En su estudio hay un Hopper que impresiona, grande, Gente al sol, pero no es un Hopper, es una copia hecha en China en la que está trabajando Francesc Torres (Barcelona, 1948). Acaba de recibir el Premio Velázquez por su trayectoria. Con satisfacción nos cuenta que una instalación suya ha ingresado en la colección permanente del museo Whitney de Nueva York, donde ya expuso individualmente en 1979, siendo el primer no estadounidense en hacerlo. “En aquel momento, era exclusivamente un museo de arte americano, pero conmigo hicieron una excepción al considerarme un artista de Nueva York. No me incorporaron a la colección hasta que obtuve la nacionalidad en 1989, con obra de formato convencional, como fotografía, vídeo y objetos. Finalmente, ha entrado una instalación”.
El jurado del Premio Velázquez ha destacado su trayectoria como precursora del arte conceptual. Hace muchos años que no hago arte conceptual. Vengo de la escultura, casi siempre efímera; trabajaba con fenómenos naturales, con la lluvia, el viento. Al principio sí que era corpórea, pero no como se piensa cuando se hace una escultura. Eran prototipos para hacer series ilimitadas en procesos industriales de la misma pieza, que pudieran comprarse por muy poco dinero. Esto era a finales de los años 60. Yo me había ido a París, y en aquel momento se hablaba mucho de esto, de que el arte tenía que hacerse en fábricas, como se producían las neveras y los coches. Tenía unos 20 años cuando hice esa primera técnica y de ahí me pasé al arte conceptual, al que me dediqué unos cinco años; cuando me fui a Estados Unidos, ya estaba en la recta final y en Chicago acabé todo lo que me quedaba por hacer. Luego ya me establecí en Nueva York; fue un momento ideal para hacer un cambio radical y fue cuando comencé a hacer instalaciones, que es lo que en realidad me ha definido durante muchos años. Y he hecho de todo.
Cuéntenos un poco Empecé a hacer fotografía porque tenía que documentar las cosas no permanentes que hacía. Luego quise hacer fotografía en serio, pero eso es mucho más reciente. He comisariado porque me parece que la distancia entre una exposición comisariada y una instalación multimedia como artefacto narrativo casi no existe. Ahora estoy empezando a jugar con la pintura porque es lo único que me quedaba por hacer.
¿Cómo definiría la instalación? Básicamente, es un collage tridimensional, pero igual que todo puede ser arte, todo puede ser instalación, aunque depende de cómo se explique y si realmente tiene sentido que una muestra de pintura, por ejemplo, sea una instalación. Mi propia exposición en la galería T20, que presento el mes que viene, es una instalación de pintura con reproducciones de Frederic Remington para explicar el anarcocapitalismo. El soporte visual de este discurso es pintura; son ocho telas de gran tamaño colgadas en la pared y cada pintura está allí escogida para explicar algo, una historia, con un texto muy conciso encima de la pintura.
¿Cómo son las reproducciones de Remington? Como las de Hopper, las pinturas se hacen en China, en el distrito de Dafen en Shenzhen, cerca de Shanghai, y lo más prominente de la industria de allí son los copistas. Puedes encargarles lo que quieras, lo hacen muy bien, a una velocidad tremenda y con un precio muy razonable que incluye el envío. Va muy bien, es un recurso sensacional. Con esta base yo intervengo las pinturas. Estoy también en otra serie que hago yo mismo de principio a fin… [Marga Perera. Foto: Maria Dias]