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    La colección del príncipe Czartoryski

    El pasado es un legado para el futuro” era la divisa bajo la cual la princesa Izabela Czartoryska, nacida condesa Fleming, abrió en 1796, en el parque de su palacio de Pulawy, su museo.
    La princesa acumuló en su larga vida una importante colección de arte que incluía la Dama del armiño de Leonardo da Vinci, el Paisaje con el buen samaritano de Rembrandt y un Retrato de joven de Rafael. Llegó a reunir unas 2.000 obras, con predominio de artistas contemporáneos como Fragonard, Watteau, David, Vigée-Lebrun, Angelica Kauffmann y Josef Grassi. Una de las joyas de su colección era una escultura de Antonio Canova, El Príncipe Henryk Lubomirski como Cupido.
    La misma filosofía de Izabela inspira hoy a su descendiente, el príncipe Adam Karol Czartoryski (Sevilla, 1940) actual jefe de la noble familia polaca, hijo de la princesa Dolores de Borbón -primo hermano del Rey Juan Carlos-, y Orleans por dos ramas distintas.
    El príncipe nos recibe afable acompañado por su esposa, la libanesa Josette Calil, en la terraza del hotel madrileño en el que se aloja, la víspera de regresar a su residencia en Roma, para relatarnos los turbulentos avatares por los que ha pasado la colección de su familia.
    “Yo nací en España. Siempre digo que soy un polaco-sevillano. Mis padres huyeron de Polonia durante la Segunda Guerra Mundial, perseguidos por el régimen alemán, que los arrestó y envió a un campo de concentración como a tantas otras personas. Mi abuelo, el Infante Don Carlos, solicitó amparo a Franco que a través de sus contactos llegó al almirante Canaris, jefe del espionaje alemán, que logró que los deportaran a Italia y de ahí a España, donde llegaron en diciembre del 1939. Al mes de estar allí nací yo, en Sevilla. Mis padres vinieron, como suele decirse, “con lo puesto”, salvaron la vida, pero perdieron todo lo demás: castillos, museos, bibliotecas, fincas y cuentas corrientes. Mis abuelos, el Infante Don Carlos y la Infanta Luisa, les compraron una pequeña finca de recreo en Dos Hermanas, un pueblo al sur de Sevilla, que dedicaron a la explotación agraria para ganarse la vida. Fueron años duros para mi padre, a la amargura del exilio se le sumaba la de haber perdido todo y tener que vivir “mantenido” por su suegro. Cuando yo tenía apenas 6 años, falleció, y a continuación murió mi hermano menor, los dos con un mes de diferencia, y a mi madre la tragedia vivida le produjo un bloqueo mental. Nunca hablaba de Polonia, ni siquiera me empujó a aprender el idioma, que he tratado de aprender de adulto” nos relata con suave acento andaluz el príncipe Adam Karol.
    El noble polaco ha sido un entusiasta deportista toda su vida “he practicado casi todos los deportes pero en especial, he disfrutado pilotando coches, tanto deportivos y prototipos como Fórmula III. También he estado muy involucrado en las artes marciales como Vicepresidente de la Federación Europea y Mundial de Kárate, y co-fundador de la Federación Española, y esta pasión me llevó a coleccionar armas japonesas antiguas.”

