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    Chus Burés: «Dalí me impactó»

    A comienzos de los años 80, Chus Burés abandonó su Barcelona natal para aterrizar en el efervescente Madrid de la Movida. Pronto sus sofisticadas joyas llamaron la atención de personas como Juana de Aizpuru, que expuso en su galería su primera colección de joyas en plata, o el cineasta Pedro Almodóvar, quien le encargó la creación de una horquilla que jugaría un papel clave en su película Matador y que le abriría las puertas del mercado internacional. A partir de entonces, sus creaciones se exhiben en salones de diseño y galerías y museos de Europa, Estados Unidos y Japón. En 1996 pone rumbo a Asia y durante una década trabajará en Tailandia y otros países del sudeste asiático. En 2010 abre un estudio en París y en 2015 se muda a Nueva York además de mantener abiertos talleres en Madrid y París. Como “orfebre plástico”, Burés ha revolucionado la joya clásica, por ejemplo, con el uso innovador de materiales alternativos.
    Uno de los capítulos más celebrados de su trayectoria han sido las colaboraciones, en torno a medio centenar, con artistas de primera fila, de diversas generaciones y movimientos. “Trabajar con cada uno de ellos, compartir su universo y su lenguaje ha sido muy enriquecedor. Los artistas ven en el diseño la parte mas “glamurosa” de la creación, se sienten fascinados por él y les gusta hacer incursiones en este campo. Colaborar con artistas cinéticos como Jesús Soto y Julio Le Parc fueron experiencias únicas. Algunos proyectos que nunca se llegaron a materializar como el de Zaha Hadid, Paul McCarthy o Lynda Benglis, propiciaron momentos inolvidables que, a lo mejor, pueden generar nuevas propuestas de futuro pues conservo todo el material realizado incluso algún prototipo”. Burés, cuyos ornamentos se han expuesto en el Museo de Artes Decorativas o la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, está concentrado ahora “en la revisión de mis colecciones de los años 80 y 90 revisitadas y entendidas con conceptos de hoy, utilizando nuevas técnicas de producción, nuevos materiales y dándole la vuelta a esas ideas de mis inicios. También llevo un par de años trabajando en un proyecto sobre mis joyas monumentales, una etapa que nació a raíz de mi colaboración con Antoni Miralda en el Honeymoon Project.
    En esta entrevista, el prestigioso joyero evoca encuentros inolvidables con titanes como Louise Bourgeois o Dalí así como su perenne fascinación por El Bosco. [Raquel García-Osuna. Foto: Maku López].

    ¿Recuerda su primera experiencia memorable con el arte? Siendo muy joven, cuando todavía vivía en Barcelona, no sé muy bien cómo, caí en un evento en el hotel Ritz donde estaba Dalí recibiendo a amigos. El encuentro me causó un gran impacto, casi no me atrevía a acercarme al maestro. Recuerdo un temblor por todo mi cuerpo y ese día entendí que mi vida estaría marcada por el arte y la creatividad, más aun habiendo nacido y vivido en una ciudad como Barcelona donde todo es diseño y belleza. Otra de las grandes experiencias fueron los happenings, Barcelona era en esa época una ciudad muy contemporánea y cosmopolita. 

    ¿Qué maestro le hubiera gustado conocer y qué le preguntaría? Goya. Me hubiera gustado verle en acción en
    todas sus etapas, cómo se relacionaba, sus viajes, sus relaciones amorosas, su trato con la realeza… Le preguntaría por sus técnicas, por cómo era capaz de crear esa sensación de luz en sus obras. Recientemente visité la magnífica exposición de los dibujos de Goya en el Museo del Prado, ¡inolvidable! 

