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    Los paraísos privados de Esteban Vicente y Joaquín Sorolla

    “Un pintor tiene que mirar continuamente la naturaleza, si no lo hace, no pinta”, aseguraba Esteban Vicente (1903-2001), el único español que formó parte de la mítica Escuela de Nueva York, junto con Pollock y De Kooning. Hasta el 2 de octubre, la exposición A la luz del jardín. Sorolla-Vicente, comisariada por Ana Doldán de Cáceres, directora del Museo Esteban Vicente de Segovia, reúne un conjunto de obras suyas inspiradas en el vergel que él mismo cultivó en su casa neoyorkina, y que entablan un sugerente diálogo con algunos de los jardines recreados por el luminoso pincel de Joaquín Sorolla (1863-1923). Junto a su esposa Harriet Godfried, Esteban Vicente compró una granja de estilo colonial en Long Island, donde instaló su vivienda y estudio, rodeados de un imponente jardín, un “campo de color” viviente, que plasmó en cuadros que traspasan los límites del lienzo provocando sosiego y armonía en el espectador. Por su parte, el impresionista valenciano concibió su jardín como un reflejo de su propia creatividad. Un espacio en el que arte y naturaleza se fundían para convertirse en un lugar de inspiración y retiro, pero también en una obra de arte en sí misma. Pese a ser de corrientes y épocas diferentes, Vicente y Sorolla compartieron una misma forma de sentir la pintura a través de la naturaleza, que les permitió atravesar las fronteras y enamorar con su arte al otro lado del Atlántico. [Esteban Vicente, Solitude, 1991. Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente, Segovia]

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