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    Han Nefkens: «El arte disipa la soledad»

    Han Nefkens (Rotterdam, 1954), escritor, coleccionista de arte y mecenas, estudió periodismo en Francia y en Estados Unidos y en la actualidad vive en Barcelona. Nefkens creció en una familia de filántropos y amantes del arte. Su padre, arquitecto y constructor, poseía una exquisita colección de antigüedades y arte precolombino.
    Tras estudiar periodismo, trabajó durante once años como corresponsal de radio en México. En 1987, al recibir la noticia de que era seropositivo, se dio cuenta de que lo importante es el tiempo y para él, el momento importante es el ahora. En 2006, fundó la ArtAids Foundation para hacer más visible, a través del arte, el problema del sida, combatir su estigma y mejorar la vida de los infectados. Hasta el 18 de septiembre, la Fundación Miró de Barcelona presenta You are not alone de la colección ArtAids; también este verano se celebra otra exposición en Holanda, Han Nefkens, 10 años de mecenas, que trata de todas sus actividades durante este tiempo. Nefkens acaba de ser condecorado por la Reina Beatriz de Holanda con el prestigioso Zilveren Anjer 2011 (Clavel de plata), una distinción concedida por la organización Prins Bernhard Cultuurfonds, que reconoce la labor de personas que realizan contribuciones altruistas y extraordinarias a la cultura holandesa. Jeff Wall, Sam Taylor-Wood, Bill Viola, Félix González-Torres y Shirin Neshat son algunos de los nombres presentes en su colección que Nefkens no atesora egoístamente en su casa sino que cede directamente a los museos.

    Usted es holandés, ¿qué le trajo a Barcelona?
    Soy holandés, pero holandés errante, por- que desde los 19 años he vivido fuera de Holanda; primero en Francia, luego en Estados Unidos, México, Londres y ahora en Barcelona. Antes de venir a vivir aquí ya había pasado largas temporadas y en 2006 hice una exposición en Foto Colectania. Barcelona me sedujo totalmente y en 2008 me instalé definitivamente. Me gusta el dinamismo de la ciudad, su ambiente mediterráneo y la forma de vivir.

    Relátenos sus actividades artísticas…
    Soy un privilegiado porque puedo dedicarme a lo que me gusta, a la escritura y a distintos proyectos de arte, que son muchos y en diferentes direcciones: por un lado, la colección, que consiste en comprar o encargar obras y puede verse en nuestra web [www.hfcollection.org/]; la colección en el Museo Boymans van Beuningen de Rotterdam, que encarga obras específicas para el museo; el proyecto Fashion on the Edge, en el que buscamos diseñadores y artistas que trabajen entre la moda y el arte para encargarles obras que pueden exponer en el museo. Y tengo la Fundación ArtAids, con sedes en Holanda, Barcelona y Bangkok, que también encarga obras a artistas. Otro proyecto es de comisariado, el H+F Curatorial Grand, en colaboración con FRAC Nord-Pas de Calais.
    Escogemos a un comisario joven para que organice una exposición y trabaje en proyectos específicos que le sirva para adquirir experiencia práctica, como la exposición que hacemos en la Fundación Miró, You are not alone.

    ¿Cuál es el objetivo de la Fundación ArtAids?
    Concienciar a la gente de que no hay que excluir a las personas con VIH, y tener presente que el virus existe y que hay que tomar precauciones. En España tenemos la Fundación Han Nefkens y la idea es realizar proyectos con distintos museos. Ahora hemos empezado a colaborar con el MACBA, y en esta ocasión una artista iraní, Natasha Sadr, expondrá en La Capella… El arte tiene que compartirse, es un reflejo del mundo… Lo mejor es trabajar con museos porque ya tienen sus estructuras, y para ellos es muy grato tener personas que les ayuden económicamente en sus proyectos.

    ¿Elige las obras que adquiere o se deja asesorar?
    Llevo diez años coleccionando y no tengo asesores. Durante los primeros cinco compré en galerías y ferias; cuando empecé a comprar nunca me detenía a pensar si la obra cabría en mi casa, sino que la imaginaba expuesta en las paredes de un museo. Fue entonces cuando me di cuenta de que muchos artistas carecían de recursos suficientes para llevar a cabo sus proyectos y esa constatación me hizo que empezara a financiar la producción…

    Entonces, es también mecenas…
    Bueno, no también, ¡sino sobre todo!.

