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    Picasso, el discreto enamorado

    Entre las innumerables pinturas que Picasso produjo a lo largo de su larga y prolífica carrera, únicamente tres de ellas incluyen un reloj. El artista sentía debilidad por los relojes excepcionales, y de hecho poseía tres ejemplares catalogados entre los mejores del mundo. Representar a su joven amante con uno de sus preciados cronómetros era, por lo tanto, otorgarle el mayor de los honores.  Al mismo tiempo, la presencia del reloj en el cuadro entronca con la tradición de la pintura de vanitas, con sus referencias a la fugacidad del amor y de la vida. Picasso pintó Mujer del reloj en agosto de 1932, poco después de clausurar su gran individual en las Galerías George Petit de París en un momento en el que, liberado de las tensiones de la exposición y de la angustia de tener que esconder su relación clandestina con Marie-Thérèse, ya podía expresar sin filtros su amor por ella. Propiedad de la mecenas Emily Fisher Landau, cuya colección se licita el 8 de noviembre en la sede neoyorkina de Sotheby’s, este importante lienzo podría superar los 100 millones de euros. 

    Pablo Picasso, Mujer del reloj

    El 13 de noviembre, también en Sotheby’s, será el turno de Compotier et guitare, un bodegón en el que Picasso enmascaró un retrato de su joven amante, la inocente Marie-Thérèse Walter. Seleccionado expresamente por el propio pintor para formar parte de su retrospectiva en las Galerías George Petit (fue la primera y única vez que Picasso instaló su propia obra), el retrato encubierto que se esconde en este lienzo se exhibió junto a otros de Marie-Thérèse, con los que el artista anunciaba al mundo quien era su nueva musa. Con su vívida paleta cromática y formas sensuales, este óleo desafía el concepto tradicional de naturaleza muerta, simbolizando la conexión secreta que existía entre el maestro y Marie-Thérèse, nacida a raíz de un encuentro fortuito en 1927 cuando ella tenía solo diecisiete años. Aquí la presencia de su amada se expresa en las líneas fluidas de la cortina verde que evocan su atlética silueta, en los colores amarillo y lavanda, que acabaron asociados a ella, y hasta en la forma seductora de la guitarra que aparece a la derecha. Ligada a su herencia española y a propia la sensualidad del instrumento, la guitarra fue un motivo recurrente en las obras picassianas desde su Período Azul hasta sus últimos trabajos. En 2022 un bodegón de 1919 (Guitare sur une table) del magnate William S. Paley, estableció un nuevo récord al superar los 37 millones de euros. Éste que ofrece ahora Sotheby’s, podría rebasar los 25 millones de euros. [Imágenes: © Sotheby’s]

    Pablo Picasso, Compotier et guitare
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