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    Wole Soyinka: «El Nobel te somete a una presión insoportable»

    Soyinka

    «Mi inspiración es Ogun, el dios de la creatividad y la destrucción, de la lírica y la metalurgia» proclama Akinwande Oluwole –Wole- Soyinka, primer africano galardonado con el Nobel de Literatura. Nacido en 1934 en Abeokuta, Nigeria, este gigante de las letras fue premiado en 1986 por la Academia Sueca “por una obra de amplio horizonte cultural y poéticos matices que aborda el drama de la existencia”.
    Considerado un símbolo de la lucha por la democracia de los pueblos africanos, el escritor, que actualmente reside en Los Ángeles desde que se exilió de su país natal en 1997, es también, como descubre en esta entrevista con Tendencias del Mercado del Arte, un apasionado coleccionista de Arte Tradicional Africano. Algunos de los objetos más interesantes de su colección particular de máscaras y miniaturas se mostraron al público en el Centro Niemeyer (Avilés) en una curiosa exposición comisariada por Yvan Gorbat titulada SAS: Series Africanas de Soyinka.
    Doctorado en 1973 por la Universidad de Leeds (Reino Unido), durante los seis años que vivió en Inglaterra fue dramaturgo del Royal Court Theatre de Londres. En 1960 consiguió una beca Rockefeller y regresó a Nigeria para estudiar teatro africano, al mismo tiempo que daba clases de arte dramático y literatura en las universidades de Ibadan, Lagos e Ife. En la actualidad es profesor visitante en las universidades de Cambridge, Yale y Sheffield.
    En 1969, durante la guerra civil de Nigeria, Soyinka, hoy un septuagenario de imponente presencia física, escribió un artículo en el que abogaba por el alto al fuego. Esta petición hizo que fuese arrestado acusado de conspirar con los rebeldes de Biafra, por lo que permaneció encarcelado casi dos años.
    Es autor de una veintena de obras, escritas en inglés, entre piezas teatrales, novelas y poemarios, que conectan íntimamente con el teatro tradicional popular africano, la mitología de su propia tribu –Yoruba- y, siempre, con Ogun, el dios del hierro y la guerra.

    ¿Cómo fue su infancia en Aké? ¿Cuáles fueron sus primeras experiencias con la literatura?
    Recuerdo mi infancia como una etapa de enorme curiosidad, de asombro ante el mundo de los adultos, como le sucede a la mayoría de los niños. En mi niñez se mezclaba la vida tradicional africana, las relaciones y la presencia del mundo colonial. La literatura europea me resultaba fascinante, aunque no estaba demasiado presente en mi vida, de hecho apenas tuve contacto con ella. Ningún autor me influyó de forma especial. Normalmente leía los libros que mi padre, maestro de escuela, tenía en sus estanterías. Mis lecturas eran variadas, me acuerdo de haber leído a Charles Dickens, a Eurípides, a William Blake, y por supuesto, la Biblia, que estaba siempre presente, y que me pareció asombrosa como obra literaria.

    ¿Qué circunstancias determinaron el nacimiento de su conciencia política?
    Mi conciencia política brota de dos fuentes principales. Por un lado, estaban las discusiones diarias entre adultos que presenciaba, y que me causaban gran impacto. Como le decía antes, mi padre era maestro de escuela y eso me permitía ser testigo de disputas políticas comprometedoras. Por otro lado, en aquella época se produjo un levantamiento de las mujeres contra el régimen feudal. Miles de mujeres [de la etnia] Igbo se rebelaron contra las políticas injustas y draconianas del Gobierno británico. Yo estuve profundamente implicado en aquellas revueltas porque mi propia familia lo estaba: recuerdo que solía transmitir los mensajes entre miembros de mi familia.

    ¿De qué manera sus actividades políticas han influenciado su escritura?
    En cuanto a la influencia en mi literatura, en fin, escribo ensayos y poesías de contenido político, he escrito obras de teatro político, e incluso he puesto la mitología al servicio de la política, por lo tanto, mis actividades políticas tienen una influencia fundamental en mi escritura.

    Estuvo 27 meses encarcelado, y otros 22 incomunicado, sin poder leer ni escribir. ¿Cómo pudo soportarlo?
    Esta es una de mis preguntas favoritas, a pesar de que se trata de una experiencia difícilmente descriptible o que pueda resumirse en pocas palabras. Sin embargo, hubo algunas decisiones que me ayudaron a soportarla. En primer lugar, tuve que reconciliarme con el hecho de que, desde el momento en que estaba en prisión, se abría ante mi una nueva existencia, y yo debía reconocer qué me había llevado a aquella situación.
    Cuando acepté que me encontraba allí por mis convicciones políticas, fui capaz de resignarme a permanecer encerrado durante mucho tiempo. Aprendí a vivir al día, y me di cuenta de que ese aislamiento tenía como propósito romperme. Tuve que crearme un pequeño mundo aparte, sin falsas expectativas ni depresiones. Me construí una existencia hermética, mi propio universo mental.

