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    Guillermo de Osma, retrato de un esteta

    “Hay hombres refinados por naturaleza, en ideas y palabras”, escribió Baltasar Gracián en su Arte de la Prudencia. Una definición que bien podría aplicarse a este apasionado del arte. La figura de talla espigada y algo dandi de Guillermo de Osma siempre me ha recordado a la de Bazille, el pintor amigo de Fantin Latour y Manet. Pero no nos engañemos, nuestro galerista no es un historicista imitador de las modas decimonónicas, aunque desde muy joven haya sentido fascinación y estudiado a fondo las artes y el diseño fin de siècle. El espíritu del tiempo en De Osma se hace palpable a través del interés que siempre ha mostrado por entender las ciencias humanas de su propio siglo, el XX. Con una brillante carrera iniciada a finales de los 70 como experto en arte moderno español e hispanoamericano en la casa de subastas Sotheby´s, este estudioso, historiador del arte y comisario de exposiciones, terminó abriendo, a principios de los 90, una de las galerías más carismáticas de Madrid, donde aún trabaja a pleno rendimiento. Intelectual incansable, ha escrito cientos de artículos y varios libros de referencia como el amplio estudio sobre Mariano Fortuny Madrazo publicado en 1980, además de dirigir el catálogo razonado de Maruja Mallo junto a Juan Pérez de Ayala y Antonio Gómez Conde. Participa en simposios de arte y es un aplaudido conferenciante. Una de sus últimas ponencias en el Museo Thyssen Bornemisza ha estado dedicada a la figura de María Blanchard. En 2016 recibió el Premio Arte y Mecenazgo que concede la Fundación La Caixa. “Los galeristas, como los decoradores, somos personajes importantes pero efímeros, porque hacemos que pasen cosas, aunque luego la gente se olvida de nosotros”, reflexiona.

    Usted nació en Bilbao y vino a Madrid a finales de los 60 para matricularse en Geografía e Historia e Historia del Arte ¿Cómo vivió aquellos años?  Mi padre pensaba que iba a acabar “debajo de un puente”. Aunque era un hombre bastante civilizado para la época, muy dedicado al mundo de la música. Guardo unos recuerdos magníficos de mi paso por la universidad porque tuve la inmensa suerte de ser alumno en la Autónoma de ilustres historiadores y profesores como Alfonso Pérez Sánchez, que llegó a director del Museo del Prado, y Julián Gállego, los cuales me marcaron muchísimo. Pérez Sánchez me habló de los pintores del 27 y especialmente del pintor y crítico de arte José Moreno Villa, al que él tanto admiraba.  También de otros grandes artistas de aquella avanzada generación que no solo fue literaria.

    Marchó a Londres para ampliar estudios ¿España era, como se ha dicho muchas veces, un páramo cultural?Creo que, a pesar de Franco, aquí ocurrían muchas cosas en el mundo de la cultura; se organizaban exposiciones extraordinarias y había algunas galerías como Biosca, Clan, etc. que se ocupaban del arte moderno ya en los años 40 y fueron fundamentales para otras posteriores como Juana Mordó, Edurne, Theo, Sen… Es cierto que Madrid no era París ni Londres, pero tampoco se puede caer en el tópico de la España gris, aunque se vivía en una dictadura, está claro. Pero también existía una sociedad civil muy inquieta y activa de artistas, arquitectos, decoradores, amantes del arte, galeristas aficionados o de profesión, coleccionistas…

    Usted proviene de un ambiente familiar culto Bueno, creo que sí. Mi padre fue presidente del Conservatorio de Música de Bilbao y también de la Ópera. Mi madre era bastante aficionada al mundo del arte. Sobre todo, recuerdo a un tío materno mío, con el que mantuve una estrecha relación. Había abierto la galería Studio, una de esas salas heroicas en el Bilbao de posguerra. Allí expuso por primera vez Jorge Oteiza al volver de América, y se celebraron algunos eventos interesantísimos como la segunda exposición dedicada a Picasso, tras la Guerra Civil.

    ¿Además de la vanguardia histórica, apuesta por artistas españoles contemporáneos? Cuando volví de Nueva York a finales de los 80, me puse en contacto con coleccionistas amigos que se interesaban más por el arte del momento: Barceló, Dis Berlín, Carlos García Alix… Algunos de estos artistas jóvenes ya tenían su propia galería, pero venían con asiduidad a nuestras inauguraciones porque les gustaba mucho el trabajo que hacíamos sobre la vanguardia, como la individual de Maruja Mallo que celebramos en 1992. Diez años atrás, yo había coincidido con ella en la mítica exposición que Vijande dedicó a Warhol en las Navidades del 82, porque casualmente me pilló en Madrid. Tras su muerte, comencé a colaborar con la familia para poner en valor su legado en España a través de varias exposiciones… [Amalia García Rubí. Foto: Alfredo Arias]

     

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