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    Victoria Civera, caminando en el refugio

    Victoria Civera (Puerto de Sagunto, Valencia, 1955), es una de las artistas españolas con mayor proyección internacional, cuya trayectoria se remonta a los convulsos años de la Transición. Se dio a conocer en Madrid de la mano de galería Montenegro, aunque fue el encuentro con Soledad Lorenzo el hito que marcaría su carrera. Su obra, de una especial sensibilidad creativa, esconde en la ironía o la metáfora, una intensa reivindicación social desde su condición de mujer. Apuesta por un lenguaje de hibridaciones que se desenvuelve con total libertad entre la pintura, la escultura, el objeto y la intervención en el espacio, verdadero eje articulador de cada uno de sus proyectos. De espíritu cosmopolita, pero fuertemente vinculada a sus orígenes, vive y trabaja entre Nueva York y Saro (Cantabria). Su amplia producción artística engrosa numerosas colecciones norteamericanas y europeas como la Colección Testimoni de “La Caixa”, además de formar parte de importantes museos de arte contemporáneo como el MNCARS, el IVAM o el MACBA. La reciente incorporación de Civera a la galería Marlborough de Madrid coincide con su participación en la colectiva Tu pelo es mi bandera, en la que participa junto a otras grandes artistas.

    Estudió Bellas Artes en San Carlos de Valencia en plena efervescencia contestataria conceptual de los 70. ¿Cómo recuerda aquella época? Fueron años muy difíciles, siempre en manifestaciones. El Puerto de Sagunto es un pueblo industrial, había muchas revueltas obreras coincidiendo con las manifestaciones estudiantiles de mayo del 68. Cuando llegué a Valencia desde mi pueblo, yo compartía piso con mi hermana y otras chicas, y debía renovar la beca todos los años, por lo que tenía que aplicarme mucho. En aquel momento estábamos todos en contra de la Academia, pero luego, desde la distancia que te da el paso del tiempo, me di cuenta que gracias a la Escuela de Bellas Artes aprendí el oficio, incluso para hacer mis propios colores y conocer el medio a fondo.

    ¿Recuerda algún profesor en concreto? Sí, con mucha admiración profesional y cariño. Me dio clase José María Yturralde, uno de los mejores pintores de nuestra actualidad. Fue en el último año de carrera, estaba recién llegado de Nueva York y nos invitó a Juan y a mí a dar una clase a nuestros compañeros. Esteve Edo, catedrático de escultura me dio el primer año en preparatorio. Conocía muy bien el talante de los alumnos y cuando se enteró de que había elegido pintura, me dijo: “Señorita Civera, piénseselo bien, tómese el tiempo necesario para elegir”. Años más tarde, recordé esta frase y comprendí que él pudo intuir lo que yo no veía.

    Conoció entonces a Juan Uslé, ¿siempre han mantenido un desarrollo creativo paralelo muy independiente? Sí, íbamos al mismo curso, pero a distinta clase. Nos conocimos en el segundo año. Al acabar las clases, cada día teníamos la costumbre de pasearnos por las aulas para ver lo que habían pintado otros compañeros. Yo siempre me quedaba delante de sus cuadros, sin conocer al autor, claro. Pero la sorpresa fue que a él le pasaba lo mismo con lo que yo hacía. Al final, nos conocimos en la clase de grabado a través de un amigo común que nos presentó y así comenzó este medio siglo de relación.

    ¿En los 80 hicieron alguna colaboración? Sí, sobre todo fotografía y fotomontajes. Tuvimos la suerte de colaborar con el Colegio de Arquitectos en un trabajo sobre la planimetría urbana del centro de la ciudad de Valencia. Y con el dinero que nos pagaron pudimos comprar un laboratorio y una cámara de fotos. Así empezamos la serie Cosas de la vida. También hicimos performances con algunos amigos en la calle, pero respetando al mismo tiempo el trabajo personal de cada uno en nuestro estudio.

    Como otros pintores de su generación, viajó a Nueva York ¿Es necesario para alguien que se dedica al arte, vivir fuera del país natal? No, no tiene por qué…Todo ha cambiado mucho desde entonces y la información ahora es global. Además, la historia del arte tiene ejemplos importantes de artistas que no se movieron nunca de su lugar de origen. Los jóvenes nacidos en Nueva York hoy se van a vivir fuera, lejos de la metrópolis. Ahora España es un buen lugar, propicio para desarrollar esta profesión. Nuestro periplo migratorio, sobre todo en los dos primeros años de Nueva York, fue para los tres muy duro. Tiempos difíciles de llevar, pero también una experiencia intensa y maravillosa. Actualmente seguimos viviendo entre Saro y Manhattan… [Amalia García Rubí. Foto: Alfredo Arias]

     

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