“La obra de Josep Hurtuna (1913-1978) es una de las muchas revalorizaciones pendientes del arte catalán. No es fácil concretar las razones de que su producción, de sólidas condiciones y logradas y valiosas pinturas, dibujos y obra gráfica, no lo hayan terminado de colocar en el lugar destacado que merece…” asegura el crítico José Corredor-Matheos, en la presentación de esta exposición, comisariada por Francesc Mestre y Lluís Ventós, con la que la Sala Parés reivindica el legado de este autor que fue una voz distintiva en el arte catalán de la postguerra.
Como constata Corredor-Matheos: “en las artes plásticas, el afán de llamar la atención provocando oscurece de un modo u otro, y con demasiada frecuencia, los valores verdaderamente sentidos”. Hurtuna ejemplifica el caso contrario. Trabajó de forma callada y perseverante y esa actitud, tal vez, le mantuvo apartado del foco mediático. Si en una primera fase cultivó el paisaje y los bodegones florales, a partir de los años 50 inició un periodo de figuración esquemática que desembocaría en la abstracción.
En el conjunto de su obra sobresale su labor de grabador que llevó a Aguilera Cerni a definirle como “un maestro en el cultivo de la litografía”. [Hasta el 14 de abril en la Sala Parés de Barcelona.]