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    Robert Longo. La gran evasión

    La formación artística de Robert Longo (Brooklyn, Nueva York, 1953) es heterodoxa. Su educación superior comenzó en la Universidad de North Texas, en la localidad rural de Denton y, tras un receso en la vida universitaria, empezó a estudiar escultura bajo la dirección de Leonda Finke, quien le animó a dedicarse a las artes visuales.
    En 1972, recibió una beca para estudiar en la Accademia di Belle Arti de Florencia, y a su regreso a Nueva York, se matriculó en el State University College de Buffalo tras decidir, después de haber “fracasado” en todo lo demás, que iba a convertirse en artista. El joven neoyorquino acababa de regresar de Europa, y por aquella época se cruzaron en su camino otros dos jóvenes artistas que también luchaban por hacerse con un lugar bajo el sol y que serían esenciales en su vida.
    La primera, la fotógrafa y directora de cine Cindy Sherman, que se convirtió en su pareja y modelo ocasional, y el segundo, Charles Clough, que tenía su estudio adyacente al de Longo, en lo que antiguamente había sido una vieja fabrica de hielo, y que fue quien le introdujo en la órbita de la escena creativa del momento. En 1974 el trío fundó el Hallwalls Center for Contemporary Art, cuyo peculiar nombre venía de que estaba situado, precisamente, en el vestíbulo entre los dos estudios. Rápidamente el lugar se convirtió en un vibrante epicentro artístico donde lo mismo se montaban instalaciones, que se celebraban exposiciones y conferencias, y donde no era extraño tropezarse con Richard Serra, Vito Acconci, Judy Pfaff, Hannah Wilke o Bruce Nauman.
    “Sentíamos que existía una necesidad real de un espacio de arte alternativo para que los jóvenes artistas mostraran su trabajo en Buffalo, así como un lugar donde los consagrados pudieran venir y hacer proyectos que no podían hacer en una galería comercial. Esto nos brindó la posibilidad de trabajar con artistas de verdad y aprender de primera mano –cuenta a Tendencias del Mercado del Arte– Éramos un grupo de artistas jóvenes, muy valiosos y curiosos. En aquella época yo vivía con Cindy Sherman y la llevé a nuestro grupo. Teníamos poquísimo dinero.
    Solíamos organizar cenas, fiestas, mirábamos la tele juntos, y logramos forjar un vínculo como amigos que intentaban convertirse en artistas. Hacíamos cosas increíbles, excitantes… podíamos organizar una escapada en autoestop para ir a Nueva York a visitar galerías y conocer artistas…”
    En aquella época, en 1975, la fortuna volvió a sonreír a Longo con su inclusión en la emblemática exposición Pictures comisariada por Helen Winer, mientras que a su novia le concedieron una beca de tres mil dólares. Hicieron las maletas y aterrizaron en la Gran Manzana donde pronto se integraron en su escena underground aunque siempre ajenos al star system galerístico “Éramos artistas jóvenes que tan solo queríamos hacer nuestro trabajo. Afortunadamente se nos dio la oportunidad de vender nuestro arte y hacer dinero. Yo empleaba este dinero en hacer más obra.”
    El enorme éxito conseguido con Pictures no se tradujo, sin embargo, en encargos inmediatos ni más exposiciones, y cuando la muestra terminó Longo recuerda que tuvo que buscar trabajo como taxista, ocupación que compaginaba con su trabajo como artista y comisario eventual de proyectos en salas de arte. Esa energía desbordante fue la que deslumbró a Charles Saatchi y la que le ha permitido desarrollar una carrera versátil, no solo como artista plástico sino también como director de vídeos musicales, incluyendo Bizarre Love Triangle de New Order y The One I Love de R.E.M, o la película de ciencia ficción Johnny Mnemonic que tuvo como protagonista a Keanu Reeves. “Rodar una película te absorbe mucho tiempo y es un proceso en el que interfiere demasiada gente. Ahora estoy muy feliz en mi estudio siendo artista. Haré otra película algún día. ¿Cuándo? No lo sé.”
    A mediados de los años 80, Longo hacía películas, performances, videos de rock y esta versatilidad afectó a la manera en que era percibido como artista. “Yo me esforzaba por cambiar la forma en la que se percibía al artista en el mundo. Aunque mi estudio funcionaba con varios ayudantes, en la línea de los talleres de los antiguos maestros. Trataba de hacer muchas cosas diferentes al mismo tiempo.”
    Con obra en las colecciones del Guggenheim y el MoMA de Nueva York, la Colección Saatchi de Londres y la del Centre Georges Pompidou de París, fue uno de los introductores de la postmodernidad en Nueva York y su producción está indisolublemente asociada con el imaginario colectivo de los años 80 gracias a Men in the cities, sus conocidas series de grandes dibujos sobre figuras de hombres de negocios contorsionándose en el aire, que el año pasado inspiraron la campaña publicitaria que creó para la firma italiana Bottega Veneta.
    “Tuve mucha suerte por haber creado una imagen que sirvió para identificar una época –sostiene- No obstante, esto también puede llegar a sentirse como una maldición de la que quieres escapar el resto de tu vida.”
    “Creo que hago arte para ojos valientes. No quiero hacer arte que te de una palmadita en la espalda y te diga que todo va a ir bien. Quiero hacer algo que genere un impacto.”, declaraba hace años Longo, cuyos dibujos del tamaño de pinturas, enmarcados, pesan como si fueran esculturas. Su arte combina lo tradicional de la técnica, el dibujo, con unos contenidos que suelen impactar o perturbar al espectador, asumiendo una filosofía apropiacionista basada en representar las imágenes artísticas a partir de otras imágenes previas. El proceso creativo empieza con la manipulación de las imágenes en el ordenador antes de proyectarlas en el papel y con muchos estudios previos.
    El propio artista incardina su trabajo entre la representación tradicional y la abstracción modernista, y rechaza que sus dibujos sean fotorrealistas.
    El estadounidense, casado con la actriz alemana Barbara Sukowa, visitó recientemente nuestro país para presentar la exposición Mysterious Heart en la galería Soledad Lorenzo de Madrid argumentada con grandes dibujos manipulados y exagerados de rostros de mujeres con burka, animales enjaulados y templos (mezquitas, catedrales y sinagogas) con precios que iban de 21.000 a 230.000 euros. “Es difícil hacer una valoración cuando tienes tanta obra detrás –dice– Pero siento que ahora estoy viviendo mi mejor momento creativo”.
    “Me encanta Madrid, en especial sus museos. El Prado es uno de mis favoritos. Estando aquí me pasó algo realmente curioso –nos cuenta riendo- Estaba paseando una mañana, cuando de repente me paró una pareja que me dijo: ‘¡Usted es Robert Longo! Nos encanta su trabajo. ¡Esta noche vamos a su inauguración!’. ¡Me quedé de una pieza!.”

