En su África natal, siguiendo los pasos de su padre, Didier Claes aprendió a conocer y amar los objetos de arte tribal, los rituales, los dialectos y la vida de las gentes; pensar en su vida es como imaginar una novela de aventuras, pero real, pues ya de niño disfrutaba comprando pequeños objetos, que luego revendía. Tiene su galería en el barrio Louise de Bruselas en el que el arte tribal coexiste con arte africano contemporáneo. Su reputación se ratificó internacionalmente en 2012 cuando fue nombrado vicepresidente de BRAFA, una de las ferias de arte más prestigiosas, que se celebra del 28 de enero al 4 de febrero en la capital belga. Para esta edición, el anticuario ha reservado una impactante máscara Yaouré de Costa de Marfil que llevaba un siglo en la misma colección, una proeza de rastreo digna de un gran experto y hábil negociador, como es Didier Claes. Para él, la emoción que inspiran estas piezas es comparable a la de las pinturas italianas de los siglos XV o XVI, pero aquí no se trata de una belleza formal sino espiritual, una búsqueda del espíritu de la forma.
Usted nació en Kinshasa, en la República Democrática del Congo, de padre belga y madre congoleña. ¿Cuáles son sus mejores recuerdos? Desde muy joven viajé por el interior del país con mi padre, coleccionista para los museos de Kinshasa, y él me introdujo en las culturas y tradiciones africanas.
Dejó el Congo a causa de la guerra y decidió instalarse en Bruselas. Sin embargo, ¿podemos decir que su carrera comenzó cuando participó en ferias en Estados Unidos? Me instalé en Bélgica al final de mi adolescencia. En 1989 hice mis primeros viajes en solitario al Zaire donde, gracias a dominar varios dialectos, pude ampliar mis conocimientos. Aunque las piezas eran cada vez más raras en África, seguía convencido de que todavía quedaban “pepitas” por desenterrar. Sorprendentemente, descubrí una totalmente única. Aquello era una proeza y me sirvió para darme a conocer en el mercado del arte africano. Durante unos diez años abastecí a comerciantes de Bruselas y París comprando piezas en Europa. Pero era demasiado joven para que me tomaran en serio en un campo ya ocupado por otros marchantes, así que me fui a Estados Unidos, donde comencé de nuevo en 1996, participando en decenas de ferias con el objetivo de conocer a las personalidades más destacadas del sector. Tras el 11 de septiembre de 2001, el mercado americano quedó en shock y decidí reorientarme hacia el europeo.
En 2002, abrió su primera galería en el barrio de los anticuarios de Bruselas, en el Sablon. Usted ha destacado que fue el primer galerista mestizo del mundo especializado en arte africano, ¿esta condición personal ha influido en su carrera? Me di cuenta pronto de que en el mundo del arte ser una persona de color era poco común, particularmente en mi especialidad, el arte africano. No sabría decir si esto influyó en mi carrera, excepto que mi infancia en África me proporcionó una experiencia y una riqueza de conocimientos incomparables. Cuando comencé, no tenía medios económicos ni contactos. Pero era valiente y dominaba mi tema.
También ejerció durante años como experto en arte tribal para la casa de subastas Pierre Bergé & Associés Así fue, y esto me permitió tener otro enfoque del mercado. Como experto en una casa de subastas, estuve en contacto con un público completamente diferente y tuve acceso a una gran cantidad de colecciones. Esta experiencia, paralela a la profesión de marchante, me brindó innumerables oportunidades y un cierto reconocimiento por parte de los actores del mercado.
¿Qué supuso ser nombrado, en 2012, vicepresidente de BRAFA? Sin duda significa un gran reconocimiento por parte de mis homólogos, colegas y agentes del mercado del arte en general. Ser experto en una casa de subastas o formar parte de la junta directiva de una de las ferias más importantes conlleva una responsabilidad, que yo me tomo muy en serio.
En su galería tiene una sección de artistas africanos contemporáneos. ¿Cree que estos artistas mantienen hoy, en general, vínculos conceptuales con la cultura ancestral africana? Más bien, detectamos una cierta distancia entre la cultura africana ancestral y la creación africana contemporánea, aunque no podamos generalizar. De hecho, artistas como El Anatsui se inspiran en los orígenes y las tradiciones utilizando materiales reciclados, crea lienzos que recuerdan a los tejidos tradicionales.
Para seducir al coleccionista joven en su galería tienen un apartado con piezas a partir de 1.000 euros La idea me pareció muy interesante. Sin embargo, encontrar obras a un precio “moderado”, que cumplan con los criterios de calidad y exigencias de nuestra galería, es un verdadero desafío. En cualquier caso, la iniciativa ha sido muy bien recibida por los compradores más jóvenes y coleccionistas potenciales.
¿Qué atributos debe tener una pieza tribal para que le interese? Hay varios aspectos esenciales. En primer lugar, su calidad intrínseca. El hecho de que sea una obra rara es interesante, sin embargo no basta con que un objeto sea raro para que sea bello. De hecho, la autenticidad debe ser incuestionable y el objeto debe estar referenciado en corpus reconocidos. Su historia y su procedencia son factores imprescindibles… [Marga Perera. Foto © Anne Jannes]