“Imaginemos una mañana cualquiera del año 1500. Desde los distintos campanarios de Medina del Campo repican las campanas anunciando un nuevo día. A pie de calle un mercader florentino cierra el contrato de compraventa de un retablo que irá destinado a la capilla de Isabel la Católica; a su lado, un comerciante de Bruselas acuerda la producción de 9 tapices que, tres años después, adornarán los muros de un palacio en Burgos; un librero de Salamanca paga a un mercader unos incunables que acaban de llegar desde Venecia, y que servirán años más tarde para desarrollar el programa iconográfico de la Universidad de Salamanca. Esa misma jornada, al puerto de Sevilla llega un barco cargado de frutos exóticos pero también de narraciones y de personas que motivarán, años más tarde, la Controversia de Valladolid, uno de los primeros debates sobre la consideración del ser humano en la historia”.
Así introduce al visitante Javier Andrés, conservador del Museo Nacional de Escultura, en la muestra Tiempos Modernos, de la que es comisario junto a Miguel Ángel Marcos y Alejandro Nuevo, director del museo vallisoletano. Esta exposición nos traslada hasta el 1500, un periodo único en la historia del arte occidental en el que asistimos al nacimiento y configuración de los Estados modernos que dieron origen al mundo actual. Para recrear esta época se han reunido obras de arte de los siglos XV y XVI procedentes de más de 30 museos españoles. A través de ellas se explica cómo el arte se convirtió en un instrumento imprescindible no solo para la devoción, sino también al servicio de los poderosos: las monarquías y las élites nobiliarias y eclesiásticas.
Se expone un amplio repertorio de esculturas, tanto de bulto redondo como en relieve, con dimensiones que van de los 20 centímetros hasta los casi tres metros de unos retablos flamencos, realizadas en distintos materiales (madera, piedra, mármol, alabastro, barro cocido, metal o papelón). Todas ellas acompañado de pinturas sobre tabla, textiles, orfebrería, documentos y libros que enriquecen el discurso expositivo. En total se han seleccionado 79 piezas, 21 conservadas en el propio Museo Nacional de Escultura. Entre ellas figuran tres nuevas adquisiciones que se presentan al público por primera vez: las esculturas de Cristo yacente atribuido a Sebastián de Almonacid y San Pedro Mártir de Verona, de Gil de Siloé, así como El Descendimiento, una pintura sobre tabla de Pedro Machuca. Las obras expuestas provienen de distintos puntos de la geografía española.
Una pluralidad bien representada por la diversidad de entidades prestadoras, que van desde grandes museos a instituciones eclesiásticas. Algunas de ellas están ubicadas en la denominada España vaciada, lo que da muestra del amplio y rico patrimonio del medio rural, en ocasiones desconocido para el gran público. Este proyecto se ha concebido con un triple propósito: en primer lugar, fomentar la idea de Europa como un territorio donde se genera un arte heterogéneo que se va forjando bajo una serie de influencias e intercambios culturales, para contribuir a la consolidación de un concepto de ciudadanía y de cultura europea. En segundo lugar, evidenciar como, a pesar de las disputas o conflictos que pudieran existir entre los diferentes Estados europeos, el arte y el conocimiento no entiende ni de fronteras ni de rivalidades. Por último, reforzar el concepto de «Museo Nacional» al incluir en la exposición bienes culturales procedentes de diferentes focos artísticos de los reinos hispánicos, especialmente de las Coronas de Castilla y de Aragón.
[Museo Nacional de Escultura, Valladolid. Hasta el 17 de marzo. Cultura.gob.es/mnescultura. Fotos © Museo Nacional de Escultura. Javier Muñoz y Paz Pastor]
