Manuel Outumuro (1949) acaba de recibir en Nueva York el Lucie Award por su trayectoria en la fotografía de moda, convirtiéndose así en el primer autor español en merecer este prestigioso premio, considerado el Oscar de la fotografía. Nacido en el municipio orensano de A Merca, a los diez años se trasladó con sus padres a Barcelona, donde se graduó en Diseño Gráfico en la Escuela Massana. En 1997 se mudó a la Gran Manzana abriendo su estudio en el Lower East Side; allí, Richard Martin, director del Fashion Institute of Technology (FIT), le encargó el comisariado y diseño de la primera retrospectiva de Elsa Peretti para Tiffany & Co. De vuelta a la Ciudad Condal, continuó su labor como director de arte, hasta que, en una ocasión, el fotógrafo al que se había encargado una sesión tuvo que ausentarse. Outumuro cogió entonces su vieja Pentax, que utilizaba para documentar las sesiones, y disparó por primera vez con una modelo delante. La revelación que experimentó fue de tal calibre que decidió cambiar la tipografía por la fotografía. Desde entonces su carrera ha sido meteórica. Con más de diez mil negativos en su haber, ha retratado con gran sensibilidad el cambio de siglo. Conversamos con él en el agradable palacete donde tiene su sede la Fundación Photographic Social Vision, responsable de gestionar su valioso archivo. [Marga Perera. Foto: Carla Crombie interpretando la heroína de Blade Runner en un editorial de moda para El País Semanal vestida por Louis Vuitton. Cardona, Barcelona 2008 © Manuel Outumuro]
¿Qué es la moda? No es fácil de definir, pero quizás la palabra se utiliza a veces en términos negativos; prefiero hablar de indumentaria, que es la cultura del vestir y que forma parte de nuestra historia.
Pero, ¿hay algo distinto entre moda e indumentaria, en referencia al tiempo? Bueno, moda es lo inmediato, lo que vestimos en ese momento, y la indumentaria es lo que trasciende, lo que define una época. Los tejanos que llevamos ahora se convertirán en indumentaria, por eso yo distingo estos dos términos.
¿Y antes de que la moda se convierta en indumentaria debería ser tendencia? No, la tendencia es una parte de la moda, lo actual, lo que nos hace vestir de una forma u otra cada temporada.
¿Qué es la elegancia? Saber llevar bien todo esto de lo que hablamos.
Que no tiene nada que ver con el dinero Ni tampoco con la clase social, tan solo con un sentido de la estética innato en la persona que lo lleva, un sentido que, aunque se puede educar, siempre se notará.
¿Qué es lo que más le atrae de la moda? Sobre todo el hecho de poder fotografiarla y suelo ser muy respetuoso con ella; cuando veo una pieza que me emociona creo que me salen mejor las fotos.
¿Cómo se produce el encuentro entre la moda y el fotógrafo? Todo el trabajo que he hecho han sido encargos que van dirigidos, por un lado, a empresas editoriales, como revistas y publicaciones; y, por otro, a la propia industria, para la que he realizado campañas de catálogos para diseñadores y casas de moda.
¿Qué capacidad de acción tiene cuando le llega un encargo? ¿Puede declinarlo si no le gusta? En el caso de las editoriales, donde se suele trabajar con más libertad que en la industria, valoro mucho la historia que se va a contar, si tiene un argumento, un guión, si puedo recrear un libro, una película…, todo eso me motiva mucho. En la industria trato de fotografiar lo que más me gusta de esa empresa o de ese diseñador.
Cuando habla del argumento de una sesión y si puede recrear un libro o una película, ¿a qué se refiere? Se trata de narrar una historia en 8 o 10 páginas; una de las últimas que he hecho está basada en el libro Alicia en el país de las maravillas; otras lo hacen en películas, como Blade Runner, tratando de recrear su atmósfera [me enseña fotografías de un editorial que se hizo para el diario El País, son preciosas; la modelo es Carla Crombie y recuerda a Rachael, una de las protagonistas de Blade Runner]. En mi trabajo hay dos vertientes, la moda y el retrato. Para la primera, el cine es una gran fuente de inspiración, mientras que para el retrato, quizás me inspiran más la pintura y los pioneros de la fotografía, los grandes maestros como August Sander, Irving Penn o Richard Avedon.
