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    Helga de Alvear: «Algunas galerías se han convertido en supermercados»

    Helga de Alvear vino a España a aprender el idioma, cuando apenas tenía veintipocos años.
    ¿Quién le hubiera vaticinado los lazos que hoy en día le unen a nuestro país? Una de las grandes galeristas internacionales, empezó en la Galería Juana Mordó, en 1979, para luego, años más tarde, montar su propio espacio, en el que expone arte emergente, sin miedo a las nuevas tecnologías y los artistas extranjeros.
    Desde 1995, la galería se ubica en un espacio de 700 m2, cerca del Museo Reina Sofía. Posee dos salas. En la planta baja se exponen obras de artistas extranjeros y nacionales. Y en el piso superior se muestran proyectos “site specific”, proyecciones de vídeocreación, y obras que por su singularidad se adecuan a este espacio.
    Coleccionista desde sus primeros años en España, llegó un momento en el que tenía tanta obra que decidió buscar un lugar donde exponer su colección. El Centro de Artes Visuales de la Fundación Helga de Alvear se está terminando en Cáceres. Y ya esta abierto al público. Como nos comentó, “ahora tengo dos galerías, la de Madrid y la de Cáceres. Se ha recuperado una casa que existía, se pensaba que era de la universidad y que solo había que pintar las paredes cuando, en realidad, resultó estar en ruinas. Quedan aún 700 metros cuadrados por acondicionar. Pero estoy muy contenta con lo que hemos conseguido hasta ahora”.

    Cuéntenos cómo llegó a España…
    En septiembre de 1957, vine a aprender español. ¡Era el cuarto idioma que aprendía!. Me quedé porque me enamoré de un español. Yo provengo de una familia que no tiene nada que ver con el mundo del arte. La verdad es que yo quería ser pianista, pero mi padre decía que era el oficio perfecto para pasar hambre.

    ¿Ha pensado alguna vez en abrir una galería en Alemania?
    Nunca. Mi familia y mi vida están aquí. Tengo una hija, compositora, que vive en Alemania pero viene muchísimo. Yo no he vuelto a vivir en Alemania. Suelo ir tres o cuatro veces al año, por las empresas familiares que tenemos allí, pero nada más. Además, mis padres ya murieron…
    Mis relaciones con Alemania son exclusivamente a través de los artistas. En octubre he expuesto a Axel Hutte, uno de los miembros de la Escuela de Fotografía de Düsseldorf, junto a Hilla, y su marido Bernd Becher, Candida Höfer, Thomas Ruff y Thomas Struth. En mi colección particular tengo fotografías de todos ellos. Siempre me he sentido muy ligada a Alemania, es mi patria.

    Usted entra en el mundo de las galerías de la mano de Juana Mordó, ¿cómo se conocieron?
    Cuando me casé, el mejor amigo de mi marido, arquitecto como él, era José María Rueda, hermano de Gerardo. Íbamos todos a Cuenca y así conocí a Juana. Y también a otros galeristas, ya que empezábamos a comprar obra. Pero con Juana todo fue diferente. Nos hicimos muy amigas. Cuando empezó con problemas económicos, en 1979, Juana había abierto dos galerías, aquello iba mal y me pidió ayuda. Fue el destino. Mis hijas no me necesitaban tanto, yo quería hacer algo y me puse a trabajar con ella. Sus últimos cuatro años la acompañaba a todas partes, a Art Basel, por ejemplo. Vi de cerca cómo funcionaba el mundo del arte. Cuando murió, los de Art Basel me eligieron para el comité, también porque hablaba alemán, y todo aquello fue una escuela increíble. Para ser galerista no existen escuelas. Puedes aprender la historia del arte pero el funcionamiento de un negocio como este, no se aprende en una escuela sino en una galería. ¡Hoy es aún más peligroso porque se hacen cursillos de tres meses!.

    ¿Cuándo y cómo se convierte en propietaria de la galería Juana Mordó?
    Antes tuve que “sanear” la galería que tenía grandes problemas económicos. Junto a Rodrigo Uría que era su íntimo amigo y que se hizo muy amigo nuestro, logré arreglarlo. ¡Teníamos deudas con siete bancos!. Al principio fui socia de un 50% y después la galería fue del todo mía. Eso fue un secreto entre Juana y yo hasta su muerte.
    “Saneé” la galería, pero desde dentro. Lo mejor lo teníamos ya. Los tiempos habían cambiado, la galería se quedaba pequeña, sus paredes eran limitadas. De repente, apareció la fotografía de gran formato, con Joan Fontcuberta, Javier Vallhonrat, y me tuve que buscar otro espacio, que tardé cuatro años en encontrar. Me trasladé en 1995. Trabajaban conmigo Armando Montesinos y Santos de la Torre que me sugirieron poner mi nombre y dejar el de Juana Mordó. ¡A veces hay que tirarse a la piscina, aunque esté vacía!

    A la hora de elegir obras, tanto para su colección como para su galería, ¿siente alguna predilección por artistas o movimientos artísticos?
    No. Empecé a coleccionar en función de lo que veía y de lo que me enamoraba. Lo compro, pase lo que pase. Peleo con todo el mundo. Este verano, por ejemplo, vi un video de Tacita Dean, lo compré, y ahora la exponen en la Tate Modern. ¡A veces tengo una enorme suerte!. Me da seguridad saber que lo que compro es bueno y vale la pena.

