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    ¡América América!

    La renombrada coleccionista y filántropa Patricia Phelps de Cisneros es la gran embajadora de la riqueza cultural iberoamericana.
    Considerada una de las figuras más influyentes del mundo del arte, la mecenas venezolana y su esposo Gustavo Cisneros han forjado una colección multidisciplinar que incluye objetos etnográficos de la Amazonia venezolana, arte colonial latinoamericano y una valiosa colección de maestros de la abstracción geométrica latinoamericana; una selección de los fondos de ésta última pudo contemplarse el año pasado en el Museo Reina Sofía, que ahora goza del depósito temporal de 34 obras de la Colección Cisneros. Estos días y hasta el 12 de enero, el Museo Centro Gaiás de la Cidade da Cultura, presenta Orinoco. Viaje a un mundo perdido, una fascinante muestra de su colección de arte étnico latinoamericano.[Foto: Mark Mahaney]. Vanessa García-Osuna


    ¿Cómo fueron sus inicios en el mundo del coleccionismo?¿Recuerda su primera experiencia memorable con el arte? Mis visitas a la casa de mi tío Alfredo Boulton fueron mis primeros encuentros memorables con el arte venezolano. Mis padres tenían obras de arte, pero no eran coleccionistas. El tío Alfredo sí lo era, y era además uno de los más prominentes intelectuales venezolanos del siglo XX, autor de una extensa obra dedicada a la historia y el arte de Venezuela. Su pasión y respeto por nuestros talentos lo llevó a integrarse al círculo de artistas de aquel momento entre los que estaban el escultor Francisco Narváez, el gran pintor del cerro El Ávila, Manuel Cabré, y el pintor de la luz, como luego se llamó a Armando Reverón. Ver un Reverón con tío Alfredo era no solo una lección sobre el arte nacional, sino una experiencia notable de aprendizaje sobre las texturas reveronianas, el aprovechamiento estético de la tela apenas trabajada, y esa manera tan especial de Reverón de representar la luz del Caribe, como «encandilado por la blanca brasa del mar,» como decía su amigo el escritor Guillermo Meneses. Gustavo y yo no pensamos en coleccionar, sino en preservar, en salvaguardar. Ése fue y sigue siendo el norte de nuestro coleccionismo, preservar el patrimonio cultural de America Latina para el disfrute y aprendizaje de futuras generaciones. Fruto de esa línea de trabajo orientada a la sensibilización, y con una clara vocación pedagógica se fueron desarrollando varias colecciones que tenían que ver con nuestras vivencias y nuestras preferencias esteticas. Hemos construido así un corpus muy personal, nuestra visión personal del talento latinoamericano, que para muchos pudiera contener objetos disimiles, pero para nosotros habla de la riqueza de la cultura iberoamericana. Se unen en ella objetos etnográficos de la Amazonia venezolana, arte colonial latinoamericano, paisajes americanos realizados por artistas americanos y extranjeros, arte contemporáneo y la abstracción geométrica latinoamericana, el corpus más conocido de nuestra colección, que comencé a coleccionar alrededor de los años 70, cuando muy pocos coleccionistas se interesaban en ello. Aquí en España esa parte de nuestra colección es bien conocida gracias a la muestra que organizamos en alianza con el Museo Reina Sofia, La Invención concreta, que estuvo en Madrid gran parte del 2013. El año próximo, nuestra colección de abstracción geométrica viajará a Londres para ser exhibida en la Royal Academy, en una exposición que estudiará el desarrollo de la abstracción en Argentina, Brasil y Venezuela. Estamos muy entusiasmados con la acogida que han tenido nuestras obras en Europa.

    ¿Recuerda su primera gran adquisición? Las recuerdo todas, las grandes y las pequeñas, las iniciales y las recientes. Son parte de ese corpus que se va formando a lo largo de los años y cuya historia se entrelaza con la nuestra. Entre nuestras primeras compras importantes por lo significativas que fueron para el desarrollo futuro de la colección, recuerdo claramente cuando compramos Amanecer en el Pozo Ramiro, un paisaje de 1938 del maestro Reverón. Un paisaje brumoso de un amanecer tropical en el que se dibujan con los trazos gestuales característicos del artista los efectos borrosos de la luz. Gustavo y yo nos enamoramos del cuadro, que con los materiales precarios y el ahorro de recursos pictóricos representaba magníficamente las condiciones particulares de la luz de nuestra tierra. Este espléndido paisaje no solo inspiró el deseo de poseer una muestra significativa de ese genio de la pintura venezolana que fue Reverón, sino que de alguna manera anticipó nuestra colección de paisajes, que comenzamos seriamente años más tarde. Recuerdo también una tarde de otoño en Madrid, cuando adquirimos una pequeña obra del artista español Manuel Rivera, Tiritaña. Una obra abstracta con un entramado metálico ligero, como de tela de araña. Gustavo y yo no sospechábamos que con aquella pieza estábamos definiendo una preferencia estética, que constituiría una parte importante de nuestra colección, el núcleo de abstracción geométrica, que con el pasar de los años y nuestra dedicación, se convertiría en una de nuestras más representativas colecciones.

