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    La colección de Mathias y Eva Forberg

    Los coleccionistas Mathias y Eva Forberg cedieron en 2007 su extraordinaria colección de arte, 50 obras entre pinturas, esculturas y trabajos sobre papel de los grandes nombres del arte moderno, a la Albertina de Viena. El núcleo original de la actual Colección Forberg lo constituyen las obras adquiridas por el padre de Mathias, Kurt Forberg. El señor Forberg era banquero de profesión y gran amante del arte en todas sus manifestaciones; hijo del pintor Carl Ernst Forberg, catedrático en la Academia de Arte de Dusseldorf, creó una espléndida colección en la que estaban representados los grandes maestros del arte moderno. A su muerte, al repartir la herencia, la colección fue dividida varias veces, dispersándose por el mundo a través de diferentes subastas. Su hijo Mathias, con el apoyo de su esposa Eva, se empeñó en recuperar algunas de las obras más singulares de la colección de su progenitor, incorporando nuevas piezas hasta dar forma a una de las colecciones particulares más prestigiosas de Europa. Tendencias del Mercado del Arte ha charlado con el coleccionista, que en la actualidad reside en Viena, donde trabaja como productor de cine.
    La modernidad clásica alcanzó su cúspide en el campo de la pintura y la escultura durante el siglo XX, con los logros revolucionarios de los cubistas y expresionistas, de los artistas de la Bauhaus y el constructivismo ruso. La Colección Forberg cuenta con piezas relevantes de los artistas más importantes de esa época como Picasso, Lyonel Feininger, Fernand Léger, miembros del grupo “El jinete azul” (“Blauer Reiter”) como Wassily Kandinsky, Alexei Yavlensky y August Macke, pintores del grupo “El Puente” (“Die Brücke”) como Ernst Ludwig Kirchner, Otto Mueller y Max Pechstein, artistas de la Bauhaus como Laszló Moholy-Nagy y Oskar Schlemmer, y Paul Klee, quien creó muchas de sus obras más célebres en pequeños formatos, y a quien Mathias Forberg considera uno de los “gigantes” del arte del siglo pasado. Vanessa García-Osuna

    Háblenos de su padre, Kurt Forberg Venía de una familia de artistas, su padre era pintor y él mismo había querido ser músico, pero la guerra truncó sus sueños. Como es natural, tuvo que buscar trabajo en algo que diera más dinero que el arte. Sin embargo, pese a todo, mi padre siguió en contacto con el mundo de la creación. Solía recibir visitas de muchos artistas de nuestra familia, que eran principalmente de la zona del Rhin, así como de personalidades del mundillo artístico, con quienes discutía sobre los rumbos del arte. La escena artística, que había sido aniquilada por la guerra y los nazis, fue floreciendo paulatinamente. Esos son mis recuerdos de niñez, las visitas de los artistas y los debates.

    Su colección era muy fuerte en Expresionismo alemán y Modernismo. ¿Qué obras eran, para su padre, las piedras angulares? Mi padre se centró fundamentalmente en los pintores de la Bauhaus, no sólo por las obras en sí mismas sino también porque pensó que era una gran idea en aquel momento – hablamos de finales de los años 20-; es decir, que valoraba no sólo las imágenes sino la idea que éstas transmitían. Una de sus piezas más importantes era un paisaje de Lyonel Feininger, pintado en 1923, La Orilla Alta [Öl auf Leinwand, en alemán]. Ocupaba un lugar central en la colección. También poseía trabajos de Otto Mueller y un Retrato de Jacqueline de Picasso. Aquel paisaje de Feininger era, de cualquier forma, su obra predilecta. La había comprado en una subasta, y tuvo que pelear para hacerse con ella, por eso era tan especial para él.

