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    La majestuosa colección de Suzanne Saperstein

    Saperstein

    La prensa suele acompañar el nombre de Suzanne Saperstein de algunos de sus “títulos”: la más importante coleccionista de alta costura y de mobiliario francés del siglo XVIII del mundo, la propietaria de la mansión más cara de los Estados Unidos… pero sorprendentemente detrás de esta imponente carta de presentación se esconde una mujer cálida y educada que se emociona al recordar sus viajes por España. Tendencias del Mercado del Arte ha tenido la oportunidad de charlar con la famosa mecenas norteamericana, quien rara vez concede entrevistas, para hablar de su extraordinaria colección particular forjada a lo largo de dos décadas, y que será dispersada en Sotheby’s.

    Siguiendo el ejemplo de sus bisabuelos suecos, que coleccionaban antigüedades y artes decorativas locales, el germen de la colección de la señora Saperstein fueron los tejidos; paulatinamente fue incorporando algunos muebles tapizados con telas que encontraba sugestivas, e intensificó sus incursiones en las subastas, los exclusivos mercadillos benéficos y las galerías de antigüedades con el propósito de hacerse con piezas únicas y singulares (“¡Me he quedado más de una noche en vela antes de una compra importante!” admite con una sonrisa).
    “Empecé buscando encajes antiguos cuando mis hijos eran todavía niños, solía comprar pequeñas piezas de blondas que luego utilizaba para hacerles almohadas.
    Mi interés por los textiles y la costura fue creciendo y comencé a prestar atención a muebles adornados con tejidos que me parecieran llamativos; a partir de ahí el universo del coleccionismo de artes decorativas se abrió ante mi”, nos desvela Saperstein sobre sus primeros pasos como coleccionista.
    “Soy sueca de origen y me apasionan las antigüedades y las artes decorativas de Suecia. En la subasta, por cierto, se incluyen dos sillas suecas, y además he decidido no desprenderme de algunas piezas emblemáticas de mi familia.

    ¿Mi ebanista favorito? Ninguno en especial, lo que más admiro es la artesanía en sí misma. Me fascina la habilidad y creatividad evidente en aquellos muebles que incorporan elementos ingeniosos como compartimentos ocultos y cajones secretos. De hecho, le confieso lo emocionante que fue descubrir hace poco un compartimento disimulado en un pequeño secretaire mientras estábamos embalando la pieza para enviarla a Sotheby’s!” [dice riendo].

    Flor de Lis
    Construida en los años 90 y en apenas cinco años, la mansión de ensueño Fleur de Lys, situada en el barrio residencial de Bel Air, en Beverly Hills (Los Angeles), es, según la revista Forbes, el inmueble más caro del mundo disponible actualmente en el mercado.
    Esta majestuosa residencia de 100 habitaciones y 13.700 metros cuadrados, con elegante fachada de piedra caliza gris, es una réplica del Palacio de Versalles, la residencia oficial de los reyes de Francia, y su exorbitante precio la pone fuera del alcance del común de los mortales: cerca de 93 millones de euros.
    Para su decoración la señora Saperstein recuerda que hizo docenas de viajes a Europa para escoger con mimo los muebles franceses y objetos de arte del siglo XVIII con los que embellecer su hogar; en este entorno palaciego despuntan no solo los muebles sino también su espléndida colección de huevos Fabergé, sus suntuosas alfombras, esculturas, pinturas y otros lujosos ornamentos “Después de muchos años coleccionando, viviendo y amando estos objetos, siento que ha llegado el momento de que sean disfrutados por otras personas –dice- La venta de Fleur de Lys abrirá un nuevo capítulo en mi vida, una etapa que deseo pasar con mi familia y enfocada en mis nuevos proyectos.”

    Etapas mueble
    Existía una rígida separación en las diversas etapas de construcción de un mueble, fases que encerraban técnicas enteramente distintas.
    Un decorador proporcionaba el modelo cuando se trataba de piezas de belleza excepcional. Con frecuencia los menuisiers no sabían dibujar bocetos y solían reproducir las mismas formas durante mucho tiempo: cortaban y reunían las maderas y eran expertos en tallar molduras con unos pocos adornos sobre su superficie, pero para conseguir un trabajo mas detallado tenían que recurrir al tallista. Tras esta etapa el trabajo pasaba a manos del dorador y seguidamente del tapicero quien recubría sillas y camas con tejidos de variada riqueza. Utilizaban sedas, terciopelos, paños de los vestidos usados (muy pocos de los cuales han llegado a nosotros) y materiales más duraderos como cueros y tapices que enriquecían con adornos de pasamanería.