    El Leonardo
    Por razones patrióticas, las obras de arte y las memorabilia más buscadas en el siglo XIX eran las que tenían que ver con la historia nacional y la soberanía perdida -el territorio de Polonia llegó a abarcar desde el Báltico hasta casi el mar Negro. De ello se derivó la construcción, en 1801, de un pabellón-museo en el parque de Puławy, inspirado en el templo de Vesta en Tívoli.
    Su fundadora, la princesa Izabela, lo bautizó con el nombre del Templo de Sibila.
    Aquel “Templo a la Memoria” acogía, desde trofeos que conmemoraban la victoria sobre los turcos a los exquisitos tesoros de los duques de Brabante. En su libro La historia y sus imágenes, Francis Haskell describe así el Museo de Puławy: «El Templo de Sibila, concebido tras el definitivo desmembramiento de Polonia, era más que un museo un relicario a gran escala. Albergaba piezas de distinta naturaleza, pero con un elemento en común: eran una prueba tangible de que había existido un gran reino de Polonia […].”
    En 1798, el príncipe Adam Jerzy, el hijo de la princesa Izabela, había viajado a Roma, como embajador, y adquirido para el museo de su madre, las dos obras que darían fama a la colección.
    No solo compró La dama del armiño de Leonardo da Vinci, sino también un espléndido Retrato de hombre joven de Rafael, que desapareció durante la invasión de los nazis en 1945.
    Adam Jerzy había vivido largo tiempo como rehén en la corte de Catalina de Rusia. La historia cuenta que ni el príncipe ni su madre sabían con exactitud lo que compraban cuando La dama llegó al castillo de la familia de Puławy, al sur de Varsovia. Izabela exclamó al ver el cuadro con el armiño: “¿Eso qué es? Si es un perro es muy feo”. A lo largo de más de 200 años la familia Czartoryski ha conservado la propiedad del retrato de Cecilia Gallerani, poeta, música y amante del duque Ludovico Sforza El Moro, a la que Leonardo pintó hacia 1496, cuando era jefe de festejos del palacio.
    “Izabela también hizo acopio de fetiches que simbolizaban la gloria y la miseria de la vida humana. En el museo tenemos una silla de Shakespeare, fragmentos de la tumba de Romeo y Julieta, reliquias de Abelardo y Eloísa, y Petrarca y Laura, ¡y las cenizas de El Cid y Doña Jimena procedentes de la Catedral de Burgos!”, nos desvela divertido el príncipe.

    El Hotel Lambert
    Adam Jerzy, que tenía más vocación de político que de coleccionista, fue condenado a muerte por los rusos tras la insurrección de 1830 y tuvo que huir a través de Europa. Se estableció en París, y en 1843 compró el Hotel Lambert, en cuyas dependencias desplegó la soberbia colección de aquel primer museo. El hotel pronto se convirtió en el símbolo de la gran emigración polaca.
    “Entre los asiduos figuraba el compositor y pianista Federico Chopin, que solía acudir al Bal anual polaco donde interpretaba su famoso concierto La Polonaise compuesto especialmente para este evento. Actualmente el museo de Cracovia posee una colección de objetos del músico romántico, entre ellos, su piano -cuenta el príncipe Adam Karol- Durante casi 140 años fue el hogar de los exiliados de Polonia, hasta que nosotros, los descendientes de Adam Jerzy, vendimos el hotel a Guy de Rothschild en 1975”.
    En septiembre de 2007, el Jeque de Qatar, se hizo con este mítico hotel por una cantidad 80 millones de euros según algunas informaciones.
    A la muerte de Adam Jerzy, su hijo menor, el Príncipe Ladislao, se hizo cargo del museo. “Éste sí era un verdadero coleccionista”, recuerda el príncipe, “Con su hermana, Izabela, compraron una maravillosa alfombra persa Shah-Abbas, conocida como la Polonaise, vasos etruscos y griegos, antigüedades romanas y egipcias, esmaltes de Limoges…”.
    En 1871, tras la derrota francesa en la guerra franco-prusiana, Ladislao empaquetó y escondió casi todos los objetos y huyó. Tres años después, Cracovia le ofreció el antiguo arsenal de la ciudad y el príncipe adquiere un palacio adyacente a éste que comunica con un puente a un monasterio, y que utilizará como vivienda particular y sede del museo. Así, en 1878, cien años después de que Izabela instalara el suyo en Pulawy, abría sus puertas el remozado museo, tal como puede visitarse hoy día.
    “Antes de la Segunda Guerra Mundial, el museo no estaba abierto al público, era un palacio con grandes obras de arte que disfrutaban solo sus moradores y, ocasionalmente, su círculo más íntimo –expone el príncipe- eso explica que en Europa casi nadie, al margen de los expertos y eruditos, supiera que La dama de Leonardo estaba en Cracovia. Cuando la llevé a Italia en 1998, la gente me preguntaba “¿Pero de donde viene?”. Yo respondía De Polonia’. “Ah, de Bolonia” “¡No, no! ¡De Polonia!. Ya no es italiana ¡es polaca!.”
    Adam Ludwik, continuó la obra de su padre, el príncipe Ladislao, y en 1897 asumió la propiedad de Sieniawa con el Emperador Francisco-José. Su capital se calculaba entonces en más de 4,5 millones de coronas austriacas, sin incluir las colecciones de arte del palacio. Un par de años después, además, recibía de su tía, Izabela Dzialynska, el palacio de Goluchow, con su inmenso parque y todas las colecciones de arte que había comprado con su querido hermano Ladislao. Adam Ludwik quedó al cargo de los dos museos y viajó al lejano Japón para comprar valiosos vasos y bronces que aún hoy pueden admirarse en el Castillo de Goluchow. El resto de los admirables objetos expuestos anteriormente en el Castillo hoy están depositados en el Museo Nacional de Varsovia
    En 1914, Adam Ludwik es llamado a filas por el ejército austriaco y esa ausencia es aprovechada por su esposa, la princesa María Ludwika, para apoderarse de las grandes obras de arte y llevarlas a Dresde debido a sus vínculos con la familia real sajona. Traer de vuelta a Polonia la colección fue una tarea ardua pero los Czartoryski lo consiguieron en 1920.