    Tras la muerte de su padre, la colección fue dividida, pero usted y su esposa, han logrado forjarla de nuevo. ¿Qué obras fueron las más difíciles de recuperar? Bueno, en realidad era casi imposible recuperar las obras, porque algunas, en el reparto de la herencia, se habían entregado a parientes, otras se vendieron en vida de mi padre, y otras fueron adquiridas por grandes empresas… El mercado del arte, además, ha experimentado enormes cambios desde entonces. Algunos de los cuadros acabaron en museos y colecciones privadas, que pagaron por ellos precios extraordinarios. En fin, era muy difícil volver a reunirlas de nuevo. Sin embargo, con el dinero que obtuvimos de la herencia, mi mujer y yo repensamos la colección. Mi padre había empezado a coleccionar a finales de los años 40, en ese momento compraba lo que entonces era arte contemporáneo, como Modernismo y Expresionismo. Más tarde, en la década de 1960, se interesó también por la Escuela de París. Así que yo decidí comprar obras nuevas para reestructurar la mayor parte de la colección. Conseguí recuperar una obra emblemática de la colección anterior, un Lucio Fontana de 1970. De hecho, había sido una de las últimas adquisiciones de mi padre.

    Ustedes poseen obras de Picasso, Feininger, Léger, Jawlensky, Kandinsky, August Macke, Kirchner, Max Pechstein y Moholy-Nagy entre otros… ¿Cuáles son las más importantes? Bueno, el paisaje de Lyonel Feininger del que le hablaba, La Orilla Alta, es, sin duda especial y valioso, y luego hay otro paisaje que Kandinsky pintó justo antes de abrazar la abstracción por completo. Este cuadro marca un punto de inflexión y eso lo convierte en una obra muy singular. Tenemos también una pintura cautivadora de August Macke, Coloured Form Composition, ejecutada en 1914, antes de alistarse en el ejército y morir. Poseemos un Moholy-Nagy, Hungarian Fields, muy colorido, algo inusual en él. Parece la vista desde un avión, es una obra notable, muy fuerte y turbadora, una de las rarezas de nuestra colección. Pero, naturalmente, todas son especiales para mí.

    ¿Por qué Paul Klee es único para usted? Klee es uno de los artistas más especiales de nuestra colección. Algunas de nuestras obras pertenecen a su última etapa, cuando ya estaba enfermo. Yo destacaría una pequeña composición abstracta de su viaje a Túnez. Normalmente a los jóvenes les impresionan más los grandes cuadros, y eso es exactamente lo que me sucedió a mí con esta deliciosa obra, que me pasó desapercibida cuando era joven. Más tarde, un director de cine me propuso rodar una película sobre el viaje que Klee había hecho a Túnez, y me ofreció interpretar el papel del pintor. Aunque al final la película no llegó a realizarse, despertó mi curiosidad por este trabajo. Me di cuenta de que, gracias a las explicaciones del director, ésta era una obra decisiva que manifestaba un giro en la historia del arte. Aquel viaje a Túnez transformó la comprensión que Klee tenía de la luz y esa nueva concepción influyó en cientos de los artistas que vinieron después. Me fascinó el sentido del humor de Klee, su visión del arte tan personal. Con su arte Klee siempre trata de enseñarnos algo más. A ver más allá de la imagen. Nos enseña a mirar.

    ¿Están siempre de acuerdo su esposa y usted al hacer nuevas adquisiciones? Mi esposa y yo discutimos cada compra. No siempre (pero muy a menudo) estamos de acuerdo. Cuando es así analizamos cuidadosamente cada argumento a favor y en contra. No lamentamos ninguna de las decisiones que hemos tomado hasta ahora. ¿Si hemos perdido el sueño alguna vez? Las noches previas a una subasta nunca logramos dormir. Las obras por las que pujamos tienen connotaciones sentimentales para nosotros. La peor noche fue la víspera de la venta de la acuarela de Túnez de August Macke que salió a la venta en Christie’s en junio de 2010. La gran estrella de la subasta era el célebre retrato de Ángel de Soto de Picasso que se esperaba pulverizara récords (algo que al final no sucedió). Eva y yo nos habíamos pasado años suspirando por una de esas raras obras de Túnez, y ahora la teníamos al alcance de la mano, era de buena calidad y su estimación previa, asequible. ¿Seríamos capaces de conseguirla o alguien, con olfato para detectar las grandes oportunidades, tiraría nuestros sueños por la borda?. No exagero si le digo que el instante en que cayó el martillo fue uno de los más excitantes de mi vida. La táctica para pujar en una subasta es como jugar al póquer de alto nivel: a veces hay que atacar fuertemente desde el primer momento, pero otras hay que aguantar antes de morder como una serpiente. ¡Creo que aquel día hicimos un buen trabajo!.