    ¿Qué le motivó a emprender la Colección Orinoco? A partir de los años 70, realizamos numerosos viajes familiares y expediciones a la Amazonia venezolana. Cada año que pasaba advertíamos cambios significativos en los procesos culturales de estas comunidades, de las que hoy nos quedan sólo algunos vestigios, testimonios de una tradición prácticamente perdida. Ello nos infundió el deseo de estudiar su cultura material y sus prácticas estéticas, y preservar aquellas vasijas, figurillas y sonajeros, creadas por los indígenas con los que habíamos convivido. Comenzamos a coleccionar artefactos en los que encontrábamos la trama de símbolos que representan la rica cultura de sus etnias. De nuevo, preservar era nuestra misión con esta colección, que posee objetos etnográficos de uso cotidiano y mágico-religioso pertenecientes a las 12 etnias que habitan la cuenca del río Orinoco. Nos produjo una enorme satisfacción llevar una parte importante de ese legado cultural indígena a Galicia, al Centro Gaiás, Ciudad de la Cultura en Santiago de Compostela. Para Gustavo y para mí fue muy importante llevar Orinoco a la Península Ibérica por primera vez en sus 14 años de gira europea y estrechar lazos de amistad a través de una colección tan cercana a nuestras vidas.

    ¿Cómo fue la experiencia de sumergirse en una de las zonas más salvajes del planeta? Para nosotros era absolutamente natural. Mi bisabuelo William H. Phelps fue un naturalista y apasionado explorador de la geografía física y humana de su tierra adoptiva, Venezuela. Desde pequeña lo vi dedicado a crear la colección ornitológica Phelps, hoy reconocida como una de las más importantes del mundo, que requirió que emprendiera expediciones de descubrimientos científicos sin paralelo. Por otro lado estaba la pasión y el compromiso de Gustavo con estas tierras del sur de Venezuela. De manera que establecimos el Campamento Manaka, localizado en la confluencia de los majestuosos ríos Orinoco y Ventuari, tierra ancestral de los Piaroa, Yekuana y Yabarana, y uno de los ecosistemas amazónicos más bellos con una extraordinaria vegetación autóctona. Allí se llevaban a cabo diversos estudios sobre las aguas y la biósfera coordinados con la Universidad de Miami y la Universidad Central de Venezuela con el propósito de proteger el ecosistema de la zona, además de ser la sede de nuestras exploraciones anuales. Para Gustavo y para mí era muy importante que nuestros hijos conocieran su país y aprendieran a amar su cultura desde la experiencia. Esos viajes son una parte memorable de la historia familiar.

    En esta colección la naturaleza tiene un papel clave, ¿tiene otras temáticas preferidas para sus obras de arte? Ciertamente, el arte colonial es una de ellas. Nuestra colección colonial surgió en gran parte del deseo de conservar el patrimonio cultural de ese periodo, sobre todo en Venezuela. El legado artístico del periodo hispánico en Venezuela fue muy rico, pero las sucesivas guerras del siglo XIX acabaron con ese magnífico patrimonio e incluso con la tradición de coleccionarlos. Gustavo y yo nos dimos a la tarea de rastrear esos objetos y preservarlos. Así nació nuestra colección colonial, que se nutrió de obras de otros países de la región, que fuimos atesorando gracias a la visión de Gustavo, que siempre quiso ir más allá de las fronteras de Venezuela. Hemos establecido un sistema de préstamos a largo plazo con el LACMA, el Museo de Los Ángeles y con el Museo de Bellas Artes de Boston, dos instituciones que se han distinguido por liderar el incipiente proceso de revalorización del arte colonial iberoamericano en Estados Unidos. Y justamente ahora tenemos una serie de obras en préstamo en una magnífica exposición en el Museo de Brooklyn en Nueva York, dedicada a explorar el interior de las casas de las élites españolas en el Nuevo Mundo desde 1492 hasta el siglo XIX. Nos enorgullece dar a conocer este importante patrimonio a través de tantos museos.

    ¿Qué debe tener una obra de arte para seducirle? El arte es siempre un desafío para la mirada. Siempre me ha intrigado el proceso de selección entre aquello que cautiva nuestra atención y las zonas de una obra que quedan fuera de nuestro interés. También, en qué medida estamos captando la poética visual del artista. Nuestra mirada se va entrenando poco a poco, va articulando conexiones, señalando zonas de opacidad, de transparencia, y también de poesía, de conflicto. Nos adentramos en la sensibilidad del autor, incluso cuando su propuesta no nos atrae. La seducción está en el proceso de mirar e involucrarse, en el aprendizaje que experimentamos cada vez que nos enfrentamos a una obra de arte.