Debe llevar mucho tiempo organizar una sesión fotográfica Sí, exige mucha preparación y transmitirlo todo muy bien al equipo, porque cuento con diez personas, entre estilismo, peluquería, maquillaje, localización… todo eso tiene que estar perfectamente coordinado porque ese día sólo es para disparar, no es de preproducción.
¿El equipo es suyo, es fijo? Hay una parte de mi estudio y otra la ponen las publicaciones, que tienen sus propios directores de moda, sus estilistas, que son quienes hacen su shopping, que es llamar al showroom de los diseñadores para que les envíen la ropa y si tienes un argumento se pide la ropa adecuada. Al estudio llegan unas 12-15 cajas de diferentes showrooms, y ese mismo día tienen que ir a otra publicación, que son los trajes que salen en el desfile, que después van recorriendo las revistas para ser fotografiados. Todo un tinglado [sonríe]. Está montado así y funciona a la perfección. Normalmente la sesión dura una jornada, cuando se hacen 8 o 10 fotos, pero exige muchos días de preparación. Yo a veces estoy disparando una, pre-produciendo la próxima y post-produciendo la que he hecho la semana anterior, porque la foto no se acaba después del disparo.
En una entrevista anterior que le hice para nuestra revista, me dijo que se critica el photoshop porque miente, pero que en la fotografía, todo es mentira Sí, hay una frase de Margarita Ledo, una estudiosa de la fotografía, que se me ha quedado grabada: “No creas que todo lo que ves en una fotografía pasó de verdad”. Actualmente, la imagen fotográfica es muy manipulable y ahí tiene mucho que ver la tecnología, el photoshop, por ejemplo.
Roland Barthes también dijo hace años que un retrato en un lugar no significa que el retratado haya estado allí Sí, sí. Y ahora más que nunca se puede hacer cualquier cosa porque la tecnología ha avanzado una barbaridad; la parte perversa es que la imagen manipulada puede ser utilizada con fines no legales, espurios, y que no cuente la verdad, justo lo opuesto a lo que se consideraba que era la fotografía hasta nuestros días, un medio que contaba la verdad de lo que sucedía.
¿Quién hace el casting de las modelos? Normalmente el fotógrafo, a no ser que una publicación tenga un acuerdo para sacar una modelo porque es actualidad o porque ha abierto todos los desfiles de París y nos interesa. Pero siempre es la elección del fotógrafo.
¿Cómo elige a las mujeres? A través de una agencia. Pides una mujer andrógina, por ejemplo, y te proponen opciones y a partir de ahí escoges y decides y el equipo de producción mira si ella tiene disponibilidad el día de la sesión. También hay agencias para localización y puedes solicitar un lugar tipo Blade Runner y recibes ofertas; cada agencia tiene sus condiciones, unas sólo pueden fotografiar los domingos, otras cobran, otras podrían hacerlo por créditos… tú eliges la que consideres y si tienen disponibilidad el día en que está planificada la sesión, se agenda.
¿Alguna vez trabaja por libre, sin agencia? No, porque con agencia la modelo viene asegurada por si se produce un accidente; en la localización, lo mismo, si pasa algo está cubierta la responsabilidad civil. Un fotógrafo profesional ya no trabaja sin agencias, a no ser que haga un retrato a un amigo o a la familia, que no suele ser el caso, ya sabe el dicho “en casa de herrero, cuchillo de palo” [dice sonriendo]. Es difícil fotografiar a las personas a las que se les tiene afecto porque estás demasiado implicado con ellas como para plasmarlo en una sola imagen; a mí me cuesta mucho, las veces que lo he intentado con mis padres, mi hermana, mi pareja… ha sido difícil. Ninguna foto es lo suficientemente buena como para reflejar todo lo que sientes por ellos.