    El expolio nazi
    En 1937, al morir el príncipe Adam Ludwick, su hijo mayor, el príncipe Agustyn, padre de Adam Karol, es el nuevo jefe de la Familia. Se casa con la princesa española Dolores de Borbón y Orleans. En agosto de 1939, Europa entra en caos, y el museo se prepara para la guerra. Dieciséis cajas atiborradas de los objetos más preciados son transportadas y escondidas dentro de los muros de su propiedad de Sieniawa, mientras que el resto de la colección se resguarda en los sótanos del museo, donde los alemanes no tardaron mucho en descubrirlas y saquearlas. Por fortuna, a pesar de que los nazis manipularon sin contemplaciones las obras –entre ellas el leonardo- ninguna sufre daños.
    “En septiembre de 1939, mi padre reunió lo que quedaba de los tesoros y los ocultó en la casa de un primo suyo en la propiedad de Pewkinie. Pero la Gestapo localiza las cajas y las lleva de vuelta a Cracovia, aunque no para exponerlas en nuestro museo –explica el príncipe- En enero de 1940, los 85 objetos más valiosos de la colección se envían a Dresde, donde el doctor Posse, plenipotenciario de Hitler, decide que pasen a formar parte del museo que el Führer quiere crear en Linz. El conservador de nuestro museo muere en un campo de concentración, y éste se cierra al público.”
    En 1945, Hans Frank, gobernador alemán de Polonia y amigo personal de Hitler, se trae de Berlín las pinturas que había colgado anteriormente para su disfrute privado, al Castillo de Wawel de Cracovia. Pero cuando los alemanes evacuan Cracovia en enero, vuelve a descolgarlas para llevárselas con él a Silesia y luego a su propia villa en Neuhaus. Los americanos le arrestan en mayo, y el representante de Polonia en la Comisión de los Aliados para la Recuperación de las Obras de Arte reclama las pinturas robadas en nombre del Museo Czartoryski. El Rafael y otras 843 obras siguen, no obstante, en paradero desconocido.

    La restitución de la colección
    Bajo el Telón de Acero, los dirigentes comunistas reabren el museo, y pese a que la situación económica es desesperada, sale adelante gracias a la abnegada entrega del profesor Marek Rostworoski. “Había entrado a trabajar siendo muy joven en el museo de mi familia en la época de mi abuelo –explica el príncipe Adam Karol- En los años 60, fue nombrado director del Museo Czartoryski confiscado por el régimen comunista en 1945. En aquellos años, vino a verme varias veces, en secreto, a Londres, animándome siempre a regresar a Polonia e involucrarme en el museo, tal como habían hecho mis antecesores. Era una gran idea pero totalmente imposible. ¡Todo había sido confiscado!. El maravilloso profesor Rostworoski consagró toda su vida a la colección y a mi familia y, en 1991, siendo él Ministro de Cultura de Polonia, la Corte Suprema me restituyó, como legítimo heredero y propietario, tanto el museo con todos sus objetos como la suntuosa biblioteca ubicada en un edificio cercano. Fue un momento de gran alegría pero, al mismo tiempo, de preocupación. Ciertamente heredaba los inmuebles con todas las obras de arte, pero no el dinero para mantenerlos. ¡Y una plantilla de 136 personas!. Llegamos a un acuerdo con el Ministerio de Cultura, y decidí constituir la Fundación Príncipes de Czartoryski. Sabía que era importante que la colección quedara salvaguardada por una entidad legal.”