    Hablemos ahora de su colección de arte contemporáneo. ¿Qué obras son piedras angulares? El arte contemporáneo ha sido siempre parte esencial de nuestra colección, pues los artistas contemporáneos muchas veces son quienes nos presentan, de la manera más aguda, los problemas sociales y políticos de nuestra realidad, y nos ilusiona ver y reflexionar sobre la creación joven. Es además una pasión que comparto muy de cerca con mi hija Adriana, quien hoy preside la Fundación Cisneros y la CPPC, y me está apoyando en darle especial impulso a esta colección. Es difícil hablar de piedras angulares cuando la contemporaneidad es algo tan móvil. Nos interesan grandes temas entre los cuales se podrían destacar investigaciones artísticas sobre los efectos de los medios de comunicación masivos y el uso del cuerpo humano como espacio político. Nos interesa además reflejar la contemporaneidad a través de artistas plásticos latinoamericanos que trabajan en una variedad de técnicas, desde la pintura hasta el video y el arte instalación. Las artes visuales en América Latina siguen siendo el terreno de la experimentación por excelencia y están llenas de talento. Eso nos plantea una aventura y un reto interesantes.

    Como coleccionista usted habrá experimentado la emoción de descubrir…¿Cuáles han sido sus descubrimientos más excitantes, de un artista o una obra concreta? Te voy a responder con una leyenda yekuana. Los Yekuana son la etnia de los grandes navegantes del Amazonas venezolano, los maestros de las aguas del río Orinoco. Desde muy temprano someten a sus niños a ejercicios de navegación muy exigentes. Apenas pasan un rápido, lanzan sobre sus ojos una substancia ardiente que los ciega momentáneamente y los obliga a cerrarlos. La intención es que la última imagen sea para ellos la del obstáculo que deben aprender a franquear. Es eso lo que los hace conocer hasta el olor de esas aguas con los ojos cerrados. Mi experiencia con el arte latinoamericano se asemeja al reto yekuana. He descubierto obras que me han conmovido al punto de hacerme cerrar los ojos. He trabajado durante muchos años para que aquellos que lo desconocen pasen por esa experiencia, de manera que nuestro arte permanezca en su memoria para siempre.

    ¿Cuál ha sido la evolución del mercado del arte latinoamericano, y cómo prevé su futuro? Hace muchos años, cuando Gustavo y yo comenzamos a coleccionar, la visión sobre la cultura de América Latina era muy limitada. Se tendía a otorgarles demasiado peso a todas aquellas manifestaciones mágico-telúricas, que pasaron a conformar lo latinoamericano, dejando de lado la complejidad creativa de nuestro continente. A través de nuestra colección nos propusimos retratar esa complejidad. Nos planteamos dar a conocer un arte latinoamericano de gestos mínimos y concentrados, de naturaleza intelectual y abstracta, con el cual siempre sentí gran afinidad. Un arte que para muchos, por desconocimiento, no representaba a América Latina. Poco a poco hemos visto cómo nuestro arte se ha ido integrando a la modernidad, cómo los museos europeos y estadounidenses han comenzado a establecer diálogo con las vanguardias latinoamericanas. Hemos sido testigos de la fascinación de los curadores cuando tienen acceso directo al enorme talento de la región, gracias a viajes curatoriales de exploración en América Latina. Todo ello ha tenido una fuerte influencia en el mercado. Al principio pocos se interesaban por adquirir arte latinoamericano fuera de nuestras fronteras. Ahora hay grandes compradores de arte latinoamericano en todo el mundo. La apertura del mercado del arte es un proceso que no tiene retorno.

    Usted es miembro del Patronato de la Fundación Museo Reina Sofía. ¿Cuál es su relación con España y sus artistas? La Fundación Museo Reina Sofía se propone dar respuestas a las necesidades del museo actual, proponiendo una nueva mirada integradora que incluye los innegables lazos históricos que España posee con Iberoamérica. La Red de Museos del Sur, que propone la Fundación, plantea la creación de un nexo vital que nos posibilite establecer un diálogo afectivo para ambos, un lazo enriquecedor que conecte colecciones y propague conocimiento y que en definitiva propicie un entendimiento profundo entre colaboradores. Me siento muy honrada de ser parte de esta innovadora iniciativa. España ocupa un lugar prominente en el panorama internacional por su riqueza artística y cultural. Respetamos profundamente el arte español, y si bien no lo coleccionamos, tenemos obras de artistas españoles en nuestra casa en Madrid con las cuales nos emociona convivir. El lazo más profundo, sin embargo, es el cariño que Gustavo y yo le tenemos a España. Los lazos de amistad que hemos construido a lo largo de tantos años de vivencias en este maravilloso país. En 2013 pudimos traer dos colecciones a España y nos emocionó el estusiasmo del público.

    Y por último, ¿cuál sería su adquisición soñada? Siempre soñé con el Grande Núcleo de Hélio Oiticica, una espectacular instalación con pinturas monocromáticas de tonos violeta en el centro, que poco a poco se desdoblan en una gama de amarillos luminosos. Lamentablemente esta obra se destruyó en el gran incendio del Proyecto Helio Oiticica en Rio de Janeiro hace un par de años. Oiticica había llegado a la síntesis de sus experimentos con el color, de manera que piensa el color como un orden superior capaz de crear espacios como la arquitectura. Y es eso lo que hace con su color nuclear. Daría cualquier cosa para que esa obra existiera hoy, pues su pérdida representa un gran vacío para la historia del arte.

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