    La “perdición” francesa
    “Cuando preguntaron a Madame Victoire, la hija de Luis XV, si pensaba seguir el ejemplo de su hermana e ingresar en un convento, contestó: «Aprecio demasiado las comodidades de la vida» y agregó señalando el sillón bergère que ocupaba: «Sillones como éste son mi perdición». Sus palabras ponen de relieve la importancia que concedían a la belleza y comodidad de sus muebles los franceses del siglo XVIII.
    La etapa de Luis XIV había dejado en herencia un ajuar doméstico majestuoso, sillas y camas de aspecto solemne, monumentales mesas y escritorios consola, y sobre todo los espléndidos armarios con cobre incrustado sobre chapa y embellecido con relieves de bronce dorado, en los que Boulle prodigó todo su genio. El mobiliario de ese periodo revela la destreza, el buen gusto y el talento de un siglo que fue capaz de transformar los objetos más modestos en obras de arte.
    Los ébénistes del siglo XVIII estaban especializados en la creación de muebles muy pequeños, cuyo verdadero valor estribaba en la pureza de su estilo. La elaboración de este tipo de muebles surgió de la transformación de las vastas moradas que la gente habitaba hasta entonces en pequeños departamentos en los cuales cada mueble empezó a adquirir un uso determinado. Los grandes y pesados muebles de la época anterior no eran adecuados para los exquisitos interiores decorados con entrepaños y espejos, su escala fue reduciéndose progresivamente hasta que, a mediados de siglo, existía una próspera producción de mobiliario pequeño pero de primorosas proporciones.
    Estas piezas admirables constituyen el trabajo de artesanos que se agrupaban en toda Francia en gremios de fabricantes de sillería y fabricantes de ebanistería (menuisiers-ébénistes) regidos por estatutos más o menos rigurosos.
    Los menuisiers que trabajaban madera fina (bois menu), estaban separados de los carpinteros que construían objetos corrientes. Luego, en el siglo XVII, la costumbre se difundió al mueble decorado con placas de ébano tallado.
    Menuisiers y ébénistes estaban sujetos a las mismas obligaciones. Por lo menos en París, desde 1743 hasta la supresión de los gremios, ocurrida en 1790, tuvieron la obligación de señalar cada cual sus productos con su marca, cosa que en la actualidad es de gran ayuda en la tarea de identificación, a pesar de las imitaciones llevadas a cabo por los falsificadores. La presencia del sello de un artista famoso, como Riesener u Oeben, incrementa el valor de un mueble; mas, pese a las reglamentaciones, muchos trabajos quedaban sin sellar, especialmente en las provincias, donde, en realidad, el estampado de la marca constituía más una excepción que una regla.

    España: museos, tapas y carruajes
    “Aunque ya había visitado España cuando era más joven, mi primera oportunidad real de explorarla a fondo ha sido este año, coincidiendo con que mi hija estaba estudiando en el extranjero. Estuvo viviendo en Madrid durante un año y medio y, naturalmente, viajé hasta allí para ayudarle a instalarse y también le hice varias visitas a lo largo del año. Durante las semanas que pasé en Madrid, traté de absorber toda la historia y la cultura que ofrece esta ciudad increíble. Mi hija es historiadora del arte y eso me hizo aún más agradables las visitas al Museo Reina Sofía y al Museo del Prado, además de otros museos y galerías de arte más pequeños aunque igualmente inspiradores.
    Nos encantó pasear por el Templo de Debod y la Plaza Mayor y visitamos estupendos bares de tapas y restaurantes espectaculares.
    En mi tercer viaje me fui directamente al sur de España -mi hija estaba participando con sus caballos en el Sunshine Tour, una prestigiosa competición ecuestre internacional. Aquella escapada me permitió conocer lugares preciosos como Vejer de la Frontera; tal como esperábamos conocimos a mucha gente amistosa y degustamos toneladas de comida deliciosa. Una parada especial fue Sevilla, donde pasamos un día, y donde nos montamos en un carruaje típico de caballos. Me acuerdo de que mientras recorríamos la ciudad no podía dejar de asombrarme al contemplar su fascinante arquitectura. ¡He vivido tantas experiencias inolvidables en España que me es imposible resumirlas!. El país es maravilloso, posee una gran cultura y un gran espíritu…¡estoy segura de que dentro de poco mi hija me insistirá para que regresemos!.”

    Generosa mecenas
    “Le doy mucho valor a mis obligaciones filantrópicas. Creo que si puedes hacer las cosas distintas aunque solo sea para una sola persona, eso ya es importante. Esa es la experiencia que aprendí de mis abuelos, que poseían un maravilloso espíritu humanitario” se sincera Suzanne Saperstein quien, siguiendo esa estela familiar, es conocida por su generosidad como protectora de las artes, en especial de la moda.
    “Considero la moda una de las bellas artes. La indumentaria te cuenta historias sobre nuestra propia historia –como vivía la gente, como sentía, etc.- imagino que seguiré coleccionando ropas y tejidos durante el resto de mi vida.”
    En 2010, la mecenas adquirió dos importantes colecciones privadas de vestuario y complementos de los siglos XVIII y XIX para el departamento de Trajes y Textiles del museo LACMA. A través de estas prendas y ornamentos de hombres, mujeres y niños, puede verse la evolución estética y técnica de la moda desde la Ilustración hasta la Primera Guerra Mundial. De aquella colección, los expertos del museo resaltaron el valor de piezas como un chaleco masculino del siglo XVIII, que lucía intrincados bordados con poderosos mensajes simbólicos relacionados con la Revolución Francesa, también un manto de noche con bordados de seda, perlas de cristal y plumas de avestruz diseñado por el modisto francés Émile Pingat y espectaculares trajes de tres piezas y vestidos usados en las cortes reales europeas. Saperstein suele pedir a los diseñadores que manden a su casa un boceto de cada modelo que adquiere en el que aparezca ella llevándolo. “He tenido el gran placer de conocer a la mayoría de los grandes diseñadores de moda tanto actuales como del pasado. Tuve la oportunidad de asistir al último desfile de Yves Saint-Laurent y pude expresarle mi reconocimiento por haber conseguido transformar la moda; en concreto, puso de moda la ropa masculina entre las mujeres, incluyendo el esmoquin, del que soy una ferviente admiradora.

    Vanessa García-Osuna

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