Todo empezó con Soplando una flor, una pequeña obra de animación con dos animalillos; la delicadeza y ternura de ese soplo, de un corazón palpitante, de la vida misma, sedujeron a Ana Vallés, presidenta de Sorigué y su Fundación, que adquirió la obra para su colección; fue en 2009, cuando Juan Zamora (Madrid, 1982) recibió el Premio ABC de Arte. Y retomando aquel soplo de vida, Zamora lo ha enlazado con sus últimos trabajos para presentar en la Fundació Sorigué de Lleida La vida en emergencia, su primera gran muestra individual, donde reflexiona sobre la vida y sus procesos.
Zamora ha sido un artista nómada durante muchos años, recorriendo por reconocidas residencias artísticas de centros internacionales, donde ha podido desarrollar parte de su obra relacionada con la ciencia, como los cultivos de material orgánico en cápsulas de petri de la instalación Cultivando el aire, que se expone ahora. «En biología, la emergencia es una teoría que explica la vida en sí misma, y toda la exposición es un estudio de la vida a partir de la posición que permiten el arte y el análisis científico; desde estas dos aproximaciones en la exposición hay mucha vida y mucha animación», explica Zamora.
El título de la exposición alude a la teoría de la emergencia, desarrollada en el marco de la filosofía de la ciencia, la cual defiende que todo lo que existe no se deriva únicamente de la suma de elementos que lo componen, sino que surge a partir de la interacción. A su vez, es un concepto que el artista utiliza para alertar de la actual crisis medioambiental, especialmente, de la creciente extinción de especies vegetales, de las que presenta dibujos con la precisión de un estudioso botánico. Su interés por el estudio de los ciclos de la vida en la naturaleza y los constantes procesos de transformación lo han conducido a abordar cuestiones existenciales y cotidianas, como la vida, el tiempo, la muerte o el amor, muchas veces partiendo de experiencias comunes, algunas de su propia biografía. «Lo que me interesa es la vida en sí misma y acercarme a la gran pregunta: qué es la vida en sí misma, qué es estar vivo, y el arte me permite acercarme a estas cuestiones», explica Zamora.
Y si hablamos de la vida y de emociones, llegamos a las categorías estéticas que, aún opuestas, sus límites son difusos porque constituyen los dos polos de una misma naturaleza, como lo bello y lo siniestro, por ejemplo; en el caso de Cultivando el aire. «Es una instalación con cápsulas de petri para cultivar bacterias y así he cultivado el aire; he abierto las cajas y he ido por distintos espacios cogiendo el aire para cultivarlo. Es una manera de hacer visible lo que no vemos, la vida microscópica. Los cultivos de color rosa son hongos, parecen flores, las colonias van creciendo y van cambiando las formas», dice Zamora. Estéticamente es bello, pero no dejan de ser hongos y bacterias, hecho que puede hacer pensar en el asco kantiano, un extraño sentimiento, el asco, que Kant opone a lo bello y que sin embargo genera también una emoción estética. Otra de las obras sorprendentes es la instalación con hojas de plantas comidas por insectos, cuyos agujeros Zamora ha traducido a notas musicales. «Cada agujero que han hecho los insectos se traduce en una nota musical y he creado una caja de música con una melodía musical. Al final, he traducido la pérdida porque los agujeros son una pérdida. Es una colaboración con los escarabajos: ellos han hecho los agujeros y yo, la música». Es una pieza con la que se puede interactuar con el manubrio de la caja de música, que seguro que será un deleite para los niños que visiten la exposición. Y por supuesto, para los mayores, también. Hasta el 17 de diciembre. Fundació Sorigué, Lleida. [Marga Perera]