Mejor un desconocido Sí, sí, tengo un libro de retratos [me lo muestra], donde hay uno de mi padre. El libro empieza con una cita que resume bien mi infancia y mis orígenes: “En Celanova, cerca de A Merca [donde Outumuro nació], hay un inmenso monasterio y la gente acaba yendo a visitar una pequeña capilla que hay en el huerto, detrás del monasterio, que es una joya mozárabe”. Pasa lo mismo con el retrato que cierra este libro: una pequeña fotografía con una leyenda que dice “mi madre y mi hermana en una comida familiar negándose a ser fotografiadas porque no les facilito estilismo, peluquería, maquillaje, atrezzo e iluminación como hago con todas las demás que figuran en este libro”. Claro, les hago fotos con el móvil y al final dijeron que ya no las fotografiaba más si no era como a las demás, a las que sacaba divinas, y se pusieron una servilleta tapándose la cara [dice sonriendo]. Pues las veces que intento sacarlas divinas, no hay forma, porque para mí no son divinas, son humanas, y esa es la diferencia. La foto de mi pa- dre también está hecha con el móvil, pero salió bien.
Qué señor más elegante Bueno, está vestido para una película. Es actor [sonríe]. Estaba rodando Isabel Coixet al lado de nuestro pueblo, cuando yo estaba allí de vacaciones, y me dijo: “ven que te haré salir en la película y harás de cura”. Mi padre me acompañó al rodaje y cuando Isabel lo vio preguntó quién era; yo me callé y una chica le dijo que era un señor del pueblo; entonces le dijeron a mi padre que la directora quería que apareciera en la película, él accedió y le dijeron que tenían que vestirle de campesino, a lo que respondió que ese papel se lo tenía muy sabido y que para una vez que salía en el cine preferiría de otra cosa. Le dijeron a Isabel que no quería vestirse de campesino y dijo: “vístelo de terrateniente” y quedó muy satisfecho, tiene 93 años, aquí en la foto, 90. Estas son las dos únicas fotos familiares de retratos que tengo en este libro, donde hay gente de todas las edades y de todas las profesiones.
Hemos hablado de moda, pero poco de retratos El secreto del retrato reside en otros detalles. Todo el mundo, cuando llega al estudio, viene con una imagen prefijada de cómo quiere salir y a veces esta idea ¡es un gran error!. Hay que limpiarle de todas esas ideas preconcebidas y dejarlo puro para que la cámara descubra realmente cómo tiene que ser fotografiado.
La cámara descubre, pero es su mirada Claro. La cámara es el fotógrafo. Y cuesta mucho cuando llegan al estudio así, cuando traen la medida de su sonrisa, el ángulo que más les favorece, y no piensan en que las luces lo van a definir todo.
¿Qué busca en una persona para que le atraiga retratarla? En realidad, la mayoría de retratos son encargos; a veces viene alguien que no pensabas fotografiar, pero asumo el reto de sacar algo de esa persona que no se haya visto antes. Un ejemplo es el caso de Rosario Flores; no es que ella no me atrajera, pero recibí este encargo y pensé que lo que realmente me apetecería sería sacarla con ese alma gitana que debe tener, porque en las fotos siempre tratan de sacarla como una modelo, yo quería sacarla más étnica y más auténtica y de ahí salió un retrato que es uno de mis favoritos. ¡Es una Carmen Amaya! [me enseña la fotografía; es espectacular]. Claro que va con un corsé de Azzedine Alaïa, va con un estilismo, pero desprende ese alma que a mí me encanta. Estos retos me gustan de los personajes que a priori no pienso que puedan ser tan fotografiables según mis parámetros y trato de dar la vuelta a cómo hacer esos retratos.
Hay que ser muy buen fotógrafo para conseguirlo, imagino No siempre sale [sonríe], también depende de la complicidad y la generosidad que tenga el fotografiado; si se entrega y olvida estos tics de que sale mejor de un lado que de otro. Si confía en quien está al otro lado de la cámara se nota mucho en la sesión. En las clases magistrales que doy siempre pongo como ejemplo una sesión muy conocida, la de Marilyn Monroe con Bert Stern; ella está entre las sábanas y están los dos solos en una habitación, allí se produce una entrega de la fotografiada al fotógrafo, y del fotógrafo a la fotografiada, hay un intercambio que a la cámara no le es ajeno y queda reflejado en esa maravillosa colección de fotos.