    En 1997 se exilió y ahora vive en Los Ángeles. ¿Cómo ve la situación de África? ¿Hay esperanza?
    Bueno, en realidad no vivo en Los Ángeles, sino cerca de Los Ángeles. ¡No soporto Los Ángeles!.
    Suelo pasar un tercio de mi tiempo en Nigeria, el otro en California y el tercero en los aviones. Estoy en contacto permanente con África. África se encuentra, obviamente, en crisis después de la era del colonialismo, y ahora, además, tiene un nuevo enemigo, el imperialismo religioso. La realidad actual está conformada por diferentes factores, es el mundo que hemos heredado y en el que uno debe combatir. Por tanto, sólo veo la realidad tal como es, sin ningún tipo de optimismo ni pesimismo.

    Dramaturgo, poeta, novelista, catedrático, actor, político, editor y profesor. ¿En qué faceta se siente más a gusto?
    El mundo literario es lo que soy, pero hay que afrontar las intrusiones en mi escritura. La enseñanza, por ejemplo, es algo que hago con mucho gusto. Mi padre era maestro de escuela y probablemente por eso disfruto tanto enseñando. En cuanto a la creación literaria, soy novelista casi como distracción, considero que la dramaturgia y la poesía son los aspectos más importantes de mi obra.

    ¿Qué recuerda de su etapa como director y actor de teatro en Londres?. ¿Cómo era el Londres al que llegó la primera vez que salió de Nigeria?
    Recuerdo aquella época como muy experimental, yo era estudiante, ni director ni actor profesional. Me acuerdo de Londres como una ciudad nueva y fascinante para un estudiante, pero también muy provinciana. Años más tarde, Londres se volvió ante mis ojos una capital muy cosmopolita, muy internacional, pero no era así cuando yo la conocí en mi primer viaje. Por aquel entonces las culturas extranjeras no influían en nada de la vida nacional británica, ni siquiera en el aspecto gastronómico.

    ¿Sigue considerándose un escritor perezoso? ¿Tiene rutinas? ¿Y manías a la hora de escribir?
    Sí, ¡sigo siendo perezoso!. No tengo horarios ni rutinas en cuanto a mi forma de escribir. Me puedo pasar días, semanas o incluso meses sin sentir la necesidad de escribir algo, pero cuando me asalta el impulso, siento que el resto del mundo se vuelve un intruso que no me comprende.

    Usted ha sido el primer Premio Nobel africano. ¿Qué importancia da a este hecho?
    Bueno, en realidad antes de mí hubo un escritor de ascendencia africana que ganó el Nobel. Pero yo hubiera preferido ganarlo más tarde, para que el peso recayera sobre otra persona. Aparte de eso, considero que ser el primer africano ganador del Nobel carece absolutamente de importancia.

    ¿Sigue lamentándose de cómo el Nobel ha revolucionado su vida personal?
    Mi vida personal sigue viéndose profundamente afectada. Existe un enorme aura de expectación, una presión terrible que raya en lo insoportable y que el Premio Nobel multiplica de forma exponencial.

    Recuperando el arte tradicional
    «Siempre me he sentido próximo a las formas artísticas tradicionales. Mi afán coleccionista surgió cuando me di cuenta de la pérdida de obras de arte africano tradicional. Realmente el proceso se materializó ante mis ojos. Empecé a comprar casi por casualidad hasta que se convirtió en un hábito. De hecho, puede llegar a ser un hábito problemático, porque necesitas el dinero para otras cosas ¡y coleccionar es casi como una adicción!.
    En mi caso, me encanta lo que compro, no tengo en cuenta el valor económico ni ningún otro aspecto, como hacen otros coleccionistas. Compro lo que me gusta. Mi colección es muy heterogénea.
    La pieza más significativa es una muñeca de Camerún hecha de madera y tachonada con metal. La adquirí en una galería en Estados Unidos. En aquel momento, yo estaba trabajando en Nueva York en un montaje teatral y buscaba objetos que sirvieran de atrezzo; cuando entré en la galería y descubrí aquella muñeca, la compré para aquella producción, pero cuando la obra finalizó, ¡me di cuenta de que no podía separarme de ella! Por lo tanto, me gasté todo el dinero que había ganado con la obra en aquella muñeca.
    La propietaria de la galería era una mujer afroamericana que tenía una especial debilidad por mí, y por eso logré quedármela yo aunque había varios coleccionistas japoneses muy interesados en conseguirla. Esta muñeca es la pieza más importante de mi colección, por la historia que tiene detrás, por todo el drama de la negociación y de lograr superar a los coleccionistas japoneses».

    Los clásicos españoles
    «Siempre he sido un gran aficionado a la cultura española, y aunque no hablo español, puedo leerlo -explica el escritor-. Siempre me ha interesado mucho la historia española, en particular el periodo contemporáneo, y la Guerra Civil. Mi primer interés nació, probablemente, a partir de la lectura de Cervantes, Unamuno y también Calderón de la Barca».

    Vanessa García-Osuna

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