• Brafa
  • tendencias del arte

    Chema Madoz, taumaturgo de la fotografía

    Las imágenes de Chema Madoz (Madrid, 1958) plantean límites entre el sueño y la razón. Más allá de lo onírico, podemos pensar en Hegel cuando dice que la razón es fluida, que el mundo es pensamiento, razón como proceso, la realidad misma, la vida, el propio yo; y, como nada es perfecto y todo tiene una contradicción, el filósofo alemán propone su sistema dialéctico de reconciliación de contrarios, con gran influencia en románticos y surrealistas. Las fotografías de Madoz, bellas y elegantes, son también un diálogo de contrarios, breve y contundente, que convierte, con asociaciones libres, lo familiar y banal en una extraña belleza, generando emociones y sentimientos diversos, confirmando así lo que propone Jung: que la realidad se crea en nuestra mente. La galería Prats Nogueras Blanchard de Barcelona presenta Juegos reunidos con instantáneas de Chema Madoz y poemas-objeto de Joan Brossa (1919-1998), confrontando por primera vez en una exposición creaciones de ambos artistas.

    ¿Cuándo conoció a Brossa y qué le aportó? Nos conocimos en Madrid, unos tres o cuatro años antes de su fallecimiento. Él estaba trabajando con un taller de impresión de grabado que tenía un amigo mío, Fernando Bellver, donde yo había tenido un par de meses antes una pequeña exposición para presentar el primer librito que edité. En una de las ocasiones en que Brossa vino a Madrid a hacer alguna de las impresiones, Fernando le enseñó el libro y esa misma mañana se puso en contacto conmigo proponiéndome comer juntos ese día. En aquel momento yo vivía en la sierra, pero nada me apetecía más que conocerle así que quedamos en Casa Patas. Siempre había oído hablar de Brossa como un personaje un poco gruñón, pero fue una comida muy agradable y la verdad es que me pareció encantador. Y a partir de ahí empezamos a tener una cierta relación y nos veíamos cuando él visitaba Madrid o yo iba a Barcelona.

    ¿Su obra le ha influenciado de alguna manera? Pues me hubiera encantado conocer su trabajo porque quizás me hubiera servido para tener las cosas más claras, tal vez para quemar etapas, no sé muy bien. El caso es que la primera noticia que tuve de Brossa fue en Francia, en los Encuentros Fotográficos de Arles. En aquellos momentos era el único sitio donde podías ir y mostrar tus obras para ver si había alguna galería interesada. Y ahí, mientras yo estaba enseñando mi portfolio en una reunión de fotógrafos y galeristas, un chico de Lleida me preguntó si conocía el trabajo de un poeta que se llamaba Brossa. Yo no le conocía y todavía no había empezado a trabajar con objetos. Y me dijo: “No sé qué es, pero hay algo ahí que tiene mucho que ver con su trabajo”. Cuando volví a Madrid, estuve intentando buscar cosas suyas y encontré un libro de poemas, Poemas Civiles. Yo lo leía y lo cierto es que no veía ninguna relación. No conseguía entender dónde había visto aquel chico la relación de mi trabajo con el de Brossa.

    ¿Y luego? Pasó el tiempo y me enteré de que iban a hacerle una exposición en el Reina Sofía. Fue en 1991. Fui a visitarla y allí pude ver todos sus poemas-objeto. Yo ya llevaba unos tres años trabajando con objetos y, la verdad, me dejó descolocado porque vi que había una relación realmente estrecha, aunque los intereses fueran dispares. Él estaba mucho más centrado, supongo que por la época que le había tocado vivir, en la religión, el ejército, el poder, temas que en mi obra no aparecían para nada. Pero sí que había un hilo común que para mí era muy evidente. Pensé en ponerme en contacto con él, pero me parecía absurdo que, si haces una exposición en el Reina Sofía, alguien se ponga en contacto contigo para decirte que haces algo parecido. Nunca me puse en contacto con él, pero al final llegó todo más natural cuando nos encontramos a través de Fernando Bellver.

    ¿Cómo fue su contacto profesional? Nos veíamos de vez en cuando; un día me sugirió hacer un libro en común. Me encantó la idea. Me propuso que yo hiciera las fotografías, se las pasara y él haría los poemas. Así lo hicimos. Al poco falleció y fue un proyecto que se quedó en un cajón durante unos años, hasta que lo editó La Fábrica con el título de Fotopoemario.

    ¿Se siente poeta? Me gustaría, pero no me atrevo… Bueno, no es que no me atreva, me da respeto, supongo que por la admiración que me provocó la poesía desde la infancia. Me pueden ver así, pero autodefinirme como poeta me cuesta. Soy consciente de que en las imágenes hay una serie de claves visuales que pueden ser poéticas en cuanto a contemplarlas con una mirada un poco nueva, intentando descubrir aspectos que no son comunes, pero que están ahí latentes. Y esa síntesis también la comparten con la poesía. Trato de transmitir ideas o emociones con los mínimos elementos posibles o con la mayor brevedad. En ese sentido, tal vez lo que hago puede estar próximo a los haikus pero soy un poco reacio a relacionarlo con la poesía visual.

    “El poeta trabaja”, recordó André Breton en el Manifiesto del Surrealismo a propósito del poeta Saint-Pol-Roux. Sí, no está esperando a que le llegue la inspiración. Algo de eso hay; al final, ese trabajo consiste en sugerir varias posibilidades a la vez. Es una labor de búsqueda.

    ¿Cómo nació su interés por la fotografía? De manera casual. Nunca había sentido ninguna pasión especial por la fotografía. Me gustaban muchos aspectos que tenían que ver con la imagen, como el cine, el cómic o la propia literatura, que es otra manera también de crear imágenes, aunque sean solo mentales. A los veintitantos años cayó una cámara en mis manos y empecé a hacer fotos. Se me abrió entonces un abanico de posibilidades que nunca me había parado a considerar…. [Marga Perera. Foto: Maria Dias]

  • Portada

     

  • roldan

  • Marq alicante

  • Dorotheum

  • Desnudos

  • La Pedrera

  • Bilbao

  • Museo Picasso Malaga

  • Museu Girona