Con una trayectoria de treinta años como galerista, Howard Greenberg está considerado una autoridad mundial en fotografía de los siglos XIX y XX. Pero así como su faceta profesional es de sobra conocida, su pasión por el coleccionismo era un secreto. Ahora una selección de 120 imágenes –de las 500 que forman su colección- se exhibe por primera vez en el Musée de l’Elysée de Lausana. Greenberg empezó como fotoperiodista freelance en 1972. Importantes periódicos y revistas como The New York Times,The Washington Post, y The Woodstock Times han publicado sus trabajos. Su buen ojo para detectar obras con valor artístico e histórico, explica su reputación como redescubridor de fotógrafos del pasado a los que ha creado un mercado. Representa y expone a muchos de los grandes maestros como Alfred Stieglitz, Edward Weston, Eugene Atget, Walker Evans, Brassai, y Henri Cartier-Bresson.
Su galería gestiona los legados de Edward Steichen, Imogen Cunningham,André Kertész, y Roman Vishniac, entre otros. Además, la renombrada revista Time-LIFE le concedió el derecho exclusivo a vender fotografías originales de los archivos de las revistas Life,Time y Fortune. De su exquisita colección privada, sus vivencias como galerista y el mercado de la fotografía ha conversado con Tendencias del Mercado del Arte. Rosalind Williams
Usted es marchante y coleccionista. ¿Cómo surgieron ambas actividades? Ya desde niño me interesaba construir colecciones diferentes de trenes, de cromos de deportistas, de monedas, etc. Pero no fue hasta después de la universidad cuando decidí dedicarme profesionalmente a la fotografía. Al principio no tenía intención de coleccionar aunque sí me interesaba la historia de la fotografía. Así que empecé a adquirir daguerrotipos y demás objetos relacionados con la historia de la fotografía. Todo lo que aprendí me fue encaminando hacia la fotografía como profesión. Cuando decidí abandonar mi trabajo de fotógrafo, vendí todo y con el dinero que conseguí abrí mi primera galería. Por entonces no tenía dinero suficiente para conseguir fotografías tanto para mi galería como para una colección. Me resultaba imposible compaginar la actividad de marchante con la de coleccionista. Hubiera representado, incluso, un conflicto de intereses.
Además algunas fotografías no logran venderse, hay obras que nunca encuentran comprador. Esto me sucedió a finales de los años 80. Tenía una fotografía de Paul Struss que me habían dejado en depósito que llevaba meses tratando de vender. ¡Al final acabé enamorándome de ella!. Y un día me encontré con que tenía el dinero que costaba –que había conseguido vendiendo otra fotografía-, así que me dije: “Pues si nadie la quiere, será para mi”. Y se la compré a su propietario. Y en este preciso instante empezó mi aventura como coleccionista. A menudo un galerista tiene conocimiento de obras que son muy especiales. Hacerte coleccionista es consecuencia natural de tener un acceso privilegiado al material. Luego hay que valorar si es una copia que nos hace falta, si es la fotografía adecuada…
En su galería de Nueva York tiene obras para todos los gustos… Esta es la cuarta galería que he dirigido en los últimos treinta años. He ido formándome al mismo tiempo que trabajaba. Mis ideas han evolucionado y, por eso, cada galería ha sido distinta, y cada vez mejor. Mi galería actual era como un lienzo en blanco. Tuve que diseñar el espacio jugando con las columnas que había en la sala, que eran un desafío desde el punto de vista arquitectónico. Nuestro espacio está organizado para exhibir simultáneamente varias colecciones de fotografía. Tenga en cuenta que nuestros fondos son inmensos y tal como está distribuida la galería podemos presentar al mismo tiempo varias exposiciones en zonas distintas –individuales, colectivas, temáticas, etc.– en vez de montar una sola que ocupe todo el espacio.
¿Ha pensado abrir galería en otras ciudades, o países? He tenido muchas oportunidades de ampliar la actividad de la galería con el formato de “sucursales”. Y hace unos doce años uno de los miembros de mi equipo decidió abrir un espacio en Santa Bárbara, California. Dado que yo tenía bastantes clientes en aquella ciudad, me pareció una buena idea asociarme con él. Pues bien, aquella experiencia fue nefasta. Y me juré no volver a embarcarme en otro proyecto semejante jamás.
Con mi galería de Nueva York tengo suficiente. Hace poco quedó libre un local en la misma planta de nuestro edificio, y que lindaba justo con nuestra galería. Así que nos quedamos con él, tiramos un tabique y hemos ampliado nuestra sala fácilmente. ¡Y con esto tengo bastante!.
