art?
    El graffiti utiliza sobre todo spray y rotulador. Es un trabajo de calle y es bastante más arriesgado. El street art utiliza pegatinas y plantillas, y es más trabajo de ordenador, por lo tanto alguien que quiera hacer street art no necesita ni por asomo hacer graffiti.

    Marga Perera

    Grafiti

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