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    Halilaj & Urbano, pensadores utópicos

    Celebrar la libertad y el amor, el hermanamiento entre especies o el potencial de la intimidad como elemento transformador, son algunos de los propósitos que albergan las obras de Petrit Halilaj (Kostërrc, 1986) y Álvaro Urbano (Madrid, 1983), quienes llevan una década entrelazando sus carreras artísticas individuales y sus vidas personales. Su último proyecto conjunto es la instalación Ensamble lunar para mares en alza, en la que escenifican un mundo de fantasía basado en la armonía entre el hombre y la naturaleza. El atrio del MACBA barcelonés se ha poblado con más de 40 esculturas que representan criaturas acuáticas, terrestres y aéreas, híbridas y excéntricas, que no existen en el mundo real. Cada una refleja la luz del sol y funciona a su vez como un instrumento musical que produce sonidos por medio de cajas de música y se combina con otros elementos submarinos. Esta pieza, que se presentó por primera vez el año pasado en Venecia, ha sido un encargo de Audemars Piguet Contemporary y TBA21, la Fundación de Francesca Thyssen-Bornemisza que persigue la transformación social a través del arte. 

    Llevan colaborando una década, en paralelo a su trabajo individual. ¿Qué criterios siguen a la hora de embarcarse en un proyecto conjunto? Los dos tenemos los estudios uno frente al otro y la casa con el jardín está en medio, a las afueras de Berlín en una zona industrial. Nuestra primera colaboración fue en 2012 con una publicación queer llamada Kush te tu ta?, a partir de eso de forma muy natural comenzaron a surgir las colaboraciones. Desde hace seis años tenemos una cátedra conjunta en la École des Beaux Arts de París. Como en el caso de Ensamble lunar, cada vez que tenemos una colaboración unimos los dos estudios para llevar a cabo el proyecto. Aunque nuestras prácticas son distintas entre sí, también compartimos aspectos como el uso de la performance y la teatralidad y nuestro interés por la naturaleza.

    Antes del MACBA, Ensamble lunar para mares en alza, se presentó en una nave en la Iglesia de San Lorenzo, en Venecia. ¿Ha cambiado la pieza? ¿influye el espacio? Absolutamente, la obra se ve claramente influenciada por el contexto en el que se presenta. No solo visualmente sino también en términos de sonoridad y espacio. En el caso de Venecia, la iglesia de San Lorenzo es un lugar cargado de historia y potencial sonoro. Por ejemplo, a Vivaldi le influyó la experiencia acústica de esta iglesia y en ese mismo lugar Luigi Nono presentó su pieza Prometeo: La tragedia dell’ascolto. Pero en el caso del MACBA, la obra tomó un carácter mucho más formal. Desde un primer momento queríamos que las esculturas cortaran el espacio que arquitectónicamente se presenta tan masculino e imponente. La altura del atrio nos permitió crear una especie de acuario, que se puede percibir desde distintos niveles a lo largo de la rampa y desde el exterior a través de la fachada de cristal. Por otra parte cada vez que se presenta la pieza, esta se comporta como un archivo; para esta ocasión, por ejemplo, reunimos a algunos de los músicos e intérpretes que colaboraron para la presentación en Venecia y añadimos integrantes locales de Barcelona. También desarrollamos nuevos instrumentos para la presentación en el MACBA. 

    Vista de la instalación en el MACBA. Foto: Dani Pujalte

    Y también han explorado el uso del sonido En la primera visita que tuvimos a la Iglesia de San Lorenzo, nos impresionó la idea de que todo el edificio funcionara como una caja musical. La resonancia del lugar nos empujó a desarrollar una obra que pudiera explorar el uso del sonido. La acústica que perseguíamos para este proyecto está inspirada por los sonidos y la comunicación entre distintos animales. La mezcla polifónica crea una melodía inspirada por la canción de cuna Ay, mi pescadito, que se comporta simultáneamente como un cántico de protesta, pero también como una conversación entre distintas especies. Pensar en lo escultórico a partir de la creación de sonidos nos llevó a replantearnos cómo usamos normalmente los materiales y adaptar la forma a su capacidad sonora. 

    En algunos de sus proyectos, como Flores, algunos elementos aludían a su relación personal. ¿Hay detalles de su historia en este proyecto también? Sí, normalmente los proyectos que hacemos juntos tienen una dimensión biográfica e íntima. Por ejemplo, Ensamble lunar para mares en alza está inspirada en la nana Ay mi pescadito, es una canción que la abuela de Álvaro le cantaba cuando era pequeño. Habla de transformación y de la esperanza de tener alas y volar algún día. 

    ¿En qué sentido esta instalación «desdibuja nuestro sentido binario del mundo»? Este proyecto siempre buscó desdibujar los límites del mundo construido y del mundo natural, y como estas dos realidades pueden influenciarse y redefinirse. De cierta forma este gesto también está inspirado por el hecho de que venimos de dos contextos culturales muy distintos y construimos un espacio conjunto en Berlín. El hecho de que cada presentación de la performance implique encontrar nuevos intérpretes también habla del carácter colectivo y participativo de la pieza. Durante las sesiones preparatorias de la performance ponemos un gran énfasis en reunir personas de diferentes perfiles, como músicos, cantantes y actores. Parte de los ensayos se centran en aprender a pensar y comportarse como un colectivo, todo esto apunta a alejarse de esta noción binaria del mundo.

    Petrit Halilaj y Álvaro urbano. Foto: Agustín Farias

     

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