¿Con qué frecuencia se consigue esa comunión? No siempre. A veces acabas la sesión un poco frustrado. Por ejemplo, es difícil fotografiar a los escritores. No digo nombres, pero llegan y muchas veces ni siquiera traen los tics de cómo estoy mejor, que tal vez podría ayudarte [dice sonriendo]. Debe ser que ellos cono- cen muy bien el lenguaje y el hecho de disparar les resulta agresivo, porque si no, no me lo explico. Aún así he conseguido alguna foto, como la de Rosa Regàs, que está aquí expuesta [es preciosa], que puede tener ese alma. [Junto al retrato de Rosa Regàs están expuestos los de Sílvia Pérez Cruz y Laura Ponte]. Laura Ponte para mí es “la modelo” porque se ponga como se ponga sale bien; tiene una elegancia innata; es una mujer especial, la cámara lo sabe y la quiere.
¿Y puede fotografiarla siempre que quiere? Sí. Hago muchas cosas, he hecho un “fashion film”, que he dirigido y en la película está muy intensa; además es de las mujeres que no se ha operado de nada ni se ha puesto nada. Empecé a trabajar con todas las modelos a las que he fotografiado siendo muy jovencitas, como también hizo Peter Lindbergh con sus modelos. Lindbergh es uno de los premiados con los Lucie Awards en pasadas ediciones, y tengo ahora el honor de compartir la lista con él, tenemos en común también que él empezó a fotografiar el fenómeno de las top models; de hecho, la palabra salió del Vogue americano en que aparecían cuatro mujeres en portada: Naomi Campbell, Cindy Crawford, Linda Evangelista y Christy Turlington; con ellas se acuñó ese término, y fueron quienes dieron visibilidad a una profesión que hasta entonces desempeñaban personas anónimas. Ese mismo año, 1990, fue cuando yo empecé a hacer fotos y me encontré aquí con lo que llamamos new faces, modelos muy jovencitas en sus comienzos, eran Eugenia Silva, Martina Klein, Laura Ponte, Vanessa Lorenzo y Nieves Álvarez, que fue y sigue siendo la generación de las top models españolas, que pasaron a tener nombre y apellido y a desempeñar una profesión nueva, desconocida para mucha gente, para la que se necesita no sólo físico sino talento para desarrollarla y, curiosamente, donde una mujer, por el mismo trabajo, puede ganar diez veces más que un hombre.
Estamos en la sede de Photografic Social Vision, en Barcelona, ¿cuál es su relación con esta Fundación? Ha llegado un momento en que mi archivo y mi carrera han tomado tal dimensión que, si bien la parte de sesiones de fotos y del funcionamiento diario del estudio lo tenía solucionado, no lo estaba una parte del archivo. A partir de las exposiciones que me han hecho, han empezado a entrar fotografías en colecciones privadas, en instituciones, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, hecho que ha generado una segunda lectura y que, como le suele pasar a la fotografía, el paso del tiempo ha revalorizado en otro sentido. Todo esto en el estudio no lo teníamos bien gestionado y he decidido, con Photografic Social Vision, que Silvia Omedes me ayudara en ese aspecto. Yo sigo haciendo mis sesiones, continuo con mi trabajo normal pero no tengo que dedicarme a gestionar el archivo. Silvia llevará la relación con museos, institucio- nes, exposiciones, gestión del archivo, venta de copias y conservación, además de la digitalización de fotos.
¿Es coleccionista? Tengo algunas piezas, un pequeño fondo, pero no es una gran colección; para tenerla necesitaría grandes nombres que no tengo porque cuando los quise comprar no tenía dinero y ahora son inaccesibles. Para hacer una gran colección hay que empezar joven o tarde con muchísimo dinero [sonríe]. Yo he hecho intercambios con algunos compañeros, como Toni Catany; una semana antes de que nos dejara, nos vimos y nos intercambiamos una foto, yo había hecho una ver- sión de Greta Garbo interpretada por Maribel Verdú y él también había hecho una con una amiga; yo le llevé mi Greta y él me dio la suya, aparte de esta fotografía yo ya tenía uno de sus bodegones, era un gran artista.