Juliao Sarmento (Lisboa, Portugal, 1948) es uno de los artistas más reconocidos en la actualidad, ha expuesto en el MoMA y el Guggenheim de Nueva York, en el George Pompidou de París, en la Bienal de Venecia, y ahora expone en el Museo de Arte Contemporáneo de Málaga. Es un momento de gran actividad para el artista ya que está preparando varias exposiciones: en The Parrish Art Museum, en Nueva York; en Ivory Press y La Casa Encendida, en Madrid, y en la Galería Joan Prats de Barcelona. Sarmento es un seductor, como Baudrillard. Al mirar a sus mujeres, no hay cruce de miradas porque no tienen rostro, se entra entonces en una dimensión psicológica de gestos, actitudes y situaciones, una dimensión de seducción en la que ellas pueden ser nuestro espejo.
En el CAC de Málaga, el día de la inauguración, Sarmento se sentía satisfecho entre diez años de su trabajo. Le pregunté: ¿cómo ve la exposición? “es una selección del trabajo de diez años hecha por Fernando Francés [director del Museo]; es la primera vez en mi vida que me encuentro con una exposición montada y que no tengo que cambiar nada, me ha sorprendido agradablemente”.
Y seguimos hablando…
En su obra hay una constante presencia de la mujer…
La mujer es el leitmotiv, es el pretexto para hacer algo. Su imagen es genérica, no es ninguna en especial, en el sentido de que no son retratos, es el recurrente que he elegido… ¡quizás es que me gustan las mujeres!. Pero detrás siempre hay algo más complejo; en el arte, la representación humana es recurrente, no es un cliché; el hombre soy yo, y el hombre como leitmotiv no me interesa; tiene que ver con el ejercicio de placer o de deseo -y la idea de hombre no me produce este sentimiento. El arte es un ejercicio de placer, un acto de extrema libertad, porque el artista es libre. Yo trabajo para sentir placer.
¿Siempre?
Alguna vez no, al menos no de forma inmediata, pero siempre es la meta; no soy el artista angustiado del siglo XIX; además, cuando estoy mal no puedo trabajar.
En su obra Guibert, una mujer está sentada a una gran mesa frente a un espejo; ella no puede verse porque lleva la cabeza cubierta, pero tampoco se refleja en el espejo… me ha hecho pensar en Lacan…
La teoría del espejo de Lacan atraviesa mi obra de un lado a otro, soy muy lacaniano; he hecho muchos trabajos con Lacan…
¿Afrontamos pues un problema de identidad aquí?
La identidad siempre está presente en mi trabajo; se busca y no se encuentra, y esa búsqueda es la que me interesa. Me gusta mi trabajo porque es una indagación permanente, interrogaciones constantes…
En sus pinturas hay textos con referencias a algunos autores…
Sí, pero algunos son textos propios, muchas veces los firma un autor, pero no es suyo. No corresponde el texto con el autor al que se le atribuye.
Entonces, nada de lo que parece es realidad…
Sí, exacto, nada de lo que parece es lo que es, y menos en nuestra sociedad. Me gusta lo ‘aparentemente directo’, en el sentido de Orson Welles, cuando la realidad se mezcla con la apariencia.
¿Sus textos son entonces como una metáfora de nuestra sociedad?, ¿volvemos a Lacan con la metáfora?
Si, volvemos a Lacan con la metáfora, pero no es una metáfora de nuestra sociedad sino de nuestra privacidad.
En esos textos hace referencias a Bataille, Foucault, Blanchot…
Bataille me interesa más que los demás, empecé con estas referencias en los años 70…
Y este interés por Bataille, ¿cree que pudo ser por influencia del Mayo del 68?
Sí y no… sí en el sentido en que me apercibí del Mayo del 68. Pero en Portugal vivíamos bajo el régimen de Salazar, no se podían vender periódicos de otros países ni según qué libros, y la información que llegaba de París se censuraba; en la Facultad había muy poca información, lo vivimos como estudiantes pero eran cosas muy insípidas porque la policía no dejaba… eso sí que influyó porque nos despertamos para algunas cosas. Yo tenía entonces 20 años y estaba en el servicio militar -nadie quería ir a la “mili” por la guerra colonial- pero estaba en contacto con colegas de Bellas Artes.
¿Cree que Bataille ha influenciado su obra?
No en el trabajo, pero sí en mi manera de pensar. Y como el trabajo es el reflejo del pensamiento pues, indirectamente, sí. Bataille es un autor maldito, habla de cosas prohibidas, y en mi obra me interesa mucho la prohibición.
¿Porque lleva en sí misma la transgresión?
¡Claro!. Exactamente por ese sentido de transgresión que implica necesariamente una prohibición. La legalidad es aborrecible…
Bataille estuvo muy interesado en Nietszche, ¿le interesa también a usted?
Nietszche no, porque es nihilista; en cambio, Bataille no lo es. La filosofía de Nietszche me interesa, pero no soy un seguidor.
