La Galería Eude de Barcelona, especializada en obra sobre papel, celebra su 40º aniversario recordando a Man Ray e incorporando al fotógrafo Manel Esclusa (Vic, Barcelona, 1952) a su nómina de artistas. Descubrió la fotografía siendo niño en el laboratorio de su padre, y en 1976, junto a Pere Formiguera, Rafael Navarro y Joan Fontcuberta, funda el grupo Alabern, que reivindica la fotografía como arte.
La Galería Eude celebra su 40 aniversario presentando la carpeta que editó en 1980, Homenatge a Man Ray, y una exposición individual de usted como nueva incorporación a la galería. ¿Qué podría contarnos de esta muestra?
En esta carpeta, Homenatge a Man Ray, participamos con una fotografía varios de los fotógrafos que estábamos en Barcelona en aquel momento: Toni Catany, Joan Fontcuberta, Humberto Rivas, Manolo Laguillo, Ferran Freixa, Jaume y Jordi Blassi y yo mismo. Para celebrar los 40 años, Maria Rosa, la directora, me dijo que quería presentar la carpeta y me propuso al mismo tiempo hacer una exposición con imágenes relacionadas con Venezia, la fotografía, de 1979, con la que yo había participado en la carpeta de Man Ray. Entonces pensamos exhibir algunas de las series que hice durante aquellos años, como Venezia, Ulls aturats y Gaudí. Siempre me han interesado mucho las chimeneas de la Pedrera y las he ido fotografiando a lo largo de los años así que en esta serie hay imágenes desde los años 70 hasta 1992, año de la última serie, que titulé Trencadís, en la que hice una revisión de mi trabajo sobre la arquitectura de Antoni Gaudí con otra perspectiva más poética, no tan descriptiva como las primeras fotografías. Lo que planteo es romper los negativos y hacer un trencadís, que es una de las características en la obra de Gaudí, así que construyo un nuevo espacio superponiendo varias imágenes en un solo negativo y además de noche. La serie Naus, un trabajo de los años 80, está influenciada por la literatura y el cine de viajes y de aventuras… desde la Odisea de Homero hasta 2001: una odisea del espacio de Kubrick; la nave como viaje, como exploración… todas están hechas en el puerto de Barcelona de noche y en ellas aplico todas aquellas deficiencias de la fotografía, como el movimiento o el desenfoque, que en la fotografía convencional se consideraban un error, pero que finalmente se transforman en un lenguaje específico de la fotografía, ya que el movimiento está relacionado con el paso del tiempo, el tiempo que existe en la realidad en relación al tiempo fotográfico, que es el de la exposición, y cuando es más lenta, más expandida, deja de ser una instantánea y se transforma en un tiempo dilatado, en el que –como diría Joan Brossa– “la luz trabaja” sobre la emulsión de la película.
La noche está en la mayoría de sus fotografías.
Siempre me ha interesado la noche porque la oscuridad a lo largo de mi infancia siempre me aportó momentos felices. Fue en la oscuridad del laboratorio de mi padre, que era fotógrafo, donde descubrí la magia de la fotografía. Por otra parte, la dualidad entre luz y oscuridad forma parte del proceso fotográfico, pero siempre manteniendo un equilibrio: la luz construye una imagen gracias a la oscuridad, pero el exceso de luz también destruye la imagen; así, la relación entre el día y la noche y la luz y la oscuridad aportan una carga simbólica a mis trabajos.
Usted estudió en los Encuentros Internacionales de Fotografía de Arlés; allí estuvo Brassaï, también un adorador de la noche; se dice que usted lo tuvo como maestro.
Fui a Arlès con una beca para hacer todos los talleres y sólo éramos dos españoles, un vasco y un catalán, entre alumnos casi todos franceses. Tuve la oportunidad de conocer a Brassaï, pero no lo tuve como profesor, pero sí a Ansel Adams, Lucien Clergue y a Jean Dieuzaide, entre otros. Dieuzaide era un fotógrafo de Toulouse muy vinculado a Cataluña porque la había recorrido fotografiando el arte románico. Como era la primera vez que el Festival de Arlès era internacional invitaron a muchos fotógrafos y allí estaban Cartier-Bresson, Brassaï y Lartigue… Teníamos una relación muy directa con los profesores y coincidíamos en las comidas, en las cenas, e incluso hice un retrato a Brassaï. Años más tarde me dieron el Prix du Libre Photo 1988 por el libro Barcelona ciudad imaginada, una visión poética y nocturna de espacios urbanos de Barcelona, que iba acompañado de un texto poético de presentación de Joan Brossa.
¿Qué relación tuvo con Brossa?
Le conocí a principios de los años 70 cuando un amigo común, el poeta Lluís Solá Sala, me puso en contacto con él; fui a su estudio y le enseñé lo que estaba haciendo, Els ulls aturats, que todavía no tenía título; le gustó mucho y me hizo un texto; esta serie es una reflexión sobre la mirada a nivel simbólico, le dejé las imágenes y él puso los títulos a cada una de ellas. El título genérico de la serie, Els ulls aturats, también es suyo.