    Primer viaje a Polonia
    “Viajé a Polonia por primera vez en 1975 como miembro del equipo nacional de la Federación Española de lucha al Campeonato Mundial. Fuimos a Katowice, una ciudad al suroeste del país.
    Para acompañarme en mi visita a Cracovia me pusieron una guía turística, y ésta, mientras me mostraba la ciudad, me iba diciendo: “Éste es el museo que su familia gentilmente donó a la nación, y éste es el castillo que su familia, amablemente, también donó a Polonia, y este…” al escuchar no pude reprimirme y le espeté: “disculpe, mi familia no ha donado nada. Ustedes nos lo han robado”.

    La Expo de Sevilla
    Además de su carrera deportiva y sus negocios como socio en el sector de la hostelería, principalmente restaurantes y discotecas, el príncipe Adam Karol fue comisario adjunto del Pabellón de Polonia en la Expo de Sevilla en 1992. “recuerdo aquello como algo maravilloso. Era la primera vez que representaba a la nación de mi padre. ¡Y además en mi ciudad, Sevilla!. El comisario polaco me decía asombrado: “Fíjese, todas las autoridades, incluido el alcalde, vienen directamente a nuestro pabellón”, “¡Claro!, le respondía yo entre risas, ¡porque muchos estudiaron conmigo en el colegio y al resto los conozco desde chico!”.

    Paradores en Polonia
    “Cuando cayó el Muro de Berlín, se me ocurrió que sería interesante montar en Polonia algo parecido a la red de Paradores nacionales de España. En Polonia hay muchas casas principescas, porque el título de rey no es hereditario sino que es elegido entre los príncipes, y yo veía a otros primos míos que, al igual que yo, habían nacido en el extranjero, y pensé que sería bonito unirnos para recuperar algunos de los castillos, con sus colecciones de arte, y abrirlos al público. Pero era un proyecto complejo, y decidí volcar mi energía en el museo”.

    Un avión para la dama
    “La primera vez que La dama del armiño de da Vinci salió al extranjero fue en 1992, a Washington, y aunque desde entonces ha viajado por todo el mundo, cualquier traslado es un gran desafío –manifiesta el príncipe- En los últimos veinte años la legislación se ha modificado mucho y es tremendamente restrictiva, no solo en cuanto a los aspectos de conservación técnica, sino también en materia de seguridad. ahora ninguna compañía aseguradora acepta la responsabilidad de asegurar una obra de este calibre. El seguro de la dama oscila entre los 300 y 400 millones de euros. Es la propia nación la que tiene que asumirlo –argumenta–.
    Y luego está el miedo a los ataques terroristas. Suele decirse que la dama viaja en un vuelo, cuando en realidad lo hace en otro. A Madrid vino, ella sola, en un avión de las Fuerzas aéreas Polacas. ¡Por eso el Louvre jamás ha permitido que la Gioconda salga de París!. Si algún día quisieran reunir las cuatro damas de leonardo, todas deberían viajar a Francia.” “Es fascinante que Polonia esté representada por una dama de 400 años, italiana, que se conserva eternamente joven –dice la esposa del príncipe- El arte no tiene nacionalidad. Siempre es el mejor Embajador.” “Esta exposición representa el punto culminante de mi vida –confiesa el príncipe- nunca tendrán España y Polonia mejor ocasión para estar unidas por el arte y la historia.”

    Perdidos y recuperados
    “Aún siguen sin aparecer más de 800 obras de la colección. Yo he conseguido recuperar seis objetos, entre ellos, en 1997 en la casa de subastas Christie’s, la alfombra Shah-abbas (la célebre Polonaise), tejida con hilo de seda y plata, que se expuso en la Exposición Internacional de París de 1873. Conseguirla costó una batalla legal de seis años. También un importante tejido islámico que tenía el laCMa (los angeles County Museum of art), y un relicario del siglo XV. No pude hacerme, sin embargo, con un espléndido Retrato de Ana de Bretaña de Quentin Metsys que se vendió en Sotheby’s de nueva York. Me hubiera resultado más barato comprarlo en la subasta que reclamarlo legalmente. Pero de los errores también se aprende. ¿Mis piezas favoritas? Me encanta el tapiz de Shah abbas, por lo que me costó conseguirlo, pero también una armadura de húsar, del siglo XVII, con piel de leopardo y plumas, y una tienda de campaña de sultán con plumas” detalla el príncipe que comparte con su antepasada, la princesa Izabela, el mismo escudo de armas que se remonta al Gran ducado de lituania del siglo XIII, simbolizado en un caballero con armadura que salta un castillo de tres torres en la ciudad de Vilnius.

    Vanessa García-Osuna

    Principe 3

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