    Un museo o un lugar que le inspire de forma particular Siempre que viajo a Londres es casi obligado para mi hacer una visita al MuseoVictoria & Albert, sus colecciones son impresionantes así como sus exposiciones temporales. Me parece un museo con un punto de vista de lo más contemporáneo. También mencionaría la sala de las joyas, que como cámara acorazada es impresionante. De los lugares siento gran atracción por Tailandia.Viví y trabajé varios años en esa tierra mágica cuyo suelo te transmite unas vibraciones que llegan a lo más profundo del alma.Allí pasé una década importante de mi vida, desarrollando proyectos con orfebres artesanos que seguían procesos ancestrales. Sus parques religiosos, sus templos, su cultura y refinamiento me dejaron una honda huella, algo parecido a lo que he sentido en Mallorca o en el Ampurdán. Nueva York es otro lugar de inspiración, una fuente de energía, la capital del universo.Vivo allí desde 2015 y su energía es tan contagiosa como enriquecedora. 

    Una personalidad del mundo del arte que le haya dejado huella He tenido la gran suerte y el honor de conocer a grandes artistas contemporáneos como por ejemplo Louise Bourgeois. En 1999 cuando se preparaba su retrospectiva en el Reina Sofía me contactaron para pedirme una colaboración para una joya. Ellos sabían que había trabajado con muchos artistas. A raíz de ese encuentro hice un prototipo de collar y fui a conocer a la propia Louise a su casa-estudio de Nueva York. A sus 80 años, me esperaba enfundada en una bata de Helmut Lang y con unas botas de skinhead. ¡Esa imagen me impactó! Me hizo una serie de preguntas sobre El Quijote que afortunadamente supe responder con acierto y propiciaron una serie de encuentros inolvidables. 

    ¿Qué famosa obra de arte se llevaría a su casa? Por ejemplo El paso de la laguna Estigia (1520) de Patinir que se expone en el Museo del Prado.También me llevaría obras de El Bosco. En los últimos tiempos siento un creciente interés por el arte más clásico y eso me hace visitar con asiduidad el Prado. 

    ¿Qué obra de arte icónica le hubiera gustado crear? El Jardín de las Delicias del Bosco porque para mi representa lo máximo en cuanto a la percepción de los sentidos, la fantasía, la libertad… 

    Un artista por el que sienta una afinidad especial Mis amigos suelen ser todos artistas, generalmente de mi generación, me atraen las cerámicas de Miquel Barceló, las burbujas de Jiri Dokoupil y todo su universo experimental. También Santiago Sierra, un artista que está en las antípodas de lo alegórico o abstracto pero me parece interesante su forma de conceptualizar y crear arte, aunque quizás desde un punto de vista más político y social, pero su obra no deja de gustarme mucho. 

    Un descubrimiento inolvidable En los 80 se celebró en París, en el Pompidou, una exposición que jamás olvidaré: Les magiciens de la terre. Me impresionó la selección de artistas tan dispares, un viaje por el planeta donde sus dos comisarios -Jean–Hubert Martin y mi gran amigo André Magnin- se recorrieron el mundo en busca de creadores que representaran las corrientes mas ‘edgy’ del momento, entre lo étnico y lo contemporáneo, de norte a sur, de este a oeste, siempre buscando una práctica entre lo primitivo y lo contemporáneo. Fue una muestra impactante no solo por su magnitud, que tuvo también sede en LaVillette, sino por la calidad de las obras.Descubrí nombres que hoy son grandes referentes como Kiefer,Boetti,Chéri Samba,Spoerri, Marina Abramovic y muchos más… también españoles que ya conocía como Antoni Miralda y Juan Muñoz. 

    Una obra de arte que tenga un significado personal especial Otra vez El Jardín de las Delicias del Bosco. Me fascinó desde muy joven, mirarla con detenimiento es abrir una puerta a entender la percepción de los sentidos. 

    ¿Qué creador reivindicaría que el gran público aún debe descubrir? La cubana Carmen Herrera que tuvo que luchar en un mundo de hombres desde sus inicios y hasta hace muy poco.Tuvo que esperar como ella diría “96 años a que pasará el autobús”. Y también la austríaca Mar tha Jungwir th, que trabaja en galerías como la de Thaddaeus Ropac, y tiene una obra fascinante. ¡Y además ambas siguen en activo!. 

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