    ¿Cuál fue la primera obra que compró?
    Fue en 1999, durante una visita a Nueva York. Mientras visitaba galerías pensaba en cuanto me gustaría comprar obras para compartirlas; antes de comprar nada, sin embargo, durante un año trate de familiarizarme con los artistas y las galerías, y hablé con el director de un museo de Holanda. Lo primero que compré fue una videoinstalación de Pipilotti Rist, a quien posteriormente encargué una obra específica para la Fundación Miró. Suelo trabajar con varios museos, cuatro en Holanda, otro en Alemania, otro en Francia, y ahora he empezado a colaborar con el MACBA y la Fundación Miró de Barcelona.

    ¿Ha pensado en abrir su propio museo?
    No, no quiero un museo propio… el mundo no está esperando otro museo; puedo tener más influencia apoyando a las instituciones que ya existen. Además es más práctico porque un museo ya tiene su infraestructura y red de contactos. Ahorro tiempo y dinero.

    ¿Cómo elige a los artistas?
    Lo principal es que la obra te guste, es algo intuitivo; si me atrae, quiero ver si también me interesa la trayectoria del artista.

    Cuando hace un encargo, ¿el artista tiene libertad de temática?
    Sí, salvo cuando es para ArtAids, que la temática es el VIH, aunque la alusión al virus sea metafórica. Tenemos artistas de Marruecos, Lituania, Holanda, Estados Unidos, Tailandia, Dinamarca, Vietnam, Chile, Argentina, Sudáfrica y España, cada uno tiene su personalidad y, de hecho, se notan las diferentes culturas. Trabajo en Tailandia desde hace años y allí tenemos un proyecto con expertos de distintos países que nos envían información sobre artistas de estos lugares que nos sirve para crear una red internacional.

    Los encargos que hace a artistas para museos, ¿son cesiones o donaciones?
    Algunas obras son cesiones y otras, donaciones, con la promesa de que cuando yo muera se quedarán en los museos.

    ¿No le preocupa manifestar que es seropositivo?
    No. Para mí es como cualquier otra enfermedad. Es fundamental que la gente no sienta miedo ni rechazo a las personas seropositivas. Si mis proyectos quieren contribuir a borrar el estigma del VIH, yo no puedo esconderme.

    ¿Ha cambiado su percepción de la vida?
    Antes de saberlo, hace 24 años, tenía la ilusión de que la vida no tenía fin; ahora me doy cuenta de que vivimos de prestado y lo que hacemos cada día es importante. El cambio más grande que he experimentado es valorar el tiempo, eso me da la energía para hacer lo que quiero hacer y me ha quitado el miedo.

    ¿Hay alguna obra de la que no se desprendería?
    Me desprendo de todas… todas están en los museos, en casa tengo muy pocas, tengo Thomas Ruff, Bernard Frize, Prudencio Irazábal, Shirin Neshat, Roni Horn…

    Siendo mecenas de artistas, habrá tenido muchas experiencias, ¿puede contarnos alguna?
    Pipilotti Rist fue la primera artista que entró en mi colección. Cuando yo aún no era coleccionista, vi en París una exposición suya, Remake of the weekend, que me impactó muchísimo; sus obras te obligan a introducirte dentro de ellas y es toda una experiencia, cuando salí, me dije “quiero formar parte de este mundo”. Fue casualidad que fuera suya la primera obra que compré. Luego, cuando vino a Barcelona, preparamos un proyecto en La Mina [un barrio de Barcelona] sobre el VIH que se iba a mostrar en la biblioteca de la Fundación Miró, y la invité a participar. Me pareció curioso que ella, que había despertado mi interés por el arte, estuviera ahora contemplando lo que yo hacía… era como un círculo que se cerraba… Recuerdo otra historia, casi una aventura: celebramos una exposición en Tailandia con artistas del país y algunos europeos, y por problemas políticos se cerró el aeropuerto de Bangkok y no había manera de salir del país. Estuvimos atrapados cinco días hasta que conseguimos un vuelo. La estancia fue increíble porque nos sentíamos casi como en familia. Aquella experiencia forjó un lazo muy especial entre nosotros.

    Haciendo encargos, alguna vez habrá tenido sorpresas con el resultado final…
    Sí, pero casi siempre positivas; antes de empezar, el artista presenta una propuesta y ya contamos con que a lo largo del proceso creativo puede llegarse a un resultado diferente de la propuesta inicial.

    ¿Y en cuanto al presupuesto?
    La pieza tiene que ajustarse al presupuesto acordado; si el artista prevé que puede ser más cara se habla durante el proceso, pero nunca al final; el artista tiene libertad, pero a veces no es lo que pensamos. Estar en contacto con otras personas y compartir la pasión por el arte con artistas de otras culturas te ayuda a aprender sobre otras formas de pensar, y esto siempre me impresiona.

    ¿Qué libros lee?
    Leo muchísimo, soy un lector compulsivo: ficción, arte, economía, neurociencia, libros que ayuden a comprender mejor el mundo…

    M. Perera

    Nefkens 2

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