Cuando Bataille fundó con Masson la revista Acéphale, pensaron en un hombre acéfalo, sin cabeza, aludiendo a la figura del superhombre de Nietzsche. Sus mujeres tampoco tienen cabeza ¿es para potenciar su carácter genérico?, ¿o hay algo más?
No. Solo es para conseguir una representación de la mujer genérica.
En su obra se percibe un profundo trasfondo psicológico, ¿qué aspectos de la psicología humana le interesan más?
De la psicología me interesa la capacidad de descubrirla todos los días, pero la verdad es que me cuestiono muy poco todo esto. Pienso más que el resultado de mi trabajo es ejercitar el placer para mí, que los demás lo entiendan me da igual, porque mi trabajo no sólo es un placer físico sino también intelectual.
Usted habla de privacidad, pero en una de sus obras en la exposición también hay una invitación al voyeur...
El voyeurismo implica privacidad, ésta no tiene que ser aislada. Una de las cosas más privadas, por ejemplo, es el cine, donde uno está con muchas personas en la sala pero se olvida de ellas, esa es una actitud de voyeur; pero la situación del voyeur tiene connotaciones que no me gustan porque implican una situación que no es dinámica, sólo es presencial, no actuante, y esa ausencia de acción no me gusta.
Y a propósito de la privacidad, ¿qué piensa del fenómeno actual de las redes sociales donde la gente muestra su intimidad?
Creo que puede ser divertido si lo utilizamos de manera creativa; como canal de distribución de información me parece un buen vehículo. Hay personas que lo utilizan con sus amistades para contarse cosas, y esto me parece ridículo…
¿Cree que las redes son un riesgo para la intimidad?
La intimidad la pierde la gente que quiere, yo no he perdido nada [dice sonriendo], se pierde lo que se quiere…
¿Un amigo suyo está escribiendo una novela sobre sus personajes?
Bueno, sería un honor llamarle amigo… se trata de James Salter, un conocido escritor norteamericano. La cuestión es que el 17 de abril inauguro una exposición en The Parrish Art Museum, en Nueva York, en Southampton, un lugar neoyorquino muy emblemático en los años 50, donde tenían su estudio algunos de los artistas más importantes, como Pollock, Newman, De Kooning… pues para mi exposición, en lugar de encargar un texto a un crítico, pedí a James Salter que escribiera una historia, porque él escribe muy bien lo que los norteamericanos llaman short stories.
La sobriedad es un componente muy interesante de su trabajo…
Me gusta la sobriedad, me interesa a nivel formal…
Y a propósito de sus mujeres, en algunas de sus obras hay actrices, como Ava Gardner, Lauren Bacall… ¿pensaba en un ideal de belleza?
Esto tiene que ver con mi relación con el cine, es una serie –Hollywood– a partir de películas de los años 40 y 50; no pensaba en un ideal de belleza, sino que se trataba de trabajar sobre todo con los personajes y las características de la diva en el cine.
Usted estudió arquitectura, ¿cómo cree que ha influido en su obra?
La verdad es que no lo sé… ¡tendría que no haber estudiado arquitectura para saber si mi trabajo hubiera sido distinto!. Haber estudiado arquitectura y pensar como arquitecto estratifica mucho el pensamiento, y de alguna manera, influye también en la cuestión espacial; mi trabajo como artista está relacionado con el espacio, siempre trabajo pensando en un espacio, y esto vale para un cuadro, una escultura o un video. En mi obra siempre hay una presencia de la arquitectura, del continente, en relación con el contenido, siempre existe esta dicotomía.
¿Tiene algunos artistas preferidos?
No, no tengo; son tantos los que me gustan e interesan que no podría nombrarlos… ¡tengo como 200! No puedo decir Pollock cuando está Caravaggio, ni puedo hablar de Newman cuando tenemos a Goya, Velázquez o Zurbarán…
¿Tiene ayudantes en su estudio?
Sí. Tengo tres. Uno me ayuda en el trabajo de escritorio, otro en el trabajo manual y otro para los asuntos financieros.
¿Cree que en el mundo actual el artista de éxito debe tener ayudantes y trabajar tipo “factoría”?, ¿o la factoría es el resultado del éxito?
Depende del artista. No existen leyes para este tipo de cosas.
A usted le gusta mucho leer, ¿qué libros lee?
Sí, leo mucho… me gusta leer novela, no de ficción, poesía y literatura italiana, pero sobre todo leo mucha literatura anglosajona contemporánea, inglesa y americana; me encanta leer, pero los artistas además de leer, tenemos muchas otras cosas que hacer [dice sonriendo].
Ahora está usted preparando varias exposiciones, ¿puede adelantarnos algo?
El 1 de abril inauguro una de dibujos y obra gráfica en la sala Ivorypress de Madrid; y el día 2, en La Casa Encendida, la exposición Close distance. No puedo contar mucho porque pierde interés, pero sí puedo adelantar que es lo contrario de lo que se espera, y en la galería Joan Prats de Barcelona presento un proyecto sobre Wittgenstein y su libro Remarks on Colour. Las tres están relacionadas y es una sorpresa porque como siempre trabajo en blanco y negro…
Marga Perera