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    Mario Klingemann y su agente provocador

    “La Inteligencia Artificial no va a acabar con el arte pero hará más difícil la vida a los creadores mediocres”, pronostica Mario Klingemann (Laatzen, 1970), una de las voces más autorizadas en la materia por ser artífice de un software pionero capaz de imaginar arte, y autor de la primera obra de arte concebida con inteligencia artificial (IA), Memories of Passersby I, vendida en Sotheby’s. Su última invención es un perro-robot crítico de arte llamado A.I.C.C.A. que adopta la apariencia de un terrier de esponjoso pelo blanco y es capaz de generar breves textos sobre las obras de arte que observa gracias a una compleja tecnología que utiliza ChatGPT y algoritmos. Esta “escultura performativa” ha sido desarrollada dentro del programa ONKAOS, una de las líneas de apoyo a la creación new media de la Colección SOLO, y se ha desarrollado en colaboración con el estudio madrileño Maedcore, encargado de la ingeniería robótica. El resultado es un peludo agent provocateur que abre el debate sobre el sentido de la IA, el papel de los robots en el campo creativo y el concepto de “ojo crítico”.

    ¿Cómo surgió la idea de A.I.C.C.A.?  Yo lo veo como una continuación natural de mi trabajo con la IA en el contexto artístico. Mis primeras investigaciones se centraron principalmente en los aspectos visuales de la IA generativa, pues en la fase inicial, entre 2014 y 2019, hacer eso todavía era difícil y me sirvió de acicate para seguir explorando en una determinada dirección. Un poco más tarde, la investigación para la generación de textos mejoró permitiendo conseguir resultados significativos que, para mí, ya eran más que una «curiosidad novedosa», y ahí fue cuando creé mi obra Appropriate Response.

    ¿En qué etapa nos encontramos ahora? En una en la que herramientas como ChatGPT o Midjourney han convertido la IA generativa en algo cotidiano que permite a todo el mundo hacer sus pinitos como escritor o artista, lo que, como era de esperar, produce un flujo casi abrumador de información textual o visual que trata de llamar nuestra atención. Y muchos de los que lo han probado probablemente hayan experimentado que es mucho más agradable crear uno mismo que consumir las creaciones de otros. Tener que prestar atención -o peor aún, tener que dar nuestra opinión- a las creaciones de IA de otra persona puede ser tan agotador como verse obligado a mirar las instantáneas de su bebé o su mascota.

     ¿Y qué aporta aquí A.I.C.C.A? Es una máquina con una paciencia infinita que está dispuesta a prestar atención e incluso a comentar lo que ve. Admiro al escritor Douglas Adams que en su libro Dirk Gently, agencia de investigaciones holísticas (Ed. Anagrama) inventó el “Monje Eléctrico”, un dispositivo ficticio que ahorra trabajo a sus dueños pues les permite creer cosas para que ellos no tengan que hacerlo. Fue una inspiración para mi perro robótico. Adams fue un visionario pues ahora vivimos en una realidad en la que los asistentes de IA leen, filtran y resumen nuestros correos electrónicos por nosotros, que consisten cada vez más en boletines escritos por IA o disculpas generadas por chatGPT de por qué uno no contestó antes. 

    ¿Sustituirá algún día la IA al artista y al crítico de arte humanos? No, no lo creo. Sin duda, hará más difícil la vida a los creadores mediocres, ya que la IA destaca por su mediocridad, pero quien tenga un sello propio y único podrá seguir destacando y, de hecho, será más valorado por dedicar tiempo, ser artesano e ir en contra de la corriente dominante… [Ada Vicent. Foto: © Cortesía ONKAOS]

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