Cuando sale por la noche para hacer fotos, ¿va muy cargado de cámaras?
No, no… me gusta ir bastante ligero, no soy un gran entusiasta de la tecnología ni de los grandes aparatos, a pesar de haber hecho el taller con Ansel Adams, que precisamente trataba de trabajar con cámaras de gran formato, estudiar el sistema de zonas… Su taller fue importante porque entendí el concepto de cómo interpretar una imagen. Ansel Adams decía que el negativo es como una partitura en la que el positivo se transforma en su interpretación. Lo importante es cómo se previsualiza la imagen antes de hacer la foto para después interpretar el negativo en función de lo que se había previsualizado. Mi equipo es una cámara convencional con un trípode. No llevo nada más.
¿Trabaja con alguna marca concreta de cámara?
Nunca hablo de marcas, no hago publicidad; es cierto que hay cámaras, que han sido cruciales a nivel histórico, como Leica, Hasselblad, Rolleiflex…. y que me han marcado. Yo utilizo varias. Además, llevo muchos años en la docencia y frente a mis alumnos tengo que desmitificar la cámara como lo más importante porque se han hecho fotos extraordinarias con una pinhole y con cámaras de juguete… Lo importante está en el fotógrafo y en cómo mira el mundo. Es él quien decide con qué cámara trabajar según el resultado y el nivel de calidad que quiera conseguir; no siempre es necesaria la perfección porque a veces la falta de calidad puede formar parte del lenguaje de la propia fotografía.
La noche nos lleva a pensar en Kant y en la poética de lo sublime, cuando decía que el día encanta y la noche espanta. ¿Su trabajo entra en la poética de lo sublime?
Sí, porque se entra en un territorio de lo desconocido, en la poética de la noche, que nos conecta con los inicios ancestrales del hombre en que la noche tiene vinculación con el peligro, con el miedo por la supervivencia, hasta la noche mágica que proporciona un cambio total de la percepción que uno tiene durante el día. Incluso los místicos Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz decían que durante la noche era cuando tenían un contacto más intenso con el espíritu. Siempre se comenta lo de fotógrafo nocturno, pero a nadie se le ocurre decir de otros fotógrafos que hacen fotografía diurna, se supone lo normal; realmente, en la historia de la fotografía predominan los fotógrafos que trabajan en condiciones de luz de día; antes hablábamos de Brassaï, y la verdad es que no hubo muchos fotógrafos nocturnos como él. Brassaï hizo fotos de noche para explorar no sólo el espacio urbano del París de la época sino también la gente que vivía de noche, porque hay otra sociedad durante la noche, más desconocida. La noche también es el silencio, y por ese temor ancestral a la oscuridad hemos tenido necesidad de protegernos de lo que no vemos con la luz del fuego. Y volviendo a lo que comentaba antes de los momentos felices, mi padre era muy aficionado a la espeleología y los fines de semana me llevaba con él a las cuevas, yo tenía 5 ó 6 años y jugando con la linterna en la oscuridad de la cueva descubrí el misterio de las sombras, que más tarde me haría pensar en Platón; un día, vi que en las paredes de la cueva se proyectaba la imagen de un árbol del exterior a través de un agujero y le pregunté a mi padre y me dijo: “esto es la fotografía en estado puro”. Así descubrí de manera natural la fotografía.
¿Ha hecho intercambio de obras con otros fotógrafos?
Tengo buena relación con mis colegas fotógrafos, e incluso buenos amigos. Hace un tiempo inicié lo que luego resultó ser un proyecto muy sugerente: una correspondencia visual. Todo empezó en 2005 cuando entablé correspondencia con el poeta Victor Suñol, yo le mandaba una imagen y él me contestaba con una poesía; al principio lo hacíamos por correo postal y después ya continuamos por correo electrónico. Fue una correspondencia que duró hasta 2011. En 2006 reinicié el proyecto con un ex alumno y amigo, el fotógrafo Marcelo Brodsky, en este caso eran correspondencias estrictamente visuales; yo le enviaba una imagen y él me contestaba con otra; decidimos que tanto podíamos enviar imágenes creadas específicamente para la correspondencia como imágenes de archivo, eso nos permitía recuperar imágenes que no habríamos mostrado porque se apartaban de nuestra línea de trabajo. En 2007 nos planteamos qué hacer con todo ese material e hicimos una exposición en Barcelona y en Madrid; entonces se nos ocurrió ampliar la correspondencia con otros fotógrafos, y la mantuve con Pere Formiguera, Cássio Vasconcellos, Alberto García-Alix, Bohchang Koo, Castro Prieto, Navia y Rafael Navarro y una correspondencia con textos con Juan Bufill. Existe un proyecto para mostrar todas las correspondencias las mías y las de Marcelo Brodsky. Es un ejercicio en el que la obra se va creando con el tiempo sin saber hacia dónde irá, y esto también lo he puesto en práctica con mis alumnos porque es bueno para estimular la creatividad.
Margarita Cot
Foto: Carla Cobas