¿Es importante coleccionar fotografías? No se trata de coleccionar cualquier cosa, o de coleccionar por coleccionar. Lo importante es coleccionar lo que te atrae de manera natural, lo que disfrutas al contemplar. A veces esto implica adquirir un objeto para coleccionarlo. Tiene que ver con la evolución de cada uno. Pero no puede decirse que adquirir una fotografía sea más importante que otra cosa. Hay infinidad de fotografías que pueden contemplarse aunque uno no tenga una gran preparación. De hecho, coleccionar fotografía es más fácil que coleccionar pintura. La fotografía forma parte de nuestras vidas. Estamos más próximos a ella que a la pintura.
¿Qué sugerencias daría a un coleccionista principiante? Lo mejor que puede hacer un nuevo coleccionista es ver tantas fotografías como pueda. Visitar galerías, museos, fundaciones, etc. Mirar, mirar y mirar. Es la mejor manera de acumular información y conocimiento. Hay miles de libros sobre el medio y monografías sobre fotógrafos. Es bueno acostumbrarse a preguntar “¿por qué?” y “¿cuándo?”. La meta principal es convertirse en un espectador y un consumidor formado. Y hay que desarrollar un impulso natural.
¿Y qué le diría a un coleccionista experimentado? Un coleccionista experimentado. ¿Cómo lo definiría usted?. Personalmente disfruto mucho hablando con coleccionistas, buscando una manera de identificar los hilos dentro de su colección, de entenderla de una manera coherente. Algunos ya han alcanzado un nivel en el que solo buscan la fotografía concreta o piezas que estén relacionadas con distintos aspectos de la colección.
¿Qué papel juegan las subastas? Las subastas son interesantes para cualquier coleccionista. Para empezar, ofrecen una gran variedad de obras. Ver estas obras, leer sus descripciones en los catálogos, hablar con los expertos, etc. es una manera innegable de formarse. Sin embargo, los precios que fijan pueden ser confusos. No explican por qué a una obra le asignan un precio concreto, cuál es su calidad, su historia, los matices que la hacen original…
Las subastas por eso pueden ser difíciles para los principiantes. Es fácil equivocarse y adquirir una obra no adecuada. Por eso, es aconsejable trabajar con expertos que saben lo que hacen. Las subastas hacen un gran servicio al mercado. Ofrecen obras nuevas en el mercado y permiten adquirir buen material. Aunque alguien que vaya a pujar debería saber que el precio a la caída del martillo se encarece con una comisión, que suele rondar el 25%…
¿Qué define el “éxito” de un fotógrafo? El éxito no se define en términos comerciales. Hoy en día todo el mundo hace fotos. ¿Qué se necesita para sacar una foto?, es decir, una instantánea. Una cámara, un ordenador para descargarlas y una impresora. Las fotografías tienen que ser lo bastante buenas para que los demás las aprecien. Una fotografía tiene que “hablar” al espectador, tener fuerza suficiente para provocar una reflexión sobre la obra, el estilo, el trabajo en su conjunto de un artista, así como expresar la voz, ideas y motivación de su autor.
¿Hace falta que el fotógrafo trabaje con una galería? No, no necesariamente. El éxito no es solo vender fotos. Hay muchas maneras de ganar dinero vendiendo fotografías. Por supuesto, es de gran ayuda tener una galería, pero no es imprescindible. Trabajar con un galerista sirve para que el fotógrafo pueda dedicar su tiempo, fundamentalmente, a la creación sin tener que preocuparse de los vaivenes del mercado.
En un mundo globalizado, ¿dónde está el centro del mercado de la fotografía? El mercado de la fotografía nació en los Estados Unidos en los años setenta. En el resto del mundo apenas había nada. Europa y Japón empezaron a tener un mercado para la fotografía en los años 80 y 90. El mercado se globalizó hacia finales de los años 90. En Europa los mercados más dinámicos son los de Londres y París, en esta ciudad principalmente por la feria Paris Photo. París es la capital más activa en fotografía, a excepción de Nueva York.
¿Cómo puede promoverse el reconocimiento de la fotografía en España? Imagino que las instituciones y organizaciones deberían tender sus lazos hacia París y Nueva York, exponer allí a fotógrafos españoles, mostrar material a comisarios y galeristas. Fotofest, en Houston, en la que participan importantes profesionales del sector ofrece visionados de portafolios durante varios días. Es crucial que los comisarios muevan la obra en el extranjero.
¿Hay un “antes” y un “después” en el coleccionismo de fotografía de autor? El “antes”, tiene que ver con identificar los propios gustos y con formarse. En el “después” surgen distintas cuestiones como qué hacer con las fotografías cuando se deja de coleccionar, la colección se puede reivindicar a través de publicaciones o importantes exposiciones. Tras esto, por ejemplo, puede empezarse una nueva colección, o venderla para recaudar fondos que se donarán a la fundación que haya creado. Es típico donarla a una universidad o legarla a los hijos.