    Un hombre con suerte
    Robert Longo también posee una interesante vertiente como coleccionista: “En mi casa tengo un montón de obras de mis amigos, pero no hay ningún trabajo mío. Tengo cosas de Cindy Sherman, Tony Oursler, Jeff Koons, Jack Goldstein, Troy Brauntuch, Jon Kessler, Andy Warhol, Gary Simmons… Pero también trabajos de artistas más jóvenes.” El artista no se muestra especialmente preocupado por aclarar los malentendidos que puedan existir sobre su obra. “Siempre habrá errores de concepto, pero eso es algo que no te puede angustiar. Soy una persona muy afortunada. Me gano la vida como artista. ¡Eso ya es extraordinario!.”

    Dibujos como esculturas
    “Cuando era niño, dibujaba para evadirme y, ahora, de adulto, el dibujo es mi profesión. Siempre dibujo. Siempre he dibujado. Me encanta la línea que viene de la mano, su poder real.
    Mis dibujos favoritos son los bocetos que hago para planificar las obras. Son los más personales –recordaba el artista hace años- Tengo un diploma en escultura, que era lo más parecido en títulos universitarios a un titulo en dibujo. La verdad es que nunca me sentí inclinado hacia la pintura, me parecía demasiado complicada, demasiado lenta. Mis dibujos son como esculturas, cuando dibujo con carboncillo lo deshago entre mis dedos, lo siento moverse físicamente, es como la arcilla…”

    V. G-O

    Robert Longo

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