Creció en un ambiente familiar intelectual de escritores y directores de cine y fue uno de los artistas que inició la Nueva Figuración Madrileña; con una interesante trayectoria artística Carlos Franco (Madrid, 1951) ha presentado en la galería Miguel Marcos de Barcelona Tauromía, una selección de pinturas muy coloridas en las que explora no sólo la belleza del ritual estético de la tauromaquia, por su experiencia vivida desde niño en las corridas, sino que también plantea una metáfora de las pasiones humanas conectando con la mitología clásica y sus arquetipos. En 2022, recibió el encargo del cartel para la Corrida Goyesca de Ronda donde los toreros visten con trajes goyescos, un espectáculo que, más allá de los efectos plásticos, trae a la memoria a Goya y su Tauromaquia, en la que el maestro aragonés no dejó de representar los arquetipos humanos, encarnados en la furia, la lucha, la resistencia, el dolor y la muerte, a los que también alude Franco sin renunciar al tono festivo.
¿Por qué Tauromía como título de la exposición? Quise dar a entender que yo no soy un erudito del toreo porque hay libros y enciclopedias de más de 20 volúmenes, sobre las raíces de la lidia, desde cómo se organizaban las fiestas en los pueblos, con la traída del ganado desde los pastos a la ciudad para el consumo. Ya entonces se traía como en los sanfermines, corriendo detrás de la gente, hasta que se metía en la plaza, donde se mataba ya fuera en plan matarife o siguiendo el arte del toreo. A propósito de esta exposición, tengo que decir que Miguel Marcos ha sido fundamental en mi devenir, por profesionalidad y amistad.
¿Qué diferencia establece entre su tauromía y la tauromaquia? La Tauromía es como decir, voy a hacer los 40 grabados que hizo Goya, su tauromaquia completa; solo que Goya estaba en un momento muy especial, donde todo el mundo sabía de toros porque estaba metido en todo el trasiego con el ganado. Uno de los coleccionistas que impulsó el Museo de Vitoria, Cayetano Ezquerra, cada vez que venía a Madrid visitaba mi estudio y un día me dijo “¿por qué no hacemos algo con esta historia de los toros?”. Y me pareció bien porque es un tema que he tratado a través de la mitología y también con referencias y guiños al toreo; mi padre era muy aficionado y desde niño me llevaba a los toros porque yo tenía curiosidad por verlos, ya que había conocido de bastante pequeño las fiestas de los pueblos con el ganado. Lo traían de lejos y había que andar con cuidado porque de repente te encontrabas con una manada de toros, conducida con caballos hasta que entraban en la ciudad, donde la gente les estaba esperando para entrar en la plaza; esas imágenes para mí son como cotidianas porque las he vivido.
¿No es como una muerte lenta para el toro? Hay un momento en que el toro entra en la lucha porque es un guerrero, un animal que defiende a su vacada, a su harén y a sus crías. Y como tú aparezcas, va a por ti. Hay estudios que demuestran que el nivel de sufrimiento del toro no tiene nada que ver con el nuestro. El toro sufre, pero también entra en el juego del movimiento de la capa que, por otro lado, el aire se la puede quitar al torero y quedarse descubierto frente al toro. O sea, todo es un arte de cómo llevar al toro a la posición de ponerse delante de él y matarle. Toda la lidia es una preparación de ese momento porque es en el que se suelen producir las cogidas. Entonces, hay que verlo dentro de la lidia misma, que denota también la naturaleza del ser humano, que aparenta no ser cruel, pero lo es, y mucho, también con sus congéneres. Pero eso viene de siempre.
¿Qué presencia tienen en su obra la lidia, lo festivo y lo mitológico? Está mezclado. Por ejemplo, he pintado la montera colocada encima del parapeto que rodea la plaza, donde muchas veces la dejan los toreros, y he aprovechado para pintar en ella una pequeña escena de Teseo con su escudo, el gorro griego y la maza, como referencia al Minotauro. Ariadna, con el hilo, se me acabó yendo, pero no iba a pintar el mito ahora, ya lo pinté en otras ocasiones porque son cosas que dan mucho que pensar. El toro está más emparentado con las artes micénicas y esa época antigua. El toreo tiene una parte zen de estar muy concentrado por el peligro de estar frente al toro. Precisamente, todas las artes coinciden en la concentración, hay que ser capaz de escapar del mundo. La mitología también invita a reflexionar sobre esa crueldad, como la guerra de Troya, Hércules, Apolo matando con su arco… [Marga Perera. Foto: Maria Dias]