    ¿Piensa que el galerista debe arriesgarse?
    Ser galerista es arriesgarse. Si no, te conviertes en un dealer. Únicamente compras y vendes.

    ¿Cuáles fueron las primeras obras que adquirió? ¿Dónde las compraba?
    Primero compraba en Juana Mordó, y luego a otros galeristas. A veces me equivocaba, como todos los coleccionistas principiantes. Hasta que, un día, en Art Basel, me dijeron que si volvía a exponer “esa porquería” me echaban de la feria. ¡Y había vendido 17 cuadros! –lo malo se vende más fácilmente que lo bueno. El año pasado en ARCO compré una obra que representa un clavo titulada Matrimonio. ¡Me encantó!. Pero hay que ser coleccionista para comprar este tipo de obras tan conceptuales.

    El Centro de Artes Visuales de la Fundación Helga de Alvear en Cáceres se inauguró en junio de 2010. Cuando empezó a coleccionar, ¿pensó que algún día llegaría a tener su propia Fundación?
    No. Eso llegó porque un día me levanté y ya no sabía qué hacer con tantas obras. Tenía un almacén. Estuve dos años en San Sebastián, porque ellos querían la colección, pero no llegamos a un acuerdo. Luego fue con Vigo, con Granada… me he paseado por todos lados. Los ayuntamientos quieren tener una colección de arte, pero siempre que uno se construya el edificio, a lo que yo me niego. Yo regalo todo pero el edificio lo hacen ellos.
    Lo de Cáceres surgió porque un día, regresando de Lisboa en coche de ver una exposición en el Centro de Belén, paramos en Cáceres a comer. Nos reunimos con José Polo que me dio todas las facilidades para crear la fundación. A los diez días me recibió Juan Carlos Rodríguez Ibarra y me dijo “esto se queda aquí”. Suerte y destino.

    ¿Piensa que la colección de alguien dice algo del carácter y la personalidad de un coleccionista?
    Un coleccionista como yo que ve una pieza aquí y otra allí… ¡Yo misma soy mi colección!.

    Uno de los momentos estelares de su vida de galerista…
    Cuando Juana Mordó ya había fallecido, me encontré en un cajón en la galería un dibujo de Kandinsky envuelto en papel de seda, que ahora forma parte de mi colección. Pensé, “eso ya vale todo mi esfuerzo, mi trabajo, todo lo que he metido en la galería”. Y así fue. Hoy en día, tener un dibujo de Kandinsky, es una joya. El dibujo venía de una exposición que había hecho Juana de Kandinsky en 1974 y su mujer, Nina, le dejó dos dibujos por el esfuerzo que había supuesto. El que yo tengo es en blanco y negro, el otro en color, se vendió.

    ARCO: Quien resiste, gana
    ¿La crisis hará peligrar la existencia de Arco? “Tenemos que intentar que Arco funcione. Yo fui fundadora de la feria con Juana Mordó, Elvira González, Soledad Lorenzo, etc. En aquel momento, Juana fue una valiente por querer montar una feria de arte en un país donde el arte era del siglo pasado. Han pasado 30 años y hemos luchado como fieras para sacarla adelante. ¡El que lucha, vive!. Si lo dejamos, es obvio que se hundirá.
    Antes, en Basilea la feria más importante era la de los relojes, pero hoy solo existe una en la mente de todos y es Art Basel. También influye mucho el director, por supuesto. Yo apoyo a Carlos Urroz en todo lo que pueda. Él sabe de arte, conoce a los galeristas, a los coleccionistas y realmente pienso que si alguien puede sacarnos de este apuro es él. ¡Me da mucha pena que algunas galerías se hayan convertido en supermercados!. Uno tiene que decidir si quiere seguir manteniendo una galería con nombre o simplemente crear una tienda. Los coleccionistas que solo compran por inversión, no son coleccionistas. Antes, tenían el dinero en los bancos de Suiza, ahora lo cuelgan en la pared. Es una inversión de dinero. No tiene nada que ver ni con el arte, ni con el coleccionismo. Compran objetos. Yo prefiero tener como cliente al coleccionista que disfruta con el arte, al que investiga. Ésos son los coleccionistas y los galeristas que tienen un nombre: Denise René en París, Leo Castelli… Los grandes ya no existen. Ahora, la mayoría, son fábricas.”

    Escandaloso Sierra
    “Voy a volver a exponer a Santiago Sierra y será un escándalo tremendo –nos avanza la galerista- Santiago siempre denuncia lo que existe y por eso le apoyo. Para que una obra me guste tengo que entenderla. En 2009, que no participé en Arco, simplemente puse el Proyecto NO de Santiago Sierra; en aquel mismo Arco vi una exposición de Doug Aitken con once televisores y pensé enseguida “¡qué maravilla!”. Me chocó que nadie se interesara en España para que se quedara aquí, no me lo podía creer. La compré y se expondrá en Cáceres, en el edificio que estamos haciendo para el arte audiovisual. Contacté con Doug Aitken y le propuse hacer una exposición. Este año la haremos coincidiendo con Arco, después de la de Santiago Sierra.
    En la Fundación inauguraremos Aproximaciones 1. El comisario será Rafael Doctor que ha sido el director del Musac de León. Todo es arte español. Hemos seleccionado 600 obras de las 2.000 que tengo y él está como loco de lo bien que dice va a salir. Son obras que van desde la democracia hasta nuestros días. ¡Estamos entusiasmados!.”

    Jacinta Cremades

    Helga

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