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    Un catalán en París

    La gran personalidad de Manolo Hugué (Manuel Martínez Hugué, Barcelona, 1872 – Caldes de Montbui, Barcelona, 1945) le convirtió en una carismática figura de la bohemia artística de principios del siglo XX. El escultor catalán que cautivó al poderoso marchante Kahnweiler, recibe un merecido tributo este mes en el stand de la galería Malaquais en la feria Fine Arts Paris. Hugué se convirtió en un habitual de las tertulias de Els Quatre Gats, donde conoció a Rusiñol, Casas, Utrillo, Opisso, Nonell, Gargallo y tantos otros artistas y escritores. Durante su estancia en París, Manolo, que se instaló en Montmartre, pudo seguir de cerca el desarrollo del cubismo de su gran amigo Picasso, así como la atracción por el primitivismo, un fenómeno compartido por los artistas más vanguardistas y por el mismo Manolo, que pasaba horas y días fascinándose ante la escultura egipcia y mesopotámica del museo del Louvre; por ello, su obra, aunque inmersa en la evolución de la vanguardia, mantuvo siempre una mirada hacia el clasicismo. En el libro Vida de Manolo, su autor, Josep Pla, dice que es inimaginable el número de personas deprimidas a las que el artista hizo felices. [Foto: Archivo Biblioteca de Catalunya]. Marga Perera

    Manolo Hugué

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