    De los artistas que ha conocido… ¿Quién le ha impresionado más? El encuentro más misterioso fue con Alberto Giacometti, en 1964. Yo tenía solo 7 años y había empezado a asistir a la escuela en St. Moritz, a unos 30 kilómetros de su ciudad natal en el Valle di Bregaglia. Mis padres habían ido a visitar la casa familiar de Giacometti y éste salió a la terraza conmigo para hablar de la belleza de su valle. Fue un momento impresionante, de extraordinaria intensidad, y sólo años después, cuando fui consciente de quien era realmente mi maestro, supe por qué había sido mágico.

    ¿Por qué decidieron ceder la colección a la Albertina?. ¿De que obras no querría separarse nunca? Hemos sido amigos de Klaus Schröder, director de la Albertina, durante muchos años. Cuando nos pidió que presentáramos la colección en su ‘casa’ como un depósito permanente, aceptamos porque sentimos que respeta el espíritu de los artistas cuando expone sus obras en público. Yo soy productor de cine y ninguna de mis películas tendría sentido sin el público. Creemos firmemente que el arte debe ser visto y discutido por tantas personas como sea posible. Nuestra colección es el resultado de elecciones cuidadosas que reflejan nuestros puntos de vista personales sobre el arte. No hay una sola obra de la que queramos desprendernos. Algún día nuestra colaboración con el museo terminará y entonces las obras volverán a nuestro hogar. Pero incluso ahora nos sentimos muy cerca de nuestra colección porque la Albertina está solo a un corto paseo de nuestro apartamento.

    Por último, ¿qué ha sido el arte para usted? El arte es mi vida. Toda mi carrera profesional se ha desarrollado en el sector artístico, como actor, director, productor de cine y coleccionista. La mayoría de nuestros amigos son artistas, pintores, músicos de cine y escritores. Compartimos sus opiniones y pensamientos y tratamos de expresar nuestra visión del mundo a través del arte. ¿Qué más puedo decir? El arte mantiene viva nuestra curiosidad y demuestra que estamos en constante movimiento. Nada menos que eso.

    Fontana y el azar
    “Mis padres tenían en casa un hermoso Lucio Fontana expuesto en nuestro comedor. De niño yo adoraba aquel cuadro pero un día mis padres lo vendieron y me olvidé de él –nos cuenta Mathias Forberg- Años después, cuando mis padres ya habían muerto y yo estaba empezando a reorganizar nuestra colección, la imagen de aquel Fontana volvió con fuerza a mi mente y me di cuenta de cuánto lo añoraba. Así que me puse a buscar otro buen Fontana. Pero todos los que veía, ya fuera en una casa de subastas o en galerías, no podían sustituir a aquel con el que yo había crecido. Tras muchos años de búsqueda infructuosa, un día mientras hojeaba el catálogo de una subasta de arte italiano, creo que de Christie’s, descubrí un Fontana que me recordó tremendamente al de mi familia. Al leer su descripción resultó que era el mismo que habían vendido mis padres y que ahora, 25 años más tarde, volvía a salir al mercado. Fue algo extraordinario poder recuperarlo para nuestra colección.”

    Mathias-y-Eva-Forberg

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