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    La vuelta al origen de Miquel Barceló

    Fue en 1984 cuando Miquel Barceló y su amigo Javier Mariscal, pasaron varios meses juntos pintando en la localidad portuguesa de Vila Nova de Milfontes; la experiencia les dejó tan buen sabor de boca que la repitieron en 1988. En aquella ocasión se citaron en Argelia con la idea de atravesar el Sáhara con un Land Rover lleno de material para pintar. Llegaron a Gao, en Mali, el país de los dogón, donde alquilaron una casa para pasar una temporada. Durante uno de estos primeros viajes, al no poder dedicarse a la pintura a causa de unas tormentas de arena, Barceló elaboró sus primeras vasijas siguiendo la técnica tradicional de la zona, mezclando con excrementos de animales, como por ejemplo vacas o asnos. Estas esculturas en barro, de las que han sobrevivido pocas por su fragilidad, marcaron un punto de inflexión en su trayectoria pues, a partir de entonces, compartieron protagonismo en su obra junto con la pintura y el dibujo. De sus manos han salido más de 4.000 cerámicas que podrían considerarse una extensión tridimensional de su pintura, además de alegorías sobre el paso del tiempo. «Es el material que mejor recoge los defectos y las imperfecciones» ha reconocido el mallorquín sobre su especial relación con este medio, que le conecta con artistas como Picasso y Miró. En estas piezas (cocidas a 1.000 grados en el horno), se hacen eco de muchos de sus temas característicos, como las formas y las imágenes botánicas y zoológicas, tanto del mundo rural como del marino. Desde 2009, además, Barceló tiene un taller de alfarería en la localidad mallorquina de Vilafranca de Bonany, que ahora está en proceso de ampliación.

    Organizada por la Fundació Catalunya La Pedrera y comisariada por Enrique Juncosa, la exposición Todos somos griegos, toma su título de una frase del poeta romántico inglés Shelley, fascinado por la cultura helenística al igual que Barceló (quien recordó que lo único que nos queda de la pintura griega antigua son sus cerámicas decoradas). Esta muestra sintetiza tres décadas de trabajo del prestigioso artista mallorquín siendo la retrospectiva más completa de su producción en barro realizada hasta la fecha en Barcelona. «La cerámica es pintura amplificada. El proceso de cocción: petrificar lo que era blando (como la pintura) lo reviste de relevancia. La cerámica es la madre de la pintura», ha dicho. La muestra reúne alrededor de ochenta cerámicas, así como una quincena de pinturas y algunos cuadernos relacionados con sus piezas en barro, además de una escultura de bronce ubicada en el patio del Paseo de Gracia de La Pedrera. [Foto: Alice Brazzit] [Hasta el 30 de junio. Fundació Catalunya – La Pedrera. Barcelona